Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[
¿Es así como descubrimos la verdad y evolucionamos? ¿Reuniendo fragmentos sin confirmar de ese tipo? No sólo de mi madre, sino también de Agnes, Rachel y el señor Nkoma (por cierto, ¿dónde está ahora?). De entre ellos, ¿todos los que me han quedado incompletos o que he perdido pasarán a ser claros y evidentes cuando vuelva la mirada atrás? Si no es así, ¿cómo sobrevivimos a los sesenta kilómetros de mal camino de la adolescencia, que atravesamos sin una conciencia sincera de nosotros mismos? “El yo no es lo principal”, me murmuró una vez Olive Lawrence con una sabiduría a medias.
Michael Ondaatje
Y cuya trama —conectando con la puesta en práctica del rito de pasaje iniciático que va figurando en libros anteriores— vuelve a ser nada más que la excusa para ser una vez más bendecidos por el modo en que Ondaatje primero lee y contempla para enseguida evocarlo y escribirlo. (Y advertencias entre paréntesis: me consta que no todos pueden disfrutar de la lectura en ondaatjés). Todo, como es costumbre, al servicio del Gran Aria Ondaatje: la recuperación de un ayer difuso.
Rodrigo Fresán
La historia es de impacto inicial: los padres de Nathaniel Dedal) y Rachel (Gorrión), dos adolescentes, deben trasladarse a Singapur y dejarlos al cuidado de un extraño personaje, a quienes los muchachos apodan Polilla. Son los días posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial en Londres, 1945. Primero viaja el padre. Algunas semanas después lo hace la madre. Un día, encuentran en el sótano de la casa el baúl que con tanto esmero preparó la progenitora para su viaje. ¿Qué ha pasado?
Luz de guerra (México, 2019, Alfaguara, 274 pp.) de Michael Ondaatje, junto con un ritmo vertiginoso y un ambiente plagado de incertidumbres, nos enfrenta a una serie de referencias que llaman a ubicar la novela, recurso inevitable entre ciertos lectores, como quien esto escribe. Mi primera evocación me lleva a la biografía de Joseph Conrad: los padres lo llevan de la India a Inglaterra. En la casa de la tía, después sabremos que es una maltratadora, lo envían a un mandado, cuando vuelve ellos han regresado a Oriente. El hecho provoca un vacío en el estómago en el lector. La segunda tiene que ver con la novela que William Golding publicó en 1979, La oscuridad visible: un niño que emerge de un incendio y deambula por las calles londinenses en una jornada del Blitz. Allí aparecen las mellizas Sophy y Toni, con la primera nunca interacciona, con la segunda tiene apenas un fugaz encuentro. ¿El niño y Nathaniel emergen en diversos momentos de la misma ciudad y en diferentes etapas de sus vidas?
La tercera me remite a esa novela de años recientes que va de nueva cuenta a los estragos de la guerra, sobre todo la vida invadida en el caso de los franceses y en peligro de invasión, bajo ataque, en el de los británicos. Pienso en la narrativa de Modiano. En todo caso, la temática ya estaba en estos escritores desde el siglo pasado, tal es el caso también de Ondaatje, y sólo se trata de un momento editorial o del favor del público. El joven se mueve con su hermana en un mundo de peligros. Ya no son los obuses de los alemanes, son los nuevos guerreros y los delincuentes de todos los tiempos.
La cuarta se relaciona con la obra del autor, el Ondaatje de El paciente inglés, ese personaje que viene de la oscuridad y de la niebla en medio de la guerra. Los jovencitos de Luz de guerra son hijos de la conflagración, pero tienen que sobrevivir gracias a sus propios recursos y a una red de fuerzas que vigilan que no tengan daños evidentes. El daño interior es otra cosa, pero los tiempos no dan tregua. ¿Quién es ese jovencito quinceañero Nathaniel? ¿A pesar de su memoria no tiene memoria?
Así que lo interesante de esta novela del escritor nacido en Sri Lanka (1943), por muchos identificado como canadiense (su nacionalidad), es su singular realización, los ecos se van desvaneciendo y de la primera parte que es intrigante y desasosegadora, ¿por qué el abandono? y se da lugar a una voz que explica que escribe muchos años después (unos trece años), de los acontecimientos, se pasa a la segunda en que el personaje revela que se encuentra en 1958 y que ha sido llamado a ejercer un trabajo que le permite tener una versión más de su rompecabezas. También, a partir de esa temporalidad es que llegan a ocupar un lugar importante escenas o sucedidos de aparente segundo plano.
Nathaniel y Rachel deben integrarse a internados de acuerdo a su sexo, de manera que Polilla será un vigilante lejano y discreto, pero el joven entra pronto en crisis, la chica no la pasa mejor, y en común acuerdo regresan a la casa. Polilla demuestra su capacidad negociadora y logra que los admitan en calidad de externos. La vida dará un vuelco. A la casa llega Dardo, un personaje no menos misterioso. Si de Polilla se dice que durante la guerra trabajaba dos tardes a la semana para el Sindicato Internacional Semítico y Radical de Sastres, Operarios y Planchadores, ahora se rumoreaba que vendía sobrantes de comidas selectísimas, provenientes de opulentas mesas, en el mercado popular. Aunque también se le asociaba a organizaciones clandestinas de la lucha contra los alemanes. Si eso se decía de Polilla, de Dardo sólo era evidente que traficaba con perros o que tenía un papel importante en las carreras de canes. En medio de la noche de Londres, a falta de luz después de los bombardeos, los jóvenes acompañaban a los personajes en sus inexplicables acciones, parte de una secuencia que ignoraban o de una obra que les era inalcanzable. Bien podía ser en la organización de un banquete, en un piso abandonado desde donde se podían enviar señales luminosas a los aliados, o bien en sus incursiones al norte del Támesis, a donde se llevaban y de donde se traían paquetes que no eran abiertos ante sus ojos.
