La ciencia y la tecnología está repleta solamente de nombres de varones
Diana Hernández Gómez / Cimacnoticias
Los discursos oficiales han intentado borrar a las mujeres como personajes importantes en el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, tal como afirman las autoras Margaret Alic y Ana Guil Bozal, nosotras formamos parte de esa historia incluso desde antes de la edad moderna, y ahora ha llegado el momento de reconocerlo.
En su libro El legado de Hipatia, Margaret Alic aborda rigurosamente la historia y las aportaciones de muchas mujeres que se atrevieron a romper los moldes de sus épocas y dejaron grandes aportaciones en diversos campos de conocimiento. Una de esas mujeres es, justamente, Hipatia de Alejandría, experta en física, matemáticas, astronomía, química y mecánica, entre otras áreas.
Hipatia vivió aproximadamente entre el año 370 y el 415. Sus conocimientos le permitieron inventar el astrolabio, el hidrómetro y el hidroscopio. El primero de ellos es usado por los marineros para conocer la posición de los astros y evitar perderse; el segundo, por su parte, sirve para medir la densidad de los líquidos y sólidos, mientras que el tercero es utilizado para detectar la presencia de agua.
Además de estos inventos, Hipatia contribuyó a la sociedad griega de su época al ser profesora en la Escuela Neoplatónica de Alejandría. De igual forma, se proclamó siempre fiel a sus principios: ella se reconocía como pagana en medio de una sociedad católica y no se decidió por la vida familiar sino por la exploración y difusión del conocimiento. Sin embargo, tal como relata Margaret Alic, las mujeres ya habían jugado el rol de inventoras desde mucho antes del nacimiento de Hipatia.
PREHISTORIA Y ANTIGUO EGIPTO
Aunque en su época no había ciencias como ahora, se puede decir que las mujeres de la prehistoria nos dotaron de lo esencial para la ola de descubrimientos que vendrían mucho después de ellas. Y es que, de acuerdo con Margaret Alic, estas mujeres diseñaron herramientas y métodos para facilitar su subsistencia y la de los suyos cuando la caza y la recolección eran los únicos modos de sobrevivir en el mundo.
Entre estas herramientas se encuentran morteros, agujas, madera tallada y hasta objetos de metal cuya herencia persiste en utensilios de cocina, de agricultura y hasta en la fabricación de joyería. También, procedimientos para preparar y conservar la carne que probablemente ellas mismas salían a cazar.
De igual forma, sus conocimientos en herbolaria sentaron las bases para conocer los recursos a los que la humanidad puede recurrir para alimentarse. Dichos conocimientos, además, implicaron aprender del movimiento de los astros para ubicar las épocas de siembra y recolección, así como idear mecanismos para mezclar y almacenar sustancias vegetales.
Margaret Alic señala que, además de todos estos aportes, desde la prehistoria, las mujeres jugaron papeles centrales como parteras, cirujanas y curanderas. Sus conocimientos empíricos en estos ámbitos se fueron concretando con el paso del tiempo en distintas academias y en las voces de mujeres que comenzaron a forjarse como expertas en el tema.
Como ejemplo de ello, en su artículo “Mujeres y ciencia: techos de cristal”, Ana Guil Bozal habla sobre escuelas egipcias donde las mujeres acudían para aprender sobre ginecología. Aquí, una de las maestras fue Merit Ptah, una famosa médica que vivió cerca del año 2700 antes de Cristo y cuyo rostro aparece en una tumba del Valle de los Muertos. También en Egipto, la reina y médica Hatasu organizó diversas expediciones de botánica para el descubrimiento de nuevas especies.
Años más adelante llegarían mujeres como Hipatia y Miriam o María “La Judía”, a quien muchos consideran la primera mujer alquimista de la historia. Entre los siglos I y III después de Cristo, ella hizo diversos experimentos con sulfuro de plomo, cobre y otros elementos. Además, inventó diferentes tipos de hornos y creó un método de cocción que lleva su nombre (el baño María).
RELEGADAS
A pesar de todas las aportaciones de estas mujeres famosas y no tan famosas, la historia de la ciencia y la tecnología está repleta solamente de nombres de varones. Así, la historia oficial de la humanidad ha dejado de lado a mujeres brillantes sin las cuales, probablemente, los hombres no hubieran llegado a las conclusiones que les valieron premios y reconocimientos.
Pero este borrado va más allá del discurso. A Hipatia, por ejemplo, la linchó una turba de cristianos por estar fuera del canon de la época. Y no debemos pasar por alto la cantidad de mujeres que fueron llevadas a la hoguera por supuestos actos de brujería cuando no eran más que expertas en herbolaria y medicina tradicional. Tampoco olvidemos a quienes, como a Rosalind Franklin, los hombres robaron sus ideas para apropiarse de todo el crédito y hasta de un premio Nobel.
La huella de todas estas mujeres forma parte de nuestra historia y, nada más ni nada menos, de la construcción de nuestra sociedad. Recordarlas y nombrarlas es importante: así reconocemos su legado y, también, inspiramos a más niñas de hoy a romper los techos de cristal y convertirse en las médicas, inventoras y científicas del mañana.