Opinión

Los Placeres y los DiasAlejandro García / [Efemérides y saldos[

          Al final de la jornada les urge divertirse, y cuando buscan diversión nadie sabe qué se les podrá ocurrir. A últimas fechas se les ha ocurrido el extraordinario espectáculo de las cholitas luchadoras, que ha revitalizado la versión boliviana de la lucha libre en México, un espectáculo de improvisación libre que está entre la representación de la pasión de Cristo, el arte del pancracio, y el caos total.

                                       Alma Guillermoprieto

          Para el jurado [Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, 2018], esta reportera ha trasmitido esa realidad “con enorme coraje, también en el ámbito de la comunicación anglosajona, tendiendo, de este modo, puentes en todo el continente americano”. “Alma Guillermoprieto representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea”, concluye el acta.

                                        Bruno Pardo Porto

“Los placeres y los días” (México, 2015, Almadía, 139 pp.) de Alma Guillermo Prieto (Ciudad de México, 1949) es una breve, notable y ligera muestra del trabajo periodístico de la autora. Cuando digo ligero lo hago en contraposición a pesado (la paradoja kunderiana/calvinista/ecocida), de allí que no se trate de un adjetivo suelto, sino de una correlación entre supuestos contrarios, dado que en la producción de la autora es muy común pensar en lo pesado, en lo denso: pienso en la escena de apertura de la primera crónica de “Desde el país de nunca jamás”: “Los cuerpos Arrojados en el mar de lava salvadoreña ponen de manifiesto la violencia sobre los civiles”:

     En Playón, El Salvador. Los zopilotes están cebados. Su color es el mismo de la explanada de roca volcánica gris y negra que se extiende a lo largo de veinticinco kilómetros a espaldas del volcán San Salvador que cuida a la capital de El Salvador.

     A primera vista, parece como si las rocas estuvieran vivas y aletearan y se tropezaran con bandadas sobre la basura humeante y las botellas rotas. Pero son zopilotes y están atareados limpiando otro esqueleto (…) Hay tantos cuerpos ―varias docenas, quizá un centenar― que ya nadie se molesta en recogerlos.

Lo explica la autora en una introducción titulada “El nuevo siglo”. Lo único indispensable en esta vida son el sexo y el alimento, pero no es del primero del que quiere hablar, es del segundo y de su correlación con un sentido ―lo digo yo― positivo de la vida: de la sobrevivencia al placer. Y así se abre también espacio para otras maneras de convivir con la agresión o la violencia cotidiana, nunca nada más política y sí muchas veces parte del ajetreo diario en un mundo desigual. De manera que el sostén temático está en ese ámbito, aderezado por el tiempo, los días. El otro sostén es la factura verbal, el levantamiento de cada una de las piezas, el arte narrativo que lo hace posible, así se pueda acoger al periodismo, a la historia, a la literatura o a esa reseña de la vida de todos los días, el tiempo que se escurre entre los dedos y nos fragua.

     No puedo dejar de comentar que en la pieza introductoria el placer de comer se ve amenazado por las industrias coercitivas, generalmente trasnacionales desde su fundamentación teórica, llamémoslas planes contra la gordura, contra la grasa (a la fila de Barbie podrás ser alguien en el mundo), y que Alma Guillemoprieto hace tocar tierra cuando nos dice que muchas de esas ayudas para controlar la figura convencionalmente adecuada sufren con frecuencia la filtración anal. Bah, una manchita o manchota, marrón, que queda en el lugar donde ha estado la pretensa sílfide.

     Después nos va mostrando los diversos terrenos en que ha entrado: abre con las cholitas bolivianas, ágiles practicadoras del famoso catch barthesiano que entre nosotros se conoce como la rudísima lucha libre, la del Santo y Blue Demon, el Cavernario Galindo y Toña La Tapatía (inmortalizadas en filme y en canción de la agónica Sonora Santanera). La lucha mexicana es modelo para América Latina y Bolivia ha entronizado a estas mujeres que sin dejar su raíz se meten a maromear y llavear entre las cuatro cuerdas. El espectáculo no está sometido por las grandes compañías que sacan ganancia de la torsión humana (hay, desde luego empresarios, el asunto es capitalista), pero mantiene un público ávido de diversión, de sacar la violencia o los golpes, es momento de ensanchar la marginalidad o angostarla, que se suelen quedar en el pensamiento y en el cuerpo.

     A Mamami le llegó la inspiración: enseñaría lucha libre a un grupo de mujeres y las vestiría de cholitas. Martha la Alteña (…) Yolanda la Amorosa…

Después el campo es la cantante Celia Cruz, emigrada de la Cuba revolucionaria y a quien el lugar común y la propaganda suele etiquetar en cantante de buena posición en Estados Unidos para contrarrestar el efecto anticapitalista de la isla. Dueña de una voz potente y festiva, como su referente, cada quien en lo suyo, Guillermoprieto delinea aquella parte en que Cruz no llega a públicos que estén fuera de la órbita del Caribe, el público multirracional, en especial el blanco, el de habla inglesa.

     Nunca he tenido la oportunidad de aparecer en un canal de televisión en inglés. Bueno, chica, fíjate que en uno de mis concieretos en el Madisno Square Garden vinieron de la televisión ¡y no me filmaron a mí sino al grupo que abría el ‘chou’

Tendrá que luchar buen tiempo para lograrlo y así la visión fácil de que saliendo de Cuba se llega al paraíso, se matiza. De alguna manera también permite desautomatizar esa impresión terrible del “gusano”. A picar piedra en el mundo de la mercancía y el gran capital y la intervención posible en cualquier momento.