El encuentro con el baúl, realizado por Rachel, cambia también la perspectiva de los dos hermanos. A ella le hace surgir ira y resentimiento contra Rose, la madre. A él le lleva a tratar de entender lo que ha sucedido. Hubo peligros. Nathaniel estuvo a punto de ser atrapado en un ascensor y en los pisos de un edificio, pero logra escapar. Y los dos son entrampados en un teatro. Allí los salva una brigada en la que están Polilla y Dardo y otros miembros de la guerra posterior a la guerra que se desarrolla en Londres y en Europa entera. Allí reaparece la madre, encuentra de inmediato a Nathaniel y tiene que preguntar por el lugar donde han resguardado a Rachel.
En la segunda parte, Nathaniel es llamado por el Servicio Exterior Británico para que desarrolle algunas investigaciones en los archivos de la guerra. Es abundante el material y está estratégicamente acomodado para que vaya de lo obvio a lo más secreto, en el entendido de que no avanzará mucho. Allí sabemos que Nathaniel vivió con su madre en la zona de origen de su familia. Rachel en cambio vivió con su enfermedad, epilpesis, y se dedicó al teatro. Él la pudo visitar y supo que tenía un hijo llamado Walter, como Polilla. Y nada más. La novela afirma que Walter está muy malherido en el momento del ataque a los hermanos y que no sobrevivirá.
—¿Y Walter?
—Puede que no salga de esta. Tienes que llevarte a los chicos de aquí. Podrían ser más.
Y más explícitamente
—Murió protegiéndoos a los dos aquella noche, en el Bark. Igual que te protegió aquella vez que huiste, después de que tu padre matara al gato.
Hábil, Nathaniel logra entrar a los archivos que no le están dados para su búsqueda. Así logra saber de Viola y sus actividades, Rose en la vida diaria, su madre, misterio permanente.
Rose nunca dejó desprotegidos a sus hijos. Es cierto que tenía que viajar, que tenía que vivir en el clandestinaje en sus estancias en Londres, pero además de Polilla y Dado, se dio su tiempo y acudió a gentes para que la llevaran a observar de cerca a sus hijos o mandó a una etnógrafa, Olive Lawrence, en papel de novia de Dardo a ejercer vigilancia. En esta segunda parte es fundamental el papel que adquiere un jovencito que cayó del tejado de la casa de Rose y tuvo que vivir acostado en un sillón mientras su familia reparaba el techo. Ese personaje llegaría a ser el enganchador de Rose en las actividades políticas e ideológicas durante y después de la guerra. Años después, habrá quien visite a Rose y le deje un recado inolvidable. Al parecer la guerra se prolongó mientras hubo sobrevivientes y cobradores de cuentas.
Nathaniel es un amante de los mapas. Encuentra uno sin identificaciones en un libro de bolsillo que perteneció a su madre. Él logra acomodarlo a su referente, después de una sagaz búsqueda. Así es su vida. Un mapa sin nombres, sin coordenadas, sin objetivo claro. Las historias que oye, los acontecimientos que vive o que le narran, su propia escritura que ejerce desde 1958 y la búsqueda en apariencia sin pies ni cabeza de Servicio Exterior, le permiten reorganizar el nuevo todo. Podrán faltar piezas, podrán faltar datos, pero la versión allí está. Cuando va en búsqueda de pistas al cuarto de su madre, no encuentra nada definitivo, sólo el plano. Él tiene que llenarlo, la madre no le dirá nada contundente.
En cambio cuando logra dar con Dardo, se extraña de su trato distante y cerrado. Es sólo cuando va al baño y regresa que se enfrenta a unos versos, los versos que Agnes, su novia de esa época conocía, la chica con la que se acostaba en casas abandonadas, gracias al tip de un hermano, la chica que robaba comida de los restaurantes donde trabajaba como mesera para compartirlos con Nathaniel y que se empezó a aficionar a las cualidades de Dardo, quien aparecía ante ella como padre del novio. Y ni una palabra más, sólo esa pieza del rompecabezas que altera el fresco de manera inesperada.
El Dardo debió de quedarse asombrado ante esas costumbres y prioridades en una chica embarazada de diecisiete años que acabaría poniendo a raya con tanta eficacia los malos hábitos de su vida.
Luz de guerra es una intensa novela de la soledad. Los personajes viven el fin de la guerra, pero saben que los combaten continúan y arrojarán todavía buen número de víctimas. De qué manera saltaron el abismo: ¿Raquel lo logró?, ¿Rose cayó en un momento innecesario? ¿Nathaniel tendrá tiempo de seguir buscando esa luz entre los escombros y las tinieblas?