Porfirio Muñoz Ledo
Reproduzco enseguida las palabras que pronuncié en mi última intervención como Presidente de la Cámara de Diputados:
He escuchado cuidadosamente a las oradoras y oradores que se han expresado en esta sesión y he reflexionado detenidamente en los ciclos de la política. He decidido anunciar mi retiro de la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. No se extrañen.
Agradezco las alusiones a mi persona, que el secretariado ha registrado en más de cien; unas amables, otras críticas y -las menos- injuriosas. Agradezco las primeras e ignoro las últimas. Todas han reconocido de alguna manera mi papel en la transición democrática del país, que hoy vengo a refrendar. Se han referido a la creación de organismos electorales autónomos que suplieron el dominio gubernamental sobre los comicios y a una Cámara servil que calificaba esos procesos. También al esfuerzo para elaborar la Constitución de la Ciudad de México, que es la más avanzada de América Latina. Han destacado el entierro de un partido hegemónico y la hazaña de lograr la independencia del Poder Legislativo respecto del Ejecutivo en 1997.
He cumplido hasta hoy la obligación de mantener la unidad de la Cámara y representarla con dignidad; he velado así mismo por el equilibrio entre las libertades de los legisladores y la eficacia en el cumplimiento de nuestras funciones constitucionales, privilegiando siempre -como la ley manda- los intereses generales del Poder Legislativo por encima de los particulares o de grupo. He tratado de ser riguroso, respetuoso y hasta puntual. En suma: genuinamente parlamentario.
En virtud de que existe una laguna de la ley que difícilmente podría ser subsanada el día de hoy, corremos el peligro de una crisis constitucional. La solución asequible es propiciar de inmediato los entendimientos para llegar a un acuerdo que nos permita mantener la institucionalidad y la paz de Cámara. Promoveré y acompañaré los diálogos que conduzcan a este fin. No seré obstáculo para esos pactos y garantizaré la legalidad del proceso a fin de sortear el conflicto que nos amaga.
Todo lo realizado este año abona al prestigio y transformación democrática de la Cámara –nuestra 4T-. Cuando llegamos la opinión pública despreciaba al Congreso en un 76 por ciento y sólo le era favorable en un 12. Hoy lo es en un 48 por ciento. Se ha triplicado la aceptación ciudadana a nuestros trabajos. No lo echemos por la borda.
Hemos ahorrado más de dos mil millones de pesos reduciendo a la mitad las comisiones, eliminando los aviadores, los moches y los chayotes, aunque algunos de ellos se enojen.
He buscado armonizar las potestades de la Mesa Directiva, tanto como de la Conferencia para la Dirección y Programación de los Trabajos con los intereses legítimos de los grupos parlamentarios.
He encabezado también la defensa jurídica de los actos de la Cámara, cuando otros –incluso miembros de esta asamblea- han litigado en contra de ella.
Reitero mi compromiso indeclinable de continuar impulsando esos cambios en cualquier posición que me encuentre. Reconozco el arduo esfuerzo de la Junta de Coordinación Política y agradezco en especial a mi compañero y amigo Mario Delgado el franco apoyo que nos ha brindado para nuestras tareas.
Continuare siendo el amigo y compañero de todos y bregaré a la par de quienes compartan ideales semejantes. Contarán conmigo en la incansable lucha por la democracia. Durante toda mi vida pública he pensado que la principal virtud de un político es la congruencia. También que se puede tener el poder y no pasar a la historia, pero se puede pasar a la historia sin tener el poder. Que así sea.