Opinión

Sillitoe]Efemérides y saldos[

 

 

No se preguntaba si su desfallecimiento se debía a la circunstancia de haber perdido el derecho al amor de dos mujeres, o a que los dos soldados representaban el crudo filo de la ley del colmillo y la garra en la que se basaban todas las demás leyes, y la ley el orden contra los que había luchado toda su vida y de una manera tan irreflexiva y desvergonzada que no podía menos que caer derrotado. Esas preguntas vinieron después. El hecho era que los dos brutos del ejército lo habían agarrado al fin de cuentas ?como siempre supo que acabaría por suceder? y lo habían superado en el común campo de batalla en la jungla.

Alan Sillitoe

 

Realmente creo que Sábado por la noche, domingo por la mañana es un libro repugnante. Arthur Seaton me parece un personaje desleznable. Y lo más asqueroso de todo, me parece, es que Allan Sillitoe no demuestra lo mucho que le desagrada su propio personaje.

John Fowles

 

ALEJANDRO GARCÍA 

 

Hace unas semanas reseñaba El coleccionista de John Fowles y debido al límite del texto no pude señalar algo que me pareció notable: Miranda, en su cautiverio, lee Sábado y domingo (1958)deAlan Sillitoe. A ella no le gusta el texto, le parece violento y censurable la actitud del personaje. Ella es estudiante de Artes y tiene una consciencia de participación social que no tiene Arturo Seaton. De pronto lo relaciona con la conducta de su secuestrador, pero la similitud no es total, a pesar de que tanto Clegg como Seaton faltan al orden social y quedan impunes (Arturo recibirá una golpiza, pero eso no es algo fuera de su vida cotidiana). Para mí lo más notable es la referencia a este libro de 1958, hecha por un escritor de tesitura diferente, más cercano a la remitificación de sus temas. Creo que por lo menos indica dos cosas: la fidelidad a la generación o por lo menos a la contemporaneidad (Fowles nace en 1926 y Sillitoe en 1928) y el apoyo a nuevas temáticas que las generaciones de la posguerra de la Inglaterra victoriosa y derrotada tuvieron que meter al campo literario.

  En 2011, Impedimenta editó el libro con su título de traducción literal: Sábado por la noche, domingo por la mañana. Yo he utilizado la edición de 1965 de Joaquín Mortiz (México, 280 pp.). Sillitoe a menudo es más conocido por La soledad del corredor de fondo (1959). También se le suele recordar como parte del grupo de escritores “airados” y por las versiones cinematográficas de sus dos obras más famosas y aquí citadas (Karel Reisz, 1960 y Tony Richardson, 1962). Es sin duda, un buen antecedente cuando de la novelística de Irvine Welsh se trata. Cuando llegue la hora de retrabajar la figura de los hooligans y de las múltiples variantes que encierra el término, casi tantas como equipos de futbol se defiendan (casuals y una lista interminable), podremos decir la neta del planeta sobre la obra defoliadora de Margaret Tatcher.

  El libro se divide en dos partes, una primera que corresponde a la noche del sábado y que es la más larga (80% aproximadamente) y una segunda que se refiere a la mañana del domingo. No es nada más una cuestión temporal, se refiere a lo que sobreviene después de la jornada nocturna, en realidad es un día invertido, primero la oscuridad, después la luz.

  Arturo Seaton tiene 22 años es soltero y es tornero de una fábrica de bicicletas en Nottingham. Es un operario eficiente, que gana alrededor de 14 libras a la semana, lo suficiente para correrse una buena parranda, enamorar mujeres e incluso resbalar por la escalera y llegar a los puños. Después de beber, Arturo podrá ir a dormir con su amante Brenda, aprovechando que el marido Jack ha salido de la ciudad a jugar. La estancia en la casa de Brenda se prolonga hasta que Jack entra por una puerta mientras Arturo sale por la otra. Arturo es sarcástico, sabe que hay una empresa que dobla a los individuos, también sabe que hay actividades contra ese orden y que la empresa lo sabe, son rojos o comunistas, aunque en la novela no dan la cara. Arturo hace lo suficiente para ser un buen trabajador y hacer sentir incómodo a su superior inmediato.

