Opinión

imagesalvesDiana Hernández Gómez/ Cimacnoticias

A inicios de este 2023 trascendió la noticia sobre la detención del jugador de futbol Daniel Alves da Silva. Presuntamente, Alves abusó de una joven de 23 años en una discoteca en Barcelona, España. Aunque él no es el único personaje del ámbito futbolístico que ha sido señalado por este tipo de violencias, sí es de los pocos que han sido procesados por ello. El resto, en libertad y con su historial deportivo intacto, forma parte de un campo de juego donde el pacto patriarcal y la masculinidad terminan por dejar todo en el terreno de la impunidad.

Después de que se dieran a conocer las acusaciones en contra de Daniel Alves, el equipo mexicano de los Pumas rompió su relación laboral con él. Por su parte, la víctima inició un proceso de recuperación con atención psiquiátrica y un tratamiento médico ante el riesgo de contraer alguna enfermedad de transmisión sexual. Sin embargo, diversos medios de comunicación y aficionados al futbol evidencian que aun así el apoyo está del lado del exjugador.

El medio colombiano Semana, por ejemplo, se refirió al caso como “el partido más importante” de la vida de Alves en una noticia publicada este 26 de enero. Por su parte, en una publicación digital de TUDN de este 25 de enero se puede leer: “Dani Alves vive uno de los pasajes más difíciles de su vida y su carrera profesional”. Mientras tanto, el hermano del deportista pone en cuestión a la víctima y afirma que Alves fue víctima de una supuesta trampa.

Todos estos discursos exponen patrones de revictimización; además, dejan ver que el machismo y la misoginia forma parte de las estructuras internas del futbol. Pero el caso de Alves da Silva no es el único ejemplo de ello.

La fama y la impunidad

Ester García López, abogada de la joven presuntamente abusada por Daniel Alves, ha declarado a medios brasileños que casos como este no suelen ser denunciados por las víctimas. Uno de los factores detrás de este silencio, afirma, es el gran peso que los jugadores de futbol suelen tener como figuras públicas con amplio capital social, económico y hasta político. Todo esto puede transformar los casos en procedimientos complicados a nivel judicial y emocional.

Pero, más allá de eso, la fama y la posición de poder de los jugadores suele ser un impedimento para la obtención de justicia. Así lo han demostrado casos como el de Neymar Jr., quien en 2020 fue acusado de intentar obligar a una trabajadora de la marca Nike a practicarle sexo oral. El actual jugador del París Saint-Germain se negó a colaborar en las investigaciones al respecto, y la única sanción hasta el momento ha sido la ruptura entre él y la marca de ropa deportiva.

Cristiano Ronaldo y Lionel Messi también han recibido acusaciones de violencia sexual. Presuntamente, el primero de ellos violó a una modelo en 2009, pero el caso fue desestimado luego de una denuncia presentada en 2018. Por su parte, Messi fue señalado por haber acosado a una mujer a través de redes sociales en 2011. A pesar de ello, los dos jugadores salieron a la cancha en el Mundial de Qatar 2022 junto con Neymar.

Un caso más local es el de Marco Antonio García, quien, en 2017, tomó fotografías sin su consentimiento a una joven de nombre Itzel N. que le daba clases en la Cantera de Pumas. La víctima reportó los hechos ante las autoridades del club deportivo; ¿el resultado? ella fue revictimizada y despedida de su trabajo, y las pruebas del delito fueron eliminadas. La sanción para él fue, en cambio, una suspensión de dos meses de las canchas de futbol.

El futbol como terreno de construcción de las masculinidades

En el ensayo titulado “Construyendo la masculinidad: fútbol, violencia e identidad”, la doctora en Sociología Almudena García Manso y el también sociólogo Antonio Martín Cabello exponen parte de las estructuras detrás de estas cadenas de impunidad en las ligas profesionales del futbol masculino.

Las raíces de este problema se encuentran, en parte, en la configuración de origen de los clubes de futbol, los cuales nacieron en espacios eminentemente masculinos. Alrededor de dichos espacios hay valores como el apoyo mutuo, pero también ideas como la virilidad y la demostración de la fuerza física y de poder, todas ellas relacionadas con la construcción de masculinidades hegemónicas. 

Ejemplos para demostrarlo hay muchos y muy variados, y van desde el desagradable acto del portero argentino al recibir un trofeo en el Mundial hasta el hecho de que el abogado que representará a Daniel Alves es el mismo que asistió a Messi en un juicio por fraude fiscal en 2016.

Por otro lado, esta misma construcción de “hombre” se expande hasta las gradas, infundiendo así ideas estereotípicas de género en el actuar de las aficiones. En este sentido, no son extraños hechos como los sucedidos en marzo de 2022, cuando una batalla campal en el Estadio Corregidora de Querétaro dejó a 26 personas lesionadas.

La violencia configurada desde los campos de futbol suele ser invisible. No obstante, tal como afirman Almudena García y Antonio Marín, estos escenarios de socialización y educación marcan pautas importantes para la conformación de identidades. Identidades marcadas por violencia sexual, demostraciones de poder y grados de impunidad que protegen a Alves, Neymar, Messi y muchos más.

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