Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[
Me ocurrió una o dos veces en mis callejeos ver doblar la esquina de repente a una de esas hordas y todo el mundo correr al borde de la calle manos en alto, mientras yo con mis últimas fuerzas podía salvarme dentro de un portal: desde entonces ese miedo lo llevo metido dentro hasta hoy.
Heinrich Böll
De todas las obras literarias surgidas a finales de los cuarenta, la novela de Heinrich Böll “El ángel callaba” es en realidad la única que da una idea aproximada de la profundidad del espanto que amenazaba apoderarse entonces de todo el que verdaderamente mirase las ruinas que lo rodeaban. Al leerla resulta evidente enseguida que precisamente ese relato, impregnado al parecer de una irremediable melancolía, era demasiado para los lectores de la época, como pensaba la editorial y sin duda también el propio Böll, y por ello no se publicó hasta 1992, casi cincuenta años más tarde.
W. G. Sebald
Heinrich Böll (1917-1985), Premio Nobel de Literatura 1972 fue ampliamente conocido por su novela "Opiniones de un payaso" (1962), en la que hacía una profunda inmersión en la mente de un payaso alemán de la posguerra, así como de las religiones católica y protestante, en sus actitudes doctrinales y prácticas en aquella nación destruida por el delirio hitleriano y reconstruida de inmediato con la total ayuda de los vencedores, de tal manera que el duelo, el reconocimiento y la autocrítica se dejaron para un mejor momento o, lo peor, para el olvido. La reconstrucción alemana se promovió adentro y al exterior como el surgimiento de un paraíso en un tierra virgen.
Böll estuvo metido entre esos fuegos que diluyeron las responsabilidades y aumentaron la confusión y el ejercicio de la propia memoria. Él mismo, católico, crítico, estaba escindido entre la probable obligación de levantar al país y el recuerdo de los pasos que lo llevaron a tal situación y su lugar dentro de una literatura que en sus paradigmáticas plumas veía con desconfianza al catolicismo. Le tocó pues remar contra la corriente: primero contra el nazismo, después contra las versiones de aliados, fascistas y visiones de izquierda.
W. G. Sebald encuentra en "El ángel callaba" uno de los escasos testimonios, inmediatos e incluso paralelos a los hechos, de lo que sucedió en la Alemania nazi, desde el ascenso del líder, pasando por su fortalecimiento a costa perseguir y destruir cualquier manifestación que sintiera peligrosa a su avance, hasta los escombros de la guerra y la rápida reconstrucción del país. No había pasado nada, había que vivir la fiesta del progreso y del desarrollo.
"Pero ¿qué será de este muchacho?" (Barcelona, 2013, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, 99 pp.) fue publicada en 1981, el mismo año que asume el narrador como de rememoración de lo que adentro sucede. Böll estaba más cerca de su muerte (4 años) que de los acontecimientos que nos narra (1933-1937 o 39), mientras su vida es estira de los 15 a los 19 o 21 años.
Oh, sí, la escuela, claro, pero primero en este horrible año, 1933, después de la toma del poder, del incendio del Reichastag, el terror, las elecciones de marzo y el golpe bajo del concordato, ocurrió algo que hizo temblar incluso a los burgueses de Colonia: en julio (el concordato estaba terminado, pero no firmado) tuvo lugar en Colonia un proceso contra diecisiete miembros de la Liga de Combatientes del Frente Rojo, acusado de doble asesinato y de una tentativa de asesinato... fueron condenados a muerte seis de los diecisiete acusados, y el 30 de noviembre fueron decapitados...
El libro se puede leer como una novela o como una memoria fragmentaria, episodio de educación sentimental de Heinrich Böll. Queda al gusto de lector el sendero que preferirá. A pesar de ser un libro breve, como casi toda la obra del escritor renano, no es del todo fácil desplazarse por sus líneas y acceder al mundo que crea. Siempre hay claves y senderos que el lector ignora, que acaso presiente, pero que pertenecen al mundo del lenguaje, de las referencias y de los mundos de Böll. Es un recorrido a menudo incómodo, apeñuscado y a la vez líquido, con una dosis de inasibilidad. No es raro que uno regrese y se convenza, después de repetir el recorrido que la relación entre lo leído y lo referido está entre la palabra y elementos ausentes. Vamos, es claro que ese proceso es natural al lenguaje: las imágenes físicas de las palabras y su representación está en planos diversos, pero en la literatura este efecto se duplica, al significado hay que agregarle referentes, intenciones y sentidos (a veces sólo Böll ─o algún pequeño círculo─ sabe con quién se está peleando).
El libro fija sus líneas generales y luego las va desarrollando y ampliando: padecer la escuela, aversión a los nazis y aversión de los nazis a él y a los católicos, las imprecisiones de la memoria después de 44 o 48 o 50 años transcurridos desde aquella época, la pregunta “Pero, ¿qué será de ese muchacho?, lo mismo surgida del seno familiar, que de la sociedad que cataliza conductas y camina hacia la muerte.
