Opinión

Italo Svevo 001Alejandro García / ]Efemérides y saldos[

Me explicó que mi auténtica enfermedad era el propósito y no el cigarrillo. Debía dejar aquel vicio sin proponérmelo. Según él, con el paso de los años habían ido formándose en mí dos personas, una de las cuales mandaba y la otra era simple esclavo, que, en cuanto disminuía la vigilancia, contravenía la voluntad del amo por amor a la libertad.

Italo Svevo

Zeno, en la novela de Svevo, no sabe si la suya es una consciencia que analiza o un estado de consciencia que es analizado.

Claudio Magris

“La conciencia de Zeno” (México, Debolsillo, Random House, 471 pp.) de Italo Svevo cumple 100 años. Se trata de una novela que conserva muchos de sus méritos y tiene la fortuna de haber incorporado otros conforme el tiempo histórico se desplegó a lo largo de una centuria.

     Desde luego, antes, empezaré por recordar la relación que existió entre James Joyce e Italo Svevo. En lo personal el primero (Ettore Schmiltz) fue maestro de inglés del segundo. También fue un sagaz comentarista de su obra y un buen promotor de la misma más allá del territorio en que operaron (al parecer el mayor éxito fue en Francia, apenas a un lustro de su publicación en italiano), Trieste. Joyce influyó para que el autocrítico feroz abandonara su trinchera y se pusiera a escribir su obra maestra. En lo literario el libro bien pudo llamarse Zeno, como sus compañeros de ruta “Ulises” y “Orlando”. Se piensa en que Woolf y Joyce operaron con Proust la gran revolución (¿”Marcel”?) narrativa, la epopeya del yo común y corriente, el flujo de la conciencia. La novela de Svevo también se ocupa del yo, un yo sin grandes dotes heroicas, un hombre gris. Piensa y escribe.

     Para Claudio Magris “La conciencia de Zeno” es la liquidación de los modelos clásicos y de eso mismo aplicado a lo que fue la literatura centroeuropea, vamos lo que abarcó y diluyó el Imperio Austrohúngaro. De manera que Svevo opera como una especie de engarce entre esa literatura clásica y la revolución temática de narradores como Kafka, Lawrence, Musil. Y permite que se vea esa nueva lectura del yo y de su pensamiento como algo indisoluble, sea desde la prioridad del fondo o de la forma. Lo importante es la obra y la figura del yo que arroja, el estado del pensamiento que se muestra y demuestra y el valor del lenguaje como fraguador de ese yo, de ese pensamiento y de esa escritura de segundo grado. Además, el lenguaje permite que la interpretación no tenga una sola significación, mucho menos a la luz de nuevas manera de resignificar la vida. como el psicoanálisis.

     Afirma Claudio Magris:

     “La cultura centroeuropea ha sido cuna de un pensamiento negativo de ese tipo, que desarticula lo real en lugar de sintetizarlo y no reconcilia ni supera las contradicciones, sino que las exaspera; cuando Zeno escribe su imaginaria autobiografía terapéutica, no esclarece ni ordena, sino que descompone y altera sus recuerdos, es decir las experiencias y unidades significativas de su vida, y en esos fragmentos constantemente alterados y resituados descompone y talla su propia personalidad”.

     Ese valor de ajuste de cuentas con la literatura del pasado, esa impresión del yo desde un modelo no joyceano, esa marca del pensamiento y del lenguaje son atributos que pronto pusieron a Svevo entre los autores más relevantes de la década de los 20 y entre el grupo de escritores que marcaron pautas de lectura que reventaban, por lo bajo, las fronteras de la novela.

     La novela tiene una serie de camisas que cubren la historia y permiten apreciarla de distintas maneras. Se trata de la memoria de un enfermo, pero quien la publica es su médico, su psiquiatra, y lo hace en venganza porque el paciente le hizo caso en escribir su biografía, pero abandonó el tratamiento. Espera que regrese.

     Luego, lo que es el gran cuerpo de la novela es el recuerdo escrito del personaje. Acata la instrucción y se pone a escribir. El resultado es una novela, una biografía, un texto. En ella, el personaje pone ante el lector la relación consigo mismo, con su vicio del cigarro, con su padre, con las mujeres, con su esposa y con su socio, también contrincante en la búsqueda de la mano de la cuñada. Creo que esas camisas alejan la acción del personaje y más la aleja el que sea un recuerdo o una serie de recuerdos que fueron escritos en distintos momentos y que hoy están detenidos en las páginas de un cuaderno y (fuera del control del narrador y de Svevo) de un libro que corre su propia suerte cien años después.

