Opinión

iustopicoEmma González / Presunción de Inocencia

No nací, me despertaron, fueron las palabras, en 2002, de Antonio, un sobreviviente del pabellón de reos y agitados del Manicomio General La Castañeda.

Su testimonio y los de otros internos son fragmentos de historia rescatados por Alberto Carvajal Gutiérrez [1] en un poderoso texto que da cuenta de lo sucedido después del traslado de la población de dicho manicomio a diversos hospitales granja.

En junio de 1968, por instrucciones del presidente Gustavo Díaz Ordaz, se llevó a cabo la intervención militar «Operación Castañeda» para el desmantelamiento de ese centro hospitalario y la reubicación de las más de 3 mil personas que lo habitaban, de las cuales poco o nada se sabe.

No hay un informe oficial que proporcione datos básicos sobre las condiciones en las que se realizó esa acción de «traslado». Lo poco que se sabe es precisamente gracias a los testimonios de sobrevivientes que Carvajal Gutiérrez ha preservado.

De la locura se habla mucho, pero pocas veces en voz de sus protagonistas. Se le define según la época y el dispositivo de poder que la nombra; las denominaciones para referirla pueden cambiar, pero no las prácticas sociales de anulación hacia quienes la viven.

En la actualidad la psiquiatría, con sus manuales de enfermedad mental y los psicofármacos, es la autoridad en turno autoproclamada para hablar de locura. Entre esta y la ley no existe un espacio directo de interlocución, sino que este se da a través de un tercero ―el psiquiatra― que se considera a sí mismo capaz de responder en lugar del que supuestamente no lo es.

Por ello, cuando hablamos de locura el derecho que toda persona tiene a ser escuchada por un tribunal independiente e imparcial es aplicado diferenciadamente. Los testimonios de quienes portan locura (diagnosticada) son desestimados ante los tribunales. Frente a la justicia el único decir válido es el del psiquiatra: La psiquiatría y la ley han formado un matrimonio que parece indisoluble.

En 1902 el juez Daniel Paul Schreber, doctor en jurisprudencia y expresidente de la Suprema Corte del reino de Sajonia, apelando a su condición de alienado, sostenido por sus memorias y con ayuda de su abogado, demandó la anulación de la sentencia que lo ponía bajo tutela, alegando que sus delirios (asunto médico) eran una cosa y otra su capacidad civil (asunto jurídico).

Que la ley conceda el derecho de escuchar a la locura sin intermediarios es una discusión que podrá calificarse de ociosa. No obstante, desde 1902 el juez Daniel Paul Schreber, doctor en jurisprudencia y expresidente de la Suprema Corte del reino de Sajonia, apelando a su condición de alienado, sostenido por sus memorias [2] y con ayuda de su abogado, demandó la anulación de la sentencia que lo ponía bajo tutela, alegando que sus delirios (asunto médico) eran una cosa y otra su capacidad civil (asunto jurídico).

La Corte de Dresde falló a su favor, en una sentencia que hasta la fecha levanta toda clase de discusiones. Es de advertir que si Schreber pudo rendir testimonio y participar activamente en su defensa muy posiblemente se debió a que era expresidente de aquella Corte. Y otro aspecto a tomar en cuenta en su caso es que fue el juez y no el médico el que decidió qué hacer con la locura. Hoy no necesariamente pasa lo mismo.

La psiquiatría ha sabido colocar su supuesto saber por encima del derecho, sin que nada se lo impida. No es extraño encontrar peritajes psiquiátricos con características de sentencia. Jurídicamente podrá resultar una incongruencia y será tarea del derecho reparar en ello, o no.

Corresponderá a otros actores, además, el análisis de la peculiar escena del psiquiatra dictando sentencia, a través de la boca del juez, suceso que no niega la ironía. Después de todo, si la locura tiene la osadía de borrar las fronteras, ¿por qué no habrá de descolocar las figuras del juez y el psiquiatra ante ella?

[1] Psicoanalista, profesor e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, ha dedicada gran parte de su trabajo a la recuperación de testimonios de sobrevivientes de La Castañeda y al estudio de la psicosis desde el psicoanálisis.

[2] Memorias de un enfermo de nervios (Sexto Piso, 2008) es una crónica apabullante sobre los delirios que el propio juez Schreber narra para ofrecer al mundo un análisis científico a partir de su paranoia y mereció, a su vez, un análisis de Freud en el ensayo Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso deparanoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente (1911 [1910]). Sus aportaciones al psicoanálisis han cobrado un extraordinario valor en busca de entender la psicosis.

[3] Ídem.

Consulta también:

«Persiste tortura en centros de detención en Tamaulipas: CNDH*»

«El estado de Texas debe suspender inmediatamente la ejecución de mexicano con discapacidad mental»*

«Carta a los Relatores Especiales Sobre la Ley General de México Sobre La Tortura*»

Emma González

Es psicóloga con especialización en discapacidad desde 2000. Ha colaborado en diversas organizaciones, en temas relacionados con derechos humanos, violencia de género, discapacidad y acceso a la justicia. Formó parte del grupo relator del primer informe alternativo de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2011), participando ante su comité en Ginebra (Suiza, 2014), y desde 2015 colabora en una propuesta de organismos de la sociedad civil y académicos para la desinstitucionalización psiquiátrica. Realiza consultorías para organizaciones como GIRE y CEJIL (Costa Rica) sobre género y discapacidad. También trabaja en Pensadoras Urbanas,  con mujeres con discapacidad intelectual en situación de abandono.

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