Las fechas son importantes en términos históricos, pero también para la vida del joven. En 1933 se da el ascenso de Adolf Hitler, en 1934 el narrador entra al bachillerato en una escuela católica. Le toca vivir la transformación dentro de las aulas, pero sobre todo en la universidad de la calle. Adentro, los profesores empiezan a vivir las presiones del grupo que asciende en el poder y que quiere transformarse pronto de horda en conductora de vida sin perder su esencia.
Adentro de la institución los altos mandos clericales reconocen a Hitler y en el trato cotidiano el estudiantado se va transformando en seguidor de las prácticas nazis. Hay excepciones, pero la tendencia se va imponiendo y el terror entra al lugar que es fuente de formación y de conocimiento. En las calles no la pasan mejor, como marabunta, las manifestaciones exhiben maltrato y lo practican con los mismos espectadores que pronto pasan a formar parte de los sospechosos o de los punibles.
Para la madre del personaje, Hitler “es la guerra”; para aquél es el caos que avanza, lo locura que se apodera de los ciudadanos, las toallas ensangrentadas en las oficinas policíacas, el escarmiento público a costa de seis degollados.
Las limpiezas no simbólicas eran visibles y audibles, se podían comprobar: los socialdemócratas desaparecieron (Sollmann, Görlinger y otros), políticos de centro, comunistas sin más, y no era ningún secreto que en las casamatas alrededor del círculo militar de Colonia la SA había construido campos de concentración. Expresiones como “prisión preventiva” o “abatido a tiros cuando huía” eran habituales. Amigos nuestros vivieron también la experiencia y regresaron "mudos y pétreos". Algunos eran conocidos de mi padre. La parálisis se extendía, el miedo rondaba por doquier y las hordas nazis, brutales y sanguinarias, se encargaban de que el terror no quedara en un simple rumor.
El narrador y/o autor se prepara para formarse en una profesión y para formase en la vida, no en vano en México llamamos a este periodo en su fase superior preparatoria. Dice que por lo menos faltó a la mitad de las clases, pero que ese tiempo lo pasó en las calles primero y, cuando la represión fue en aumento, en bicicleta, dando vueltas por los entornos campestres de Colonia.
Ocurre que la clase social se pierde en este momento de ascenso nazi. Se confunde esa intención de reordenar el mundo y los capitales con la pérdida de cualquier identidad y más si no se apoya al movimiento. El caso extremo es el de los judíos, cuyos resultados conocemos por los campos de exterminio y por la documentación de los pasos previos de segmentación y arrinconamiento. Los católicos no eran tampoco del agrado de los nazis, tampoco los sectores pensantes. El odio era un elemento de tasación para ellos y si se convertían en obstáculo rápidamente pasaban a ser objeto de ejecución. La escuela católica no era una excepción, era una caja de resonancia.
De 1933 a 1937 medio asiste a clase y al final recibe su certificado. Lo deja reposar, no se inscribe de inmediato en la universidad, mientras tanto el acoso de las hordas no baja, por el contrario, se acentúa. Hay, por ejemplo, que tener una bandera de cruz gamada a la vista, para detener en un primer momento a los inquisidores y violentos. La iglesia recomienda en susurros infiltrar las fuerzas nazis para inyectar las bondades de la doctrina. El resultado es la asimilación de esos inocentes gestores o camuflados catequistas.
En 1939 decide por fin ir a la universidad. Entonces se da cuenta de que el certificado tiene dos errores:
Mi fecha de nacimiento es incorrecta y mi opción profesional, “librero”, el director la cambió, sin preguntármelo, por la de “editor”, no sé por qué. Estos dos errores, que yo celebro, me dan la oportunidad de poner en duda todos los demás datos, inclusive las notas.
Böll tiene en la memoria lo que sucedió, la llegada del terror que concluyó con los montones de escombros y muertos, las fuerzas aliadas pugnando por llegar primero a a Berlín y la división del país. La cita anterior funciona como provocación, como decir al aire lo que sucedió: el borrón y cuenta nueva, el olvido, el abandono de la re-flexión, el lugar de la culpa, el tamaño del genocidio.
"Pero ¿qué será de este muchacho?", que se mueve en el origen como preocupación de los padres y mayores por el provenir del joven que se pierde en la duda y la irresponsabilidad, lleva pregunta a otros ámbitos. Él se formó como escritor, vivió las dudas de tomar uno u otro camino, pero finalmente leyó a London y probablemente a Trakl en aquellos años, formó su conciencia para resolver los problemas de su vida y de su ser, los nombró y los llevó a mundo posibles. De su duda sobre ser o no ser aquel que no era en el certificado, se levanta el que es capaz de recordar aquellos años de sangre y terror, aquellos tiempos en que la locura se apoderó de las mayorías y las llevó a la guerra.
Los de Böll son los años de paz, los años de construcción del nazismo, en que él pudo ver los mecanismos y los recursos para terminar la farsa macabra. No era que la guerra hubiera terminado con una simple derrota, era el fin de un proceso que se fue dando golpe a golpe, herido a herido a herido, muerto a muerto.
"Pero ¿qué será de este muchacho", ¿que será de nosotros frente a los asedios de la violencia y de la riña política que saca sus fierros y llena la calle y los puentes y las hieleras de cabezas, cadáveres y el miedo que avanza por la piel y se apodera del corazón