    “Toulousse-Lautrec tres recetas”: es la más breve de las crónicas, en apariencia es sólo una estampa con dos partes: la admiración por la obra del francés y su carácter crítico y agudo, que acaso llevó su contrahechura a una deformación de la vida que permite examinar el contraste entre la realidad y la contrarrealidad y así ver sus mutuas deformaciones. Y la segunda que son tres breves recetas, dos para provocar al lector y una para preguntarsé por qué esta no es aguda. ¿Dónde está el secreto? Lo cierto es que Toulousse-Lautrec dejó numerosas muestras de su amor por la cocina, por el proceso transformador de las cosas naturales en meta-manjares.

     “Tango” es una larga convivencia en Argentina, visitas a lugares de baile, trato con maestros en el arte del tango, costumbres y secretos de lo que no nació en Argentina, pero que se convirtió en parte de su esencia y de lo que se ve en el mundo. No sólo es algo que se debe aprender con rigurosa técnica, también está la parte de los cuerpos, el contacto y el tránsito entre ellos y la salida de la naturaleza, esta vive de otras pulsiones, no de resentimiento, o quizá sí, pero más que nada de buscar una unidad perdida, un encuentro perdurable y una ejercicio que a más de físico es placentero y está inserto en varios mundos a la vez.

     Comienzo a sentir la conexión con la música, un cierto abandono en los pasos, la relajante sensación de flotar con mi pareja. Leccioni me para en seco: “¡Ponele un poco de personalidad, che!”, me reprende: “¡No te quedés allí vagando y disfrutando el baile mío”.

“Las harinas” es un recorrido por ámbitos en que se encuentra este ingrediente, enemigo de la delgadez y, ahora y siempre, de los diabéticos. Lo más sorprendente es ese encabalgamiento de harinas que se puede dar en un momento dado y en un producto, como es el caso de la famosa torta de tamal de México. Harina en harina, la delicia del paladar, los meandros de la creatividad que convierten el hambre en apetito y en gozo de la vida, acceso a sensaciones nuevas y profundas que resignifican el alimento y sus colisiones al interior del cuerpo.

     Si Celia Cruz es la salida de la música cubana después de la Revolución y Tango es la visita a Argentina y a sus diversos centros ceremoniales, “Buena Vista Social Club” es el intento desde Estados Unidos de restablecer la música que impregnó la sociedad nocturna y buena parte de la vida de la isla alrededor del medio siglo veinte. Músicos cercanos a los 90 recuperan ritmos, canciones, autores y los llevan a un soporte material sea disco, sea después memoria o plataforma. Recuperan auditorio y crean nuevo. Allí hay otra manera de sobrevivir de un mundo, una manera de melodizar la vida, la vida que se fue, que llevó y trajo grupos humanos, y que suele ser soporte del que salió, del que olvida.

     Finalmente “Diana Kennedy. La abanderada de la cocina mexicana” es el caso de una “cocinera, escritora y máxima autoridad en cocina mexicana” pasa unas jornadas tras una prueba de chile relleno de frutas. Lo hace en un pueblo de difícil acceso en Oaxaca. Ella es figura pública y ha terminado por residir en Michoacán. El mundo de la cocina mexicana es su medio y su credencial: ha publicado libros con recopilaciones y ella misma es cocinera de esos productos que pueden encontrare escondidos en esa comunidad oaxaqueña o en el cualquier otro lugar del país. Puede decir que hasta su mesa han venido el entonces heredero de la corona británica, hoy rey. El culmen del tránsito de lo crudo a lo cocido, de la sangre a borbotones a la reiterada pasarela por el fuego, el asado, la cocción, el horneo. Qué paladar.

     Presentó al príncipe un almuerzo de bombo y platillo. De aperitivo y para combinar con el tequilas, sirvió tortillitas recién hechas, pequeñas semillas de calabaza tostadas y molidas con chiles habaneros asados, guacamole ennoblecido con uvas, seguido de lomo de cerdo horneado en hoja de plátano, servido con chicharitos de cosecha y nopales en salsa verde. De postre, guayabas rellenas de coco y sorbete de mango adornado con tiras de mango marinadas en tequila. Y por último la famosa pasta de mango verde. (El Príncipe Carlos se llevó un trozo a casa).

Alma Guillermoprieto forma parte de ese movimiento de periodismo que suele acreditarse a los oficios y apoyos de Gabriel García Márquez, un movimiento que, como es lógico, se ha ido desgranando y ganando en figuras que se alejan de la matriz y dominan parte del campo periodístico. Además de esto, estos cronistas son excelentes narradores y hoy podemos ver que el mundo de la crónica se une a la narrativa, como es el caso de la llegada de textos referenciales a la Anagrama amarilla y gris, aquellas colecciones que eran exclusiva para la ficción.

     Guillermoprieto es una autora de vida cosmopolita. Ha vivido en México, Estados Unidos, Cuba, Colombia. Es multilingüe, lo mismo publica en español que en inglés y sus artículos se cotizan en las mejores revistas internacionales. Es culta y multidisciplinaria, experta en y practicante de la danza. Buena parte de su ejercicio periodístico ha sido comprometido, en especial cuando se trata de procesos de violencia contra la población.

     Sin duda este es un libro de lectura placentera, insisto en que ligera, donde la música y el gusto avivan los cinco sentidos, avivan el pensamiento y la reflexión, el deseo y, desde luego que toman en cuenta el sexo, esa sensibilidad natural que tienen mujer y hombre y que es cosquilla, atracción, sentimiento que no sale, que sí sale, que lo mismo busca el encuentro desde la danza o el baile, desde la música que se recita y remuele, desde el augusto bocado que quisiera fueras tú. Y lo eres.

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