  El enfrentamiento entre personajes es personal, la individualidad es evidente. Arturo es una excepción, piensa, se burla, actúa según su conveniencia. Nunca aparecen las fuerzas del orden, sólo los sus puntos de contacto. Quizás el mejor ejemplo es el padre de Arturo, quien ha conocido las miserias de la guerra y goza ahora de una relativa estabilidad. Tienen una casa, tiene un empleo que les da alguna posibilidad de ganar más o menos. Allí hay parte de esa rebeldía del personaje. Al contrario de su hermano, Alfred, quien está enfermo, aprovecha esto y brilla por su inmovilidad, Arturo produce lo que quiere, lo que se puede gastar.

  Después, Arturo tendrá amores con la hermana de Brenda y allí es donde se da el conflicto, porque hay personas que vigilan a los demás, mujeres que espían, que murmuran y que dicen a los maridos lo necesario para que sospeche. Jack también recela, pero no se enfrenta, incluso platica con Arturo, pero él se guarda y se la guarda.

  El marido de la hermana de Brenda es un soldado y se entera de que su mujer estuvo con Arturo. Le mandará decir a Arturo que se cuide, pero éste está dispuesto a pelear, siente que es su manera de enfrentarse al mundo. Así que cuando por fin lo encuentran y lo golpean, después de que él resiste, se acaba la jornada del sábado.

  Vendrá la jornada de la mañana, del domingo, la de las decisiones, donde el orden toma la palabra o impone sus causas. Arturo quedará a resguardo con Doreen. Y un día, a toro pasado, podrá encontrar al soldado y éste no tendrá las agallas para pelear, sólo lo podría hacer con refuerzos, mas Arturo no cobra venganza, sólo le invita un trago.

  El estilo de Sillitoe es realista, enfocado en esas fábricas que hablan del reacomodo del capitalismo, que muestran la sutura de las heridas de guerra. No hay una gran complejidad estructural, la historia fluye y a pesar de que se trata de meses de acción, y de toda la vida, la clave está en esa explosividad del sábado por la noche en que se gasta lo que se gana, se viste bien, se bebe, se tiene sexo y al día siguiente viene el tiempo de formarse en la fila para volver a la rutina de la semana. En el caso de Arturo, la resistencia que es su vida, se torna formarse para dejar de tener sexo con mujeres ajenas y dedicarse a su mujer, sentar cabeza.

  Lo señalaba Herbert Marcuse en su “Prólogo a la edición de Vintage” de 1961 que abre Eros y civilización (1ª edición de 1953), la sociedad del ocio amenazaba al hombre con apoderarse a través del ocio mismo y tornado aún más alienado, era una derrota más del principio del placer a manos del principio de la realidad, o en otras palabras, el triunfo de Tanatos sobre Eros.

  Pero al mismo tiempo, las capacidades de esta sociedad y la necesidad de una productividad aún mayor engendran fuerzas que parecen mirar los fundamentos del sistema. Estas fuerzas explosivas encuentran su más clara manifestación en la automatización. La automatización amenaza con hacer posible la inversión de la relación entre el tiempo libre y el tiempo de trabajo, sobre la que descansa la civilización establecida, creando la posibilidad de que el tiempo de trabajo llegue a ser marginal y el tiempo libre llegue a ser tiempo completo. El resultado sería una radical tergiversación de valores y un modo de vivir incompatible con la cultura tradicional. La sociedad industrial avanzada está en permanente movilización contra esa posibilidad.

  De modo que cuando en Sábado y domingo el narrador dice: El que es rebelde un día será siempre rebelde. No lo puede uno remediar. Nadie puede negarlo. Y es mejor ser rebelde para enseñarles que no vale la pena tratar de someternos. Cuando esto se dice, no queda sino la ironía de un rebelde encliptado, metido en compartimientos estancos, donde si no lo somete su propia gente, habrá tiempo de que lo haga el orden sin que todavía tenga que manifestarse. O a la mejor es cierto y la mañana de domingo aguarda el gran cambio.

 

 

 

   

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