Opinión

amparoCYNTHIA GARCÍA BAÑUELOS

 

La escritora Amparo Dávila es creadora de una  obra  breve. Su trabajo abarca  la lírica y la narrativa, pero es el cuento el género en el que más ahonda.  Para un investigador internarse en su obra y su vida no es en absoluto fácil, pues de inicio presenta algunas problemáticas como la mínima y repetitiva información que sobre su vida se tiene, igualmente su trabajo literario, como ya se mencionó, es poco y la crítica sobre él también lo es y  son sólo algunos los estudiosos de la literatura que la mencionan, por lo que no se encuentra ubicada de forma concreta dentro de un grupo o movimiento literario que  permita obtener mayor información sobre ella su escritura incita a la lectura el análisis y la reflexión en la misma:

 

Volveré a oír las campanas de la parroquia

que llaman para el rosario;

el rosario que melancólico

se desgrana entre las manos.

 Y en la noche, iré a sentarme en la plazuela

a beber atole

¡Oh noches de mi pueblo calentadas con atole;

atole con sabor de jarro!

 Volveré hasta el pueblo mío,

como vuelve el ave errante,

a beberme la luna, en el atole

de sus jarros.[1]

Sus primeros versos fueron el resultado de tareas escolares impuestas el ejercicio constante se convirtió en el inicio del placer de la escritura y el medio para desalojar sus pánicos y siniestros moradores internos; sobre su obra poética Emmanuel Carballo señala:

Sus poemas son transparentes, nocturnos y escritos a media voz. Sus motivos van de la angustia de la muerte, pasando por la ausencia, la desilusión, la vuelta imposible a la infancia y el deseo de encontrar la plenitud en un futuro tan anhelado como incierto…[2]

Amparo Dávila nace en Pinos Zacatecas en 1928.[3] Los primeros años de su vida transcurren en ese municipio donde su padre se dedica a la minería, el comercio y posteriormente a la fabricación de mezcal. Siendo todavía una niña a los siete años sus padres la llevan a vivir a San Luis Potosí a recibir educación con las religiosas ahí  pasa buena parte de su adolescencia y juventud  comienza sus primeros escritos versos y cuentos colabora en las revistas Estilo y Letras Potosinas y en Ariel de Guadalajara. Después de un primer encuentro con Alfonso Reyes  y con el ánimo de madurar su interés en convertirse en escritora se muda a la ciudad de México.  En 1954 comienza a escribir para las revistas: Revista Mexicana de Literatura, Revista de la Universidad de México, Estaciones y Summa. En 1958 se casa con el pintor Pedro Coronel del cual se divorcia en 1964.

Sus comienzos literarios se originan en la poesía, sus primeras publicaciones: Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1957) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954) recogen su obra poética. El discurso lírico de Dávila surge de su conocimiento formal y estético el cual se combina con la experiencia, no necesariamente literaria o creadora en sus inicios, sino la que se desprende de sus propias e intensas vivencias:

Lo que yo escribo es acerca de la realidad que para mí no es una realidad común y corriente. Yo creo que cada quien vive su propia realidad, por ejemplo. Yo la realidad la vivo con dos caras: la cara cotidiana que es la que constantemente está sucediendo, lo que tiene un sentido, una lógica en la realidad; y la otra cara, la cara oscura de la realidad, donde no hay lógica, no hay un porqué.[4]

Dávila, quien todavía vive, mantiene en torno a su vida gran discreción. Existen pocas biografías y,  ningún texto autobiográfico, y los escasos  datos que sobre su vida conocemos son a través de  breves entrevistas que ella ha concedido y  antologías literarias que hablan de ella. Investigadores e historiógrafos notables de la literatura mexicana como: Christopher Domínguez y Emmanuel Carballo poco la nombran, y sólo dan escuetos datos de su vida y apenas comentan su obra.

En algunos libros se le toma como referencia a otros autores pero no se hace hincapié en ella. Fue esposa del pintor Zacatecano Pedro Coronel, con quien procreo dos hijas: Jaina y Lorenza. Y es común encontrar  que en ciertos textos se da más relevancia a estos datos que a su trabajo como escritora. Se desconoce el por qué, a pesar de tener una obra literaria de reconocido mérito, que apenas comenzaba, decide abandonarlo y mantenerse al margen de la vida publica, haciendo esporádicas apariciones en talleres,  presentaciones y homenajes.  Su vida, como ya se mencionó, es casi desconocida debido al hermetismo con el que ella misma la ha manejado; en reciente entrevista concedida a Octavio Avendaño Trujillo la autora comenta, que en su escritura es donde en realidad vierte todo aquello relacionado con su vida íntima o personal:

Yo no escribo constantemente. Yo vivo mucho, intensamente; no dejo pasar la vida, sino que la gozo; pienso, medito y hasta que realmente tengo necesidad de escribir, escribo, pero no escribo compulsivamente como muchos escritores, sino que voy rumiando, meditando mis preocupaciones.[5]

