Manuel Ibarra Santos
Se ha programado finalmente el retorno gradual a clases, en agosto próximo (con un calendario de 200 días) de miles y millones de alumnos en Zacatecas y en nuestro país, luego de que la tragedia escolar producida por la emergencia sanitaria ha dejado ya una huella profunda, sobre todo en los sectores más vulnerables y pobres de la sociedad.
Y se retornará a clases en todos los niveles escolares, después de un año y medio en una sociedad sin escuelas, hecho inédito, como inexplicable, en la historia de la educación.
El sistema educativo mexicano cubre una matrícula total de 36.5 millones de estudiantes (en 262 mil escuelas) y en Zacatecas la cifra es de 500 mil alumnos, atendidos en la entidad en más de cinco mil planteles.
El prolongado cierre de escuelas en la sociedad mexicana obedece, tal vez, a la falta de prioridades que sobre la importancia de la educación en el desarrollo, tiene la autoridad y la sociedad.
Hay quienes sostienen, por otra parte, que el cierre de escuelas implicó la apuesta por menores riesgos sanitarios y para reducir los costos económicos frente a la pandemia del coronavirus. Los propósitos, por lo que se ve, no se cumplieron.
Lo real de todo es que la devastación, el daño y la tragedia educativa es irreversible en el sistema educativo, por mucho que con datos oficiales alegres se pretenda decir lo contrario.
La UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) revela que en México al menos el 60 por ciento de los alumnos de educación básica perdieron el año escolar, por no haber obtenido el registro de aprendizajes significativos.
En el país dicha cifra de afectación se traduce en más de 15 millones de alumnos y en Zacatecas de 230 mil estudiantes.
Según datos de la UNESCO, los estudiantes en México perdieron por el coronavirus, 217 días de clases presenciales, más de un ciclo escolar, cuando el promedio en el mundo fue de 90 días.
De acuerdo a la misma fuente, se precisa al respecto que los estudiantes de Medio Oriente y África del Norte han perdido 167 días de clases; en África Subsahariana 116; en Asia, 107; en Europa 90; y en Estados Unidos y Canadá, sólo han perdido 40 días de clase.
El cierre por tiempo excesivo de las escuelas en México y en Zacatecas tendrá profundos impactos negativos económicos, culturales y sociales en la población, efectos que no se irán con la pandemia y que perdurarán por años y, posiblemente, por décadas.
La circunstancia del cierre prolongado de las escuelas es producto, también, de la baja valoración que la autoridad competente y las familias mantienen sobre la función que juega la educación en el desarrollo.
En los países desarrollados fueron las escuelas las últimas en cerrar y las primeras en abrir ante a la emergencia sanitaria. Lo primero que se hizo fue poner de pie a los sistemas educativos, como mecanismo idóneo para enfrentar la crisis.
En el caso mexicano se operó a la inversa: las escuelas fueron las primeras en cerrar y las últimas en abrir, cuando contradictoriamente, además, los bares, cines, gimnasios, restaurantes y centros deportivos tuvieron la apertura de sus actividades, antes que los centros escolares. Algo inaudito.
Por si fuera poco, el retorno a clases se hará, sin que se hayan impulsado cambios y reformas de gran calado en el sistema educativo, proyectando desde las áreas oficiales, una actitud como si no hubiera pasado nada en este tiempo de crisis sanitaria.
Está claro que requerimos de un nuevo sistema educativo que genere aprendizajes significativos en niños, niñas, adolescentes y jóvenes, lo que no está sucediendo en la actualidad.
Contamos especialmente en Zacatecas, con una oferta educativa rebasada por las circunstancias, con fuertes rezagos tecnológicos, con anacrónicas metodologías, con infraestructura deteriorada y con obsoletas prácticas pedagógicas, que es necesario superar.
En Zacatecas, por lo que se ve, no se ha hecho la tarea de promover ajustes sustantivos y navegamos, como siempre, en el mar de las inercias y de la improvisación educativa.
Sólo destaca, en todo esto, el aislado esfuerzo y sacrificio que cotidianamente realizan los profesores y profesoras, para cumplir con su misión.
Los alumnos ya perdieron un año de clases, pero si no se realizan los cambios necesarios en el sistema educativo, se va a perder un segundo año y posiblemente varios más.
Es tiempo de colocar a la educación de excelencia y de calidad, como la prioridad de prioridades para construir un Zacatecas mejor.
LA EDUCACIÓN FRENTE A LA POBREZA
Los niños y niñas en condición de pobreza, no sólo han pasado más de un año sin adquirir aprendizajes significativos y sin escuelas. Y con esto se perdieron igualmente los espacios de promoción de la equidad y de justicia social.
De esa forma, la educación ha sido despojada de su fuerza y potencial cultural, para convertirse, en la principal herramienta contra la pobreza.