Opinión

Evo MoralesFilomeno Pinedo Rojas

Las fuerzas de la oligarquía bolivariana, envalentonadas por la intervención de la OEA dominada por Estados Unidos y dirigida por Michelle Bachelet, ex presidenta de Chile, que sufre un inmenso baño de sangre por la represión, lograron un golpe de Estado contra el presidente Evo Morales. Sin embargo, a la OEA no le ha valido ni un comentario negativo contra el presidente chileno Sebastián Piñera quien continúa con la masacre de su pueblo.

No cabe duda que si la denuncia de un fraude electoral en Bolivia mereció la destitución de Evo, cuando no hace mucho la ONU lo calificaba como el mejor presidente latinoamericano que había logrado el mejor crecimiento económico y desarrollo social obtenido en los últimos tiempos en la región, significa que existen criterios distintos para valorar el resultado de las elecciones, porque en México, en el 2006, hubo un fraude evidente y conocido a nivel mundial, y nadie pidió anulación del proceso.

En Brasil, hubo un golpe de Estado contra Dilma Rusef y la OEA calló inexplicablemente. Y lo mismo hizo cuando encarcelaron a Luis Inacio Lula para que no participara como candidato. De la misma manera que en Argentina se manipuló el proceso electoral para que ganara Mauricio Macri, quien ahora, después de llevar al fracaso total de su país, ha sido vencido por Alberto Fernández, apoyado por la ex presidenta Cristina Fernández de Kichner quien, con su esposo, había salvado a la Argentina de la gran crisis que sufría.

En Bolivia hoy, los resultados electorales no son el motivo para la destitución de Evo. Es la lucha de Estados Unidos por apropiarse de ese país, para lo cual se valió del ex presidente de la república Carlos Mesa, quien como gobernante entre el 2003 y 2005 fue respaldado por Norteamérica y en las últimas elecciones compitió como el candidato de la derecha que desde el día de la votación declaró que no reconocería el resultado si ganaba Evo Morales, logrando el respaldo de la OEA.

Esta es la lucha de clases que sigue viviendo América Latina, tan compleja que en ocasiones no es percibida. Y en esa lucha, las aspiraciones de democracia, justicia y dignidad de los pueblos, sigue y seguirá en pugna.

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