     Zeno es un personaje autosuficiente en la economía, pero su padre le nombró un administrador de por vida, a fin de cuidar por el futuro. Así, parece que todo es lejano e indiferente, pero sucede. Por ejemplo, duda entre pedir la mano de la hermana más hermosa y ante la negativa va en pos de la segunda y se contenta con el sí de la tercera, no muy agraciada en lo físico, pero con una gran capacidad de resistencia y tolerancia.

     ―Es curioso cómo en este mundo hay poca gente que se resigna ante las pérdidas pequeñas, la grandes son las que inducen de inmediato a la gran resignación.

Zeno es distante de su padre, y así lo será de su amante, una joven de regular talento artístico que preferirá a su maestro de música. Casi no se menciona su pareja de hijos. El mismo vicio del cigarro se difumina como el humo, apenas avanza la novela. El día de su muerte, un padre casi zombi le pega una involuntaria bofetada al hijo. La acción se pierde como muchas otras.

     ¿Cuál es el valor de Zeno? Esa gran capacidad para construir un mundo gris, antecedente ya de “El hombre sin atributos”. El joyceano desea ir al baño, la woolfiana va hombre a mujer, el proustiano recuerda una madalena en el té y lo que con desde allí venía. Zeno hace conciencia de su infancia, de su “última día de fumar” una y otra vez, de la indecisión para signar mujer, del amasiato fácil y desteñido, del competidor por el favor de la cuñada convertido en especulador de causas perdidas y ruinosas. Es el yo el que impera, el yo de todos los días, el pensamiento que nunca se detiene, la relatividad de las versiones y los encajonamientos del lenguaje.

     Entre los añadidos para bien de “La conciencia de Zeno” puedo observar dos. La posibilidad de leer un documento que puede ser analizado por un especialista de la mente o que puede ser territorio de reflexión para un atribulado por sus actos y por los insondables garfios del antes y después. Uno de los grandes aportes de Freud a la literatura es que se pueda leer su trabajo clínico justamente como literatura. Svevo lo único que hace es producir un expediente alternativo sin la huella de ser el padre de una disciplina.

     El otro añadido que apoya la lectura de esta novela tiene que ver con el valor terapéutico de la narrativa. Ahora se pide escribir historias para conocer o vencer a los demonios interiores, para conocer los caminos oscuros del inconsciente. Durante muchos años leímos con esa certeza, que así como la novela histórica nos develaba claves de lo realmente sucedido en los conflictos y aconteceres humanos, también podría convertirse en liberador de mentes lastradas, en el caso del escritor, y suturador de obsesiones y caídas en en el caso de la novela psicológica. No en vano los complejos freudianos (tal vez me equivoque) provienen de referencias literarias.

               En resumen comprendía que la verdad no bastaba para excusarme, tal vez porque no podía contarla entera: no podía contar la operación muy importante que esperaba desde hacía días regular con mi deseo los cambios mundiales

“La conciencia de Zeno” Permite una lectura tranquila, sin muchos sobresaltos, pero donde la perspectiva está dada por estas camisas y por estas posibilidades de lectura. Su aportación es lo mismo temática que formal, dada esta coexistencia con otros discursos.

     Y me queda también ese encuentro con el futuro, el fumador. El origen del tratamiento quiere ser huir del cigarro. Como el enfermo de Mann en “La montaña mágica” Zeno no tiene escapatoria, ahora es la autoridad medica la que le fija los espacios. Terrible asunto el de los fumadores hoy, a quienes vemos degustar su cigarro afuera de sus empresas, de sus casas, de los restaurantes, de sus autos, incluso alejarse de áreas públicas restringidas. Y el asunto es que todo termina siendo una sanción moral. Claro, el principio quiere se la defensa de la salud, la protección del ambiente, pero también esto se convierte en elemento de segregación, de poder y de anulación (De esta novela aún se consiguen en medio uso, ediciones en Bruguera, Gadir, Lumen)

     Hoy 21 de marzo es Día Mundial de la Poesía. Leamos poesía. Cambia la vida.

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Guadalupe