Lucía Lagunes Huerta/ Zona de Reflexión
Cimacnoticias
Este 13 de abril se cumplió un año de la publicación de la reforma que tipifica la violencia política por razones de género, acción que busca sancionarla y hacer conciencia de lo que esto significa para la vida política que tendría que estar garantizada libre de cualquier tipo de violencia para todas las mujeres.
Aunque es joven el término, la acción es bastante vieja.
Déjenme regresar en la historia, ubicarnos en la revolución francesa, donde las revolucionarias llamaron a ser incluidas en el pacto social que dio origen a la democracia moderna que vivimos hasta el día de hoy y cuya respuesta fue la violencia.
Recordemos que a la política francesa Olympe de Gouges (1793), reclamar para las mujeres los derechos políticos en la naciente república francesa le costó la vida, al ser juzgada y condenada a la guillotina por atentar contra la revolución, y si seguimos en esa línea para las sufragistas inglesas la persecución, la cárcel y la tortura fue pan de cada día.
He querido regresar a la historia porque nos permite ubicar que la democracia que hoy conocemos y que es valiosísima, tiene un mal de origen que es la exclusión de la mitad de la población que somos las mujeres.
El pacto social que se construye después de la revolución que constituir la democracia, lo crean los hombres, y entre los pactos que hacen es precisamente discriminar a las mujeres de la vida pública por el simple hecho de ser mujeres.
Y enmendar la plana a la democracia ha sido la tarea que en estos dos siglos nos hemos dedicado las mujeres en todo el mundo, y gracias a ellos hoy todas las mujeres votamos y podemos ser electas.
Por ello, conceptualizar a la violencia política por razones de género ha sido muy importante para poder identificarla, sancionarla y contrarrestar sus efectos negativos para la vida democrática de cualquier nación porque mientras perviva pone en entredicho el pacto civilizatorio, pues no puede haber tal, si participar en política a las mujeres les cuesta la vida y su integridad.
Las mexicanas han trabajado mucho para nombrarla, que sea reconocida como tal y sea sancionada sobre todo en el marco del fortalecimiento del nuevo orden político que debe imperar en nuestros días, donde la paridad como principio democrático sea el que prive.
Los números de las agresiones contra las mujeres que actúan en el mundo político están ahí y nos muestran las enormes barreras a las que se enfrentan las políticas y sus terribles impactos en sus trayectorias, convirtiéndose para ellas, en una verdadera carrera de obstáculos.
Para este proceso electoral, de septiembre a marzo, 60 mujeres políticas han vivido violencia y 9 han sido asesinadas, según la consultora Etellekt. Datos de la Secretaria de Seguridad ciudadana revelan que en un mes 46 candidatas habían sido agredidas o amenazadas y tuvieron que ser protegidas por esta instancia, y de acuerdo al INE, en este periodo electoral ha recibido 13 denuncias por violencia política contra las mujeres cada mes.
Las cifras sólo constatan la dimensión del reto para las mujeres.
La violencia en la política ha sido la práctica masculina que ha imperado como una forma de eliminar a los adversarios y la vía por la cual se puede arrebatar el poder. Y el avance de las mujeres para ocupar el lugar que les corresponde en el mundo público se ha convertido en la amenaza pues rompe el monopolio del espacio público que fue construido para beneficio de la mitad de la población por el simple hecho de haber nacido con un sexo masculino.
Este aniversario de la tipificación de violencia política es el recordatorio de la deuda con la paz que aún tenemos y que urge saldar si realmente queremos pasar a la historia como la era civilizatoria que pretendemos ser. La violencia política de cualquier tipo y en especial la que se dirige contra las mujeres, debe ser eliminada por completo.