LENGUANTES
Ay, Andrea…
CYNTHIA HÍJAR JUÁREZ
Cimacnoticias
“pero no dejes de ser la niña
que abraza todo lo que hay en sí”
Pedro Guerra
Cuando era niña fui usada como comodín para todos los eventos y competencias de mi primaria. Ustedes perdonarán la grandilocuencia que me habita al contar que me elegían para dirigir las ceremonias, llevar la bandera de la escolta o competir con otras primarias públicas en poesía y oratoria. Una vez hasta gané un mini maratón de mi primaria.
No teman, no hablaré –solamente- de mi niñez en esta columna. Lo que quiero decir con la introducción anterior es que muchas veces hablé frente a micrófonos repitiendo las cosas que creía eran importantes. De niña supe lo que era estar frente a todo un auditorio con adultos diciendo cosas sobre el país, y escuché una y otra vez que la niñez es el futuro.
En mi último año de primaria llegó el punk: menstruación, novio, chichis y un 5 en mi boleta porque #MalaConducta. Mi maestra Adriana no pudo tolerar algunas cosas que comenzaban a cambiar en mí y ahí supe, sin racionalizarlo, lo que era el machismo: ser niña significaba que a mí me restaría puntos hacer lo que mis amiguitos varones también hacían.
Las niñas en la educación escolarizada. Un temazo. Desde los uniformes con falda y zapatos que no te dejan correr hasta las políticas públicas que no dejan de ser una mezcla de neoliberalismo, patriarcado y adultocracia, todo envuelto en una cáscara dura de patriarcado. Cuántas niñas se tendrán que callar cuántas cosas en cuántas escuelas. Hablamos constantemente de cómo ellas enfrentan todas las opresiones y riesgos interseccionados.
Sin embargo, esta semana las redes se encendieron por una nota que nos daba algo distinto: una niña llamada Andrea había corregido al secretario de educación y con ello había desatado la ola de memes, videos y opiniones en redes correspondientes al tren del mame semanal.
Y es que es inevitable. Una audiencia respondiendo “¡Sí!”, emocionada, a todas las preguntas del secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño; un paladín de la evaluación docente que con su modo déspota se ha dedicado a establecer una paranoia en torno a la planta docente mexicana con la mal llamada reforma educativa. Que sí, gritaba la audiencia cuando él se despedía con su demagogia, muy de mano de las y los niños que estaban atrás de él, cuando de pronto irrumpía la voz de Andrea, que no dejaba de ser respetuosa y dulce, sosteniéndose en la cinta del gafete para preguntar si podía decir algo y afirmar: “no se dice ler, se dice LEER”.
Entre las opiniones de redes, nos cuentan los siempre críticos sabedores de la lengua, que sí se pronuncia “ler”; otros nos dicen que fue clasista corregir a Nuño o que es discriminación decirle a alguien que hable bien.
También nacieron notas falsas donde, como siempre, la castigaron… esta obsesión de nuestra cultura machista por castigar a las niñas que se salen de la norma, por hacernos sentir miedo de la voz propia, de la voz de la niña que fuimos, que somos, o que con suerte volveremos a ser, aunque sea mediante notas falsas.
Las opiniones en torno a Andrea hablan mucho de lo que somos cada una de las personas que las emitimos. Algunos dicen que una niña humilló al secretario de Educación, quizá porque así aprendimos a leer el mundo, desde la humillación; otros dicen que Andrea es una niña con vocación de maestra y en fin, cada uno le da la carga de su propia formación al acto, pero de nuevo viene ella y en una entrevista nos dice que no era su intención humillar a nadie, pero que está preocupada porque el presidente y que las frases que inventa están un poquito ridículas.
Hay hechos que no necesitan mucha explicación. Hechos que cuando somos niñas nos son muy claros y nos aventuramos a señalarlos sin intención de humillar a nadie. A muchas, Andrea, nos regaló el recuerdo de ser esa niña, la que señala los errores sin intención de humillar a nadie, y que al ver la reacción lo aclara: yo no quiero humillarte, pero tengo que decir lo que pienso, lo que no me gusta, lo que me parece importante porque tengo voz y si estoy aquí, escuchándote, entonces también merezco ser escuchada.
En la opinión de quien escribe, esto es verdadera pedagogía. No porque Andrea se haya dedicado a corregir a Nuño, ni por la supuesta humillación en la que derivó su acto, sino por el hecho de dialogar desde un lugar aparentemente despojado de voz, con quien representaba a la autoridad en ese momento (además de ser un político clasista, recordemos que es un hombre blanco heterosexual, adulto y de derechas).
Los actos protocolarios en este país son ridículos por obligatoriedad proselitista. En ellos se muestra sin pudor la vena priísta de solemnidad ridícula y demagogia que nos heredaron los hombres que han gobernado siempre. Las y los asistentes, generalmente llevados ahí a cambio de promesas, desayunos, bienes materiales o amenazas, le otorgan al político en turno su presencia, su silencio y su miedo. Andrea no esperó a llegar a su casa o estar sola con sus amigos para decir que el secretario no sabía pronunciar, se lo dijo a la cara porque sabía que debía hacerlo.
Antes de hacerlo, sin embargo, Andrea se sostenía del gafete y preguntaba si podía decir algo. Es que ese instante previo a ser incómoda es de donde nacen a veces la creatividad, la crítica verdadera, el diálogo y hasta el feminismo. ¿Cuántas de nosotras nos hemos sostenido de lo que tenemos a la mano para decir lo que pensábamos? Andrea dijo poco, pero con esa frase nos recordó a muchas lo que implica usar la voz, abrazar todo lo que hay en nosotras mismas. Eso es el diálogo, eso es la frontalidad, eso es la pedagogía: una niña que nos cuenta su lectura del mundo.
Seamos más Andreas y menos Nuños.
*Cynthia Híjar Juárez es educadora popular feminista. Actualmente realiza estudios sobre creación e investigación dancística en el Centro de Investigación Coreográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes.