Opinión

DAVID MONREAL CREDI
David Monreal Ávila

Este lunes surgió un tema muy importante en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel. Le preguntaron si estaría dispuesto a cambiar la nueva política de apoyar a los pequeños productores del campo y regresar los subsidios a las grandes empresas, por el riesgo de una caída en la producción de alimentos, a lo que rápidamente contestó que no, que debemos ser pacientes con los ciclos productivos de la naturaleza, pero que la producción no sólo no caerá, sino que será suficiente para garantizar nuestra autosuficiencia alimentaria. 

Aunque la alimentación es un derecho humano del que gozamos todos los mexicanos, en la realidad, el 39.8% de la población no puede adquirir los productos de la canasta básica (según CONEVAL), por lo que debemos preguntarnos: ¿No acaso producimos alimentos para comer?

Antes el dinero público se destinaba a subsidiar a las grandes empresas que exportaban su producción, volviendo completamente insuficientes otras políticas como la llamada “cruzada contra el hambre”, que además estaban plagadas de corrupción. Ahora se ha redistribuido el gasto público para que los pequeños productores contribuyan al abasto nacional de alimentos que la Segalmex comercializará a bajos costos.

El objetivo central de la nueva política agroalimentaria es acabar con el hambre en las familias mexicanas, que paradójicamente son aquellas que viven en el medio rural, pero que hasta ahora no habían recibido el empuje que necesitaban para volverse agentes activos del proceso productivo.

Cuando hablamos de producir vienen a nuestra mente conceptos como: costo, capital, mano de obra y precio, pero cuando hablamos de producir alimentos el esquema es muy diferente, porque entonces los conceptos a considerar son: derechos humanos, nutrición, accesibilidad y bienestar.

No podemos dejarnos guiar por la visión empresarial con la que se gobernó durante las últimas décadas.

De acuerdo con el artículo “México y la autosuficiencia alimentaria (sexenio 2006 -2012)”, en 1970 existió un auge en la producción alimentaria, pero a partir de esa época el país perdió paulatinamente su autosuficiencia, lo que llevó al incremento de las importaciones de alimentos e insumos para la agricultura y la agroindustria.

Con el Tratado de Libre Comercio se obligó a los productores mexicanos a competir con productos baratos y subsidiados de los Estados Unidos, reduciendo la diversificación de productos mexicanos exportables, aumentando la dependencia comercial con aquél país, e importando granos, en vez de aprovechar las ventajas competitivas del nuestro.

La pregunta que hoy le hicieron a nuestro presidente revela esa visión empresarial que dominó a la administración pública durante el periodo neoliberal, pero que hoy podemos decir,  por sus resultados, que fue absurda.

En lugar de destinar todos los recursos a unos cuantos que terminarían comercializando sus productos en el mercado internacional, estamos aprovechando la fertilidad de nuestra tierra y nuestra vocación agropecuaria para consolidar la soberanía y autosuficiencia alimentaria, desde y para quienes más lo necesitan.

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