Opinión

 unnamedbbbBerenice Chavarría Tenorio / Cimacnoticias

"Ruido" se estrenó en cines el pasado 6 de enero y el 11 del mismo mes llegó a Netflix, una de las plataformas de streaming más famosas en México. Con una historia dolorosa, pero abordada desde una perspectiva de género, nuevamente una película llega para dejarnos algo en claro: estos filmes no deberían existir, porque no deberían haber mujeres que no vuelvan a sus hogares, tampoco autoridades ineficientes y un contexto feminicida creciente ante los oídos sordos de un gobierno que poco invierte en garantizar una vida libre de violencia para las mujeres.

En "Ruido" Julia busca a su hija Gertrudis o “Ger”, como a ella le gusta ser llamada, luego de haber desaparecido hace nueve meses tras un viaje que realizó con un grupo de amigas. En su búsqueda Julia se encuentra con otras madres, mujeres que resisten la indolencia del Estado y el dolor de no saber de sus hijas. Natalia Beristain hace un recorrido por las colectivas bordadoras, periodistas y abogadas que acompañan los casos, madres que buscan a sus “tesoros” en fosas y las feministas que salen a las calles exigiendo ¡Justicia! a grito desgarrado. 

No se deja de lado la crisis forense que permea en el país, tampoco la corrupción protagonizada por policías y fiscales que se manejan por medio de intereses. En "Ruido" queda clara también la estrecha relación del crimen organizado con el delito de desaparición y trata de personas, elementos que las madres deben sortear en sus búsquedas con el riesgo constante de ser víctimas de feminicidio.

En una hora con 40 minutos Natalia Beristain resume lo que para muchas madres son años de búsqueda, dolor y riesgo. Años que también representan redes, amor, familia y sororidad, ya que los lazos que se tejen entre mujeres, la mayoría de las veces logran salvar. 

En esas historias sobre las que "Ruido" fue inspirada encontramos por ejemplo la de Pamela Gallardo Volante, quien desapareció en 2017 en la Ciudad de México, desde entonces su madre, María del Carmen Volante, ha transitado un camino de revictimización por parte de las autoridades e incluso se ha convertido en perito al llevar a cabo -junto a su familia- las investigaciones que la Fiscalía capitalina no ha logrado concretar. 

También recordamos casos como el de Daniela Sánchez Curiel, quien tenía 20 años cuando desapareció el 11 de marzo de 2015 en Tlalnepantla, Estado de México. Hasta el día de hoy Daniela sigue desaparecida en medio de una investigación plagada de irregularidades, ya que su familia está convencida de que fue víctima de feminicidio a manos de su expareja, quien la agredía físicamente.

No olvidamos a Esmeralda Castillo Rincón, quien desapareció el 19 de mayo de 2009 en Ciudad Juárez, Chihuahua, a la edad de 14 años. A partir del primer día de la desaparición de Esmeralda, su padre José Luis Castillo y su madre Martha Rincón emprendieron acciones de búsqueda luego de recibir información que indicaba que su hija estaría siendo víctima de trata de personas; sin embargo, en ese mismo momento comenzaron las omisiones que han provocado que a más de 13 años se continúe sin conocer el paradero de Esmeralda.

Norma Dianey García García es otro nombre que retumba en cada marcha feminista. La joven desapareció el 15 de enero de 2018, en la trayectoria de Neza a Chimalhuacán, Edomex. Su madre, Lourdes García, recibió un mensaje de rescate; sin embargo, a casi tres años de su desaparición, continúa sin tener información que le de certeza en su localización. 

Como ellas podríamos nombrar a las 22 mil 156 mujeres que desaparecieron entre el 1 de enero de 2006 al día 12 de enero de 2023, de acuerdo con cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas (RNPED), a quienes el Estado aún continúa silenciando hasta provocar el olvido. Mujeres que no son buscadas aunque incluso muchas de ellas podrían formar parte de la crisis forense que permea en México, la cual mantiene a más de 52 mil personas sin identificar, problemática que también se resalta en "Ruido".

Ante esto son las madres quienes resisten de la mano de otras mujeres que transitan los mismos caminos que ellas. Caminos plagados de afectaciones comunitarias, emocionales, físicas y económicas. En su informe Impactos del feminicidio en México y las respuestas del Estado, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) exhibe que, por ejemplo, ante la desaparición, las familias “desembolsan cantidades -en ocasiones cuantiosas- para tener asesoría jurídica privada, en atención médica, atención psicológica y tanatológica, ante el desconocimiento, revictimización o ineficiencia institucional”. 

Para las madres la búsqueda de sus familiares implica traslados, enfermedades, dolor, rabia, caminar y volver a empezar. Andando desde la sororidad junto a otras mujeres, tal como lo retrata "Ruido". Caminos que para algunas representan años de injusticia y sin saber de sus hijas. La necesidad de acompañarnos ante la impunidad, construir desde el amor por volver a verles y no detener la exigencia comunitaria: este mensaje nos deja la película.

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