ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA*
La inmensa mayoría de las investigaciones indican que la pérdida del trabajo y el desempleo involuntario de larga duración son unas de las experiencias más frustrantes a las que puede enfrentarse un ser humano. Ello es así porque el trabajo tiene una doble función para la persona: por una parte, satisface las necesidades primarias (alimentación, hábitat, etc.) y, por otra, satisface las necesidades de autorrealización.
Es en este segundo aspecto donde la cultura capitalista pone menos énfasis. Hoy en día está mal visto por la sociedad la explotación directa del trabajador, pero todavía no hemos llegado a relacionarnos con el trabajo como una forma de crecimiento personal y, en definitiva, de felicidad.
El desempleo es el envés de la actividad laboral. En sí es una carencia y, como tal, debemos hacer lo posible por evitarlo. El paro involuntario es una situación frustrante y, por tanto, negativa en sí misma.
En cierta ocasión le preguntaron a Freud cómo definiría a una persona sana mentalmente y contestó de forma intuitiva: “Aquella que es capaz de amar y trabajar”. Es decir, aquella persona que puede ‘descargar’ de forma adecuada su “quantum” de pulsiones: el eros, a través del amor, y el thanatos (agresividad) a través de la actividad laboral. Tanto la persona de amor como la actividad laboral son los receptáculos de las pulsiones. Si uno de ellos falla (así ocurre en la situación de parado) se produce la angustia psíquica y, en definitiva, aparece la enfermedad mental.
La manera más sana de salir del torbellino degradador de la persona sin empleo es lo que podríamos llamar “adaptación creativa”. En este sentido hay que precisar que adaptación no es sinónimo de pasividad o resignación, sino de exprimir la experiencia negativa, por mucho que lo sea, y transformarla en algo que favorezca el crecimiento del individuo. Además, hay que poner los pies en la tierra (reconocer las propias posibilidades y también los límites) y comenzar a caminar por el sendero que marca el conflicto. Podemos llegar a la misma meta pero el camino se ha hecho más angosto y tortuoso. De esta forma, la oscuridad se puede ir desvaneciendo.
Entiendo la adaptación creativa como la toma de conciencia del parado de sus dificultades reales y concretas, con sus posibilidades y desventajas, que provoca la puesta en práctica de acciones para reconducir la situación.
Medidas para evitar caer en la depresión por desempleo.
1. Vivir el momento presente. El parado debe hacer un ejercicio de comprensión real de la situación, tanto de sus “reservas económicas” como de sus posibilidades profesionales. No puede caer en generalizaciones (“el país está fatal”, “no existe ningún empleo para mí”) pues, de esta manera, lo único que consigue es entrar en un “círculo pesimista”, que le puede llevar a la desesperación. Tampoco es aconsejable atormentarse con el futuro: angustia ante la fantasía de que el otro cónyuge se quede sin trabajo o que un hijo enferme gravemente. Como dice el dicho, “cada día tiene su afán”. La tortura por el futuro es inútil y estéril. Los futuribles nunca tienen solución. La solución se encuentra cuando se produce el problema y no antes.
2. Planificación del día a día El parado no está de vacaciones y, por lo tanto, debe procurar ‘normalizar’ en lo posible su jornada diaria: levantarse a una hora prudencial, salir con los amigos, disfrutar de la familia y de las aficiones. Es una manera de romper el círculo angustioso de la situación de parado y, al mismo tiempo, estar preparado para la incorporación al mundo laboral.
3. Hacer deporte. El desempleo es más fácil de sobrellevar si se practica deporte, porque éste ayuda a sentirse más ágil, física y mentalmente.
4. Organizar el tiempo dedicado a buscar trabajo. Es necesario dedicar un tiempo a la “búsqueda de empleo”, pero tampoco esta actividad se puede convertir en la única acción de la vida del sujeto. También es preciso que se preocupe por la formación y la preparación para abrir el abanico de posibilidades laborales.
5. Importancia del grupo familiar y social. Es importante que el parado se sienta arropado por la familia (ésta debe manifestar una actitud acogedora y no culpabilizadora), ya que el grupo constituye el mejor medio de contención para evitar que el síndrome del parado se configure. Resulta muy perjudicial que el desempleado se aísle y deje de hablar con sus amistades y parte de su familia. Por el contrario, es muy positivo que amplíe su círculo de relaciones, salga a la calle y se mantenga con interés permanente por todo.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
*Psiquiatra. Profesor de Psicopatología en la Universidad de Comillas