Opinión

dinerosRedistribución del gasto público: quitar donde sobra, poner donde falta

David Monreal Ávila

El conservadurismo se ha empeñado en descalificar la nueva política económica de México, haciendo creer que la austeridad significa despidos masivos, recortes en aspectos fundamentales o abandono de las instituciones.

Como lo ha dicho el presidente, esta postura tiene de fondo una descarada hipocresía.

Por más de tres décadas el neoliberalismo emprendió una estrategia de desmantelamiento del Estado, privatizando a precios de remate las empresas gubernamentales. Tan sólo durante el gobierno de Salinas se favoreció a 23 familias que se volvieron de las más ricas del mundo según la revista Forbes, entre los que destacan personajes como Carlos Slim Helú y Emilio Azcárraga Milmo.

Fue el modelo neoliberal aunado a la terrible corrupción la que disparó los índices de pobreza y desigualdad en nuestro país, con efectos que hasta el día de hoy pueden sentirse en el demográfico mexicano.

Para reducir los costos políticos, la antigua tecnocracia se enfocaba en obtener mediciones favorables sin mejorar realmente la vida de la gente más humilde de nuestro país. Establecían criterios y creaban padrones para eliminar a la mayor cantidad de personas de las listas de pobreza por carencias específicas, pero jamás se atacó el problema estructural de la falta de productividad en las zonas marginadas.

En todos los aspectos de la producción, concentraron los recursos en impulsar a las grandes empresas y dejaron en el olvido a la inmensa mayoría de pequeños y medianos productores, condenándolos a la pobreza, a la migración, o a las conductas antisociales.

Con el histórico triunfo electoral del 2018 y el inicio de la cuarta transformación de la vida pública de México, el Gobierno Federal adoptó la “austeridad republicana” como criterio de gasto público, que principalmente se basa en eliminar los excesos de la alta burocracia para usar esos recurso en el desarrollo social y económico de quienes más lo necesitan.

Recordemos que crecimiento y desarrollo económico no es lo mismo. El crecimiento mide simplemente la generación de la riqueza. Por eso les interesaba tanto la reforma laboral que precarizó los salarios de la clase trabajadora, pues hacía más atractivo a nuestro país para la inversión extranjera.

El desarrollo económico implica una distribución equitativa de los recursos, mejoramiento de los servicios de salud, educación, vivienda y alimentación; y en general, procurar el bienestar de toda la población.

Desde la Coordinación General de Ganadería tenemos esta misma consigna. Estamos acabando con la corrupción que drena los recursos y con la intermediación que encarece y entorpece las políticas públicas, entregando los apoyos productivos directamente a quienes han conservado, pese a todas las dificultades, la vocación ganadera.

El Crédito Ganadero a la Palabra, que honrosamente tengo a mi cargo, es un ejemplo de cómo se puede invertir en aumentar la producción con sentido social, y es mi compromiso demostrar los buenos resultados.

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