Sabemos datos personales  que ella misma ha dado a conocer  como la pérdida de sus dos únicos hermanos, uno antes de que ella naciera y el otro menor siendo un niño; la autora se refiere a estas experiencias de su infancia en una entrevista otorgada al Centro Cultural de Zacatecas:

Mi  padre primero fue comerciante, luego, después que mi madre heredó unas minas, comenzó a beneficiar esos yacimientos y, finalmente, se dedicó a  la elaboración del vino mezcal […]

Tuve dos hermanos, al primero no lo conocí porque murió antes que yo naciera el segundo nació después de mí, pero también falleció a los pocos años.[6]

Dávila cuenta anécdotas sobre su vida, como es el caso anterior aquellas que son fundamentales en su vida y su formación como escritora, de tal trascendencia que muchas de ellas aparecen de forma reiterada retratadas en su obra literaria:

Para mí eran terribles las noches. Recuerdo que jugaba mucho con un triciclo, en el patio de mi casa  que era cuadrado, entonces por ahí toda la noche después de merendar daba vueltas y vueltas […]

En la casa del patio cuadrado y los espantos ubiqué el cuento el Patio Cuadrado.[7]

Dávila rememora cómo fue su primer encuentro con Alfonso Reyes en San Luis Potosí, donde acude a dar un ciclo de conferencias para estudiantes, a las que ella asistió y posteriormente, en Guanajuato en una banca del jardín de la Paz en donde coinciden y retoman la amistad anteriormente iniciada. A partir de estas coincidencias  Dávila acepta la invitación que Alfonso Reyes le  hace para convertirse en su asistente y mecanografiarle sus textos. Su relación con él y su esposa fue muy cercana y familiar,  pero sobre todo la influencia del maestro y sus consejos fueron fundamentales para su desarrollo literario:

Cuando conocí a Don Alfonso yo ya había publicado Los Salmos bajo la luna, pero le platiqué a él que también escribía prosa y me dijo: “la prosa es indispensable para todo el que quiera dedicarse a escribir, porque la prosa da una disciplina increíble, así que te aconsejo  que vuelvas a escribir prosa”. Y de esa forma volví a escribir prosa que se fueron convirtiendo en cuentos que le gustaban a Don Alfonso.[8]

La poesía y la narrativa  conducen al lector en un recorrido por los caminos de la muerte, la angustia, la ausencia, la desilusión, el retorno imposible a la infancia y las realidades inciertas, tópicos que se convierten en temas recurrentes de su obra.

Dávila aparece en la literatura con una postura seducida por las conductas más oscuras del ser humano. Su narrativa  sumerge en un universo existencialista al tiempo que dualista. Sus textos  llevan a caminar en mundos paralelos, la realidad y su trasfondo; un trasfondo desquiciante lleno de personajes temerosos ante la incertidumbre de habitar en un universo desconocido, lleno de culpas y remordimientos.

Sus textos convergen con sus contemporáneos al ser narraciones inverosímiles que parecen ser extraídas de sueños, discursos ambiguos que  llenan de dudas, una prosa angustiante al tiempo matizada por claros destellos de erotismo, cuentos trabajados en un escenario cotidiano. Los personajes de sus cuentos son magistralmente dibujados, presentándose  ante el lector como sombras que se mueven en planos de ficción  que se confunde con una realidad claramente definida.

En los diversos análisis que sobre su trabajo se han hecho, su escritura se  cataloga  dentro del género del horror, con notable influencia de Poe. Ella misma ha declarado que Dante, Kafka y Hesse son determinantes influencias de su obra  y, efectivamente, sus lecturas de estos escritores son perceptibles en su trabajo; sus cuentos se despliegan como complejos laberintos en los que la trama se teje entrelazada con el viaje surrealista de cada personaje, para finamente atrapar a cada lector que se sumerge en los paraísos perdidos de  Amparo Dávila.

 

[1] DÁVILA, Amparo. Salmos bajo la luna, Stylo, San Luis Potosí, México.1950. p. 23.

[2] CARBALLO, Emmanuel, en La Cultura en México, núm. 141, octubre 28 de 1964, p. XVII.

[3] CARRILLO, Trujillo Veremundo. Zacatecas, Barro que suena a plata. Literatura de la colonia al siglo XX, Fondo estatal para la cultura y las artes de Zacatecas, Colección Cultura Contemporánea, 1996. p.153

[4] AVENDAÑO, Trujillo Octavio. “Confabulario” en El Universal, México, febrero de 2008. p.20.

[5] Op.Cit. p. 20.

[6] HINOJOSA, Carlos. “La magia de una alquimia literaria” en Agenda Cultural, Instituto Zacatecano de Cultura, Junio de 2008. p. 8.

[7] Op.Cit. p. 8.

[8] Op.Cit. p. 9.

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