Lucía Lagunes Huerta / Cimacnoticias
El 30 de abril se festeja el día de la niña y el niño, y vale la pena detenernos en los impactos que puede tener la propuesta presidencial de eliminar el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes, mejor conocido como Sipinna.
Yo le diría a las y los diputados que antes de correr para eliminar alguna institución analicen lo que tienen en las manos y que consideren la grave situación que enfrentan las niñas en nuestro país en materia de violencia, trata, pobreza, embarazos y uniones tempranas que son áreas en las cuales ha estado trabajando el SIPINNA desde su creación por mandato de ley.
Ciertamente hay una experiencia en México del crecimiento desordenado de la burocracia, que hay que decir, es responsabilidad de los Gobiernos, lo cual no implica que por ello se tiene que agarrar la tijera sin ton ni son. Todavía no tenemos ninguna evaluación de los impactos de la desaparición de los fideicomisos y se quiere ir por más sin explicación clara.
Lo que ocurra con Sipinna va impactar en la niñez y la población adolescente que es un tercio de la población nacional según el censo de 2020, 38.2 millones de niñas, niños y adolescentes que hoy enfrenta graves retos en materia de sus derechos humanos y por lo tanto de su desarrollo.
Así que antes de desaparecer cualquier cosa, hay que evaluar a las instituciones a la luz de la razón por la cual fueron creadas, y saber si se respondió a la necesidad que le dio origen, si aún persiste esa necesidad seguramente se requiere la permanencia de la Institución.
En 2018 Sipinna advertía que nacer niña en nuestro país era sinónimo de desventaja, producto de la violencia y desigualdad que enfrentan las mujeres desde que son niñas e incluso desde antes de nacer.
Una de las desigualdades que enfrentan es el trabajo doméstico al cual se ven obligadas, 29.7 por ciento de las niñas y adolescentes dedicaban más de 28 horas semanales a realizar trabajo doméstico, esto en 2018, nos informaba Sipinna.
Durante la pandemia estas horas aumentaron y las del estudio disminuyeron o desaparecieron por completo. La gran mayoría de quienes abandonaron los estudios durante la pandemia fueron las niñas y las adolescentes por la sobrecarga de los trabajos domésticos y porque aún persiste la idea que el estudio para las niñas no es necesario.
Es sobre esta población que tiene su mandato el Sistema, el cual debe desarrollar las políticas públicas que se requieran reconociendo a las niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos. Por eso Sipinna impulsó la prohibición total del matrimonio Infantil.
Y por ello señalaba en 2018, que, en un mundo, y un país como México, donde las desigualdades determinan el acceso a los derechos universales, ser niña es nacer con desventaja automática ¿Cómo revertir la vulneración de los derechos de niñas y adolescentes? Se pregunta y se respondía Sipinna, con políticas públicas con enfoque de derechos donde ellas sean prioridad.
En la otra cara de la moneda está el DIF, creado en 1977 con una reforma en los años 80 con un mandato de Asistencia social, por ello es el encargado del Sistema Nacional de Asistencia Social Pública y Privada.
Uno no puede revolver agua y aceite, Sipinna y el DIF tienen funciones, mandatos y lógicas diametralmente distintas.
Por lo tanto, hay que detener la ansiedad y mirar qué es lo que más le conviene para las niñas, niños y adolescentes a la luz de los retos que están enfrentando.
Lo que demuestra el DIF tras 46 años de creación es que la asistencia pública no es suficiente y que hay que desarrollar la política pública desde la lógica de la niñez y los derechos humanos, por ello nació Sipinna, quien desde 2021 no cuenta con titular sino una encargada de despacho y desde entonces también enfrenta las intentonas de desaparecerlo, será por ello que esta disminuido.
Son muchas las voces que se han levantado para evitar la regresión que se pretende hacer, serán las y los legisladores quienes tengan la última palabra, así como detuvieron al club de Toby de los partidos, pueden detener este retroceso.