Opinión

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Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico

Por varias ocasiones escribí un texto que se llamó Madres sí, pero con Derechos, corrigiendo y aumentando cada vez que la festividad del 10 de mayo tocaba en el calendario.

Hoy para miles de mujeres en México, ser madre va más allá de esos derechos, esos que tanto tiempo exigimos: las estancias infantiles o guarderías, trabajo remunerado y con horarios adecuados a nuestra maternidad, facilidades en la escuela en caso de embarazo y hasta becas de estudio, acceso a la atención médica antes, durante y después del parto, y también, por supuesto, un tema fundamental la libertad, el derecho a decir ser o no ser madres.

Porque es cierto, lo sabemos, ser madre en México, tiene connotaciones que van del cielo al infierno en relación con nuestros derechos. Por un lado, se glorifica en extremo la maternidad como destino de las mujeres. Las mujeres son buenas para hacer tortillas y tener hijos, como le dijeron un día a Eufrosina Cruz Mendoza. A las demás nos lo dijeron de otras formas, pero al menos las de mi generación no podrían negar que alguna vez alguien les dijo que debían tener hijos o hijas, para no estar solas, para no enfermarse…

La maternidad es obstáculo para que muchas mujeres puedan desarrollarse, sistemáticamente el cuidado de los niños y niñas de las mujeres que trabajan ha estado al margen de la obligación de las instituciones gubernamentales. Por años vivimos sin guarderías suficientes. Ahora, el futuro es de miedo. Dinero directo a las familias para que paguen los cuidados de las niñas y los niños. Un volado.

La muerte materna, a pesar de los pesares, sigue existiendo en México.

Reflejo, como explica GIRE, de múltiples violaciones a derechos humanos que enfrentan las mujeres para acceder a servicios de atención obstétrica. La razón de muerte materna sigue siendo mayor a la establecida hace casi tres décadas.

Todavía peor el embarazo infantil y adolescente. Producto, casi invariablemente, de actos de violación sexual perpetrados en la mayoría de los casos por sus padres, padrastros, abuelos o cualquier otro integrante de la familia o conocido. México, también está dicho, es uno de los países con más casos de vergüenza como este.

Muchas madres profesionistas no pueden acceder al trabajo porque tener hijos es una condicionante negativa. A pesar de que desde el nuevo siglo en casi todo el país está prohibido negar el trabajo a una mujer embarazada o correrla por esa razón, la práctica sigue ocurriendo. Y, ahora, como he dicho tienen otra práctica los empleadores, no contratar mujeres con hijos menores de dos años.

Bueno ese es solo un repaso de Madres sí, pero con Derechos.

Sin embargo, hoy el derecho más urgente de las madres mexicanas es la justicia para nuestras hijas e hijos.

Desde hace algunos años, el 10 de mayo tiene otro sentido. No sólo para quienes nos han arrebatado un pedazo de nuestro corazón sino para todas las mujeres que siendo madres vivimos esa inseguridad de no volver a ver a nuestras hijas e hijos porque la violencia, esa tan cotidiana, tan instalada en nuestras vidas, esa que llaman generalizada y de la de género, está aquí y nos castiga.

Y nada ni nadie detiene esa barbarie.

Mujeres y hombres asesinados y desaparecidos, dan hoy en México, este país tan solitario de sí mismo, un significado de dolor profundo para miles de mujeres que un día de tantos decidimos ser madres de uno, una, de varios o varias hijas.

Es una maternidad solitaria a pesar de que somos miles. Una maternidad abandonada porque aún las palabras, los programas, las promesas institucionales nada acompaña.

Casi 12 mil feminicidios y asesinatos dolosos de mujeres, en tres años, entre 2015 y 2018. Datos del Secretariado Nacional de Seguridad Pública.

Este año, la violencia creció 13 por ciento más que en 2018. Más de cinco mil víctimas en los dos primeros meses de este año.

Más de 40 mil desaparecidos y desaparecidas.

Mientras unas buscamos justicia en las Fiscalías, otras rascan la tierra con sus manos para buscar a sus hijas e hijos. Otras recorren burdeles donde les dicen que están sus hijas, víctimas de trata, ese delito que donde estiman casi el 90 por ciento son mujeres y niñas. Y deja a los perpetradores millones en ganancias.

Es lo mismo, aunque en diferentes circunstancias. Ver la cara de los fiscales es como ver la tierra dura y quizá maloliente de las fosas. El dolor es igual, semejante. La diferencia es como me dijo un día Josefina de León, madre de Cinthya Mabel Pantoja de León, desparecida desde el 22 de abril de 2012:

“Tú sabes que a tu hija la mataron, sabes dónde está tú hija, que puedes ir con ella a la hora que quieras…pero que tu hija no vuelva es vivir un infierno desde que te levantas hasta que te duermes”.

Sí este el país de la maternidad rota.

#JusticiaParaSol

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