Opinión

Netzahualcóyotl del RealAlejandro García / ]Efemérides y saldos[

               Conforme ha pasado el tiempo se considera que la fusión de razas (española e indígena) ha producido un nuevo grupo social. Además de la independencia nacional se han dado dos movimientos relevantes: la Reforma y la Revolución.

                A partir del movimiento de independencia, el pasado histórico de México, es ya sólo uno: desde 1810, cuando inicia la lucha libertaria hasta 1821, cuando nace México como una nación independiente.

                La parte superior de la obra habla por sí sola, su volumen más fuerte lo conforman cinco libros, al alto lo envuelve simultáneamente una bandera, de ahí el nombre de monumento.

                 Erigidas en este nivel se encuentran las efigies de Hidalgo, el iniciador: Morelos, el continuador; y Guerrero, el valiente y noble consumador de la sangrienta guerra de independencia de México.

                 El gorro frigio es emblema de la libertad, símbolo de la Revolución Mexicana, la Constitución de Apatzingán de 1814 y las constituciones de 1857 y 1917. Se aprecia también un pliego simulado con el Himno Nacional Mexicano.

                 J. Higinio del Real García. “Descripción adjunta al discurso inaugural”.

                 El niño que jugaba a herrar caballos trasmuta la divisa incandescente en cincel apapelado y encuentra en el desbaste de la roca, la paradoja de la existencia humana.

                Cuauhtémoc del Real Rojas

Se enclava la presentación de este libro, producto de la compilación de Netzahualcóyotl del Real Rojas, “Poemas de cantera. Homenaje al escultor Higinio del Real García" (México, 2020, Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, Secretaría de Cultura, 111 pp.) entre la realización del Día Internacional de los Monumentos y Sitios (18 de abril) y el Día Mundial de la Lectura y Derechos de Autor (23 de abril). Agradezco al cronista de la Ciudad de Zacatecas, Manuel González Ramírez, la posibilidad de enfrentarme a este libro y expresar algunas inquietudes que me ha despertado la inmersión en sus páginas. Y agradezco al compilador Netzahualcóyotl del Real Rojas, por darnos la oportunidad a mí y a los lectores de enterarlos (para los que no lo conocen) y profundizar (para los que tienen la fortuna de tener alguna referencia) en el conocimiento de este importante escultor y artista gráfico).

     Monumento y lectura tienen por lo menos un momento de coincidencia en el mundo clásico. Jesper Svenbro en su capítulo dentro de “Historia de la lectura” cuenta cómo en ánforas y tumbas se han encontrado inscripciones que, desde luego, debían ser leídas. Leídas en voz alta. Mensajes como “Soy la tumba de Glauco”, “A todo aquel que me lo pregunta, le contestaré lo mismo: que Andrón, hijo de Antífanes, me dedicó como diezmo”. La interpretación de tal fenómeno atraviesa por lo menos tres etapas: una primera donde el lector es un intermediario (un esclavo, pasivo) que interviene por la oralización de las palabras. Aquí el contenido es peligroso. Envenena y puede costar la vida. Un segundo momento en que se atribuye un animismo al mensaje y en donde se llega a hablar de objetos parlantes. La tumba parla, habla, tiene un cierto poder mágico de recordar lo que está debajo de la tumba. Y hay ese yo definido de manera muy diferente en la Antigüedad, pero que ya esboza una cierta racionalidad, aunque depositada todavía en la palabra y en el objeto y que sugiere además un primer acercamiento a la lectura silenciosa y solitaria. Recuérdese que todavía en la publicación de las tesis de Lutero en las puertas de las iglesias de Wittenberg, si bien el agustino ya propugnaba por un enfrentamiento solitario a las sagradas escrituras, se depositaron en la puerta para que algunos actuaran como lectores o pregoneros, dado que había un muy alto índice de incompetencia lectora (analfabetismo real).

     En realidad esa relación entre monumento y lectura nunca se pierde. A las tres fases se agregan otras como la “educación a través del monumento y sus inscripciones”, “la ideologización”, y digo se agregan porque las iniciales no desaparecen del todo. Desde luego, la funcionalidad mayor está en la piedra o en el material formado por el escultor, pero la palabra ayuda y, sobre todo, los significados mismos que emana la producción material simbólica necesitan de una lectura de esa piedra y de su composición.

     Uno se preguntará si puede haber poemas de piedra. Recordemos que el principio de la lengua misma es la metaforización, la palabra se convierte por arbitrariedad y acuerdo (o descuerdo) en significante, denotativa se emñpieza a traicionar se empieza a traicionar en otros significantes con la misma cara, pero a los cuales se liga un nuevo significado, connotaciones. Y la palabra que va más allá se construye en equilibrio y ritmo se torna poética. De allí que un poema de piedra es una metáfora de una producción artística en cantera, por ejemplo.

     El trabajo escultórico de Higinio del Real García o de J. Higinio del Real García va acompañado de algunas palabras que lo apoyan, pero ese conjunto significa algo que emana en la mente del espectador o del estudioso. Significa y resignifica. En el momento en que esa construcción se inserta en nombre, en lugar, en tiempo, génesis, adquiere nuevos significados.

     Me explico: la cantera de este artista zacatecano tiene como temas la bandera, la constitución (1814. 1857, 1917), héroes: Hidalgo, Morelos, Juárez, Carranza, Guerrero. Incluye a veces a figuras controvertidas: Iturbide. Habla de y configura Independencia, Reforma, Revolución, pero también está muy preocupado por la herencia prehispánica y su gran respeto tiene la mejor demostración  en el nombre que le da a sus hijos. Y entre las páginas 49 y 54, las palabras del epígrafe inicial a esta sección corresponden, son una gran demostración del sustrato prehispánico de su pensamiento y de su praxis artística realizada en el monumento a la bandera. Es una verdadera develación para quien ha andado por el lugar sin reparar en esos mensajes que piden ser leídos

     Qué mejor manera de rendir culto a lo que tanto se ha convertido en retórica y más en propósito de desvío que de pleno reconocimiento. Entre los símbolos que me parecen más parlantes, para traicionar aún más mi historia del principio: están como escudos de formación e integridad: la bandera, el himno y los libros.

     Quizás el mejor ejemplo de monumento feliz de esta época sea el de la ciudad de Mérida, Monumento a la Patria, producido hacia la mitad del siglo XX. De esa época también es la disputa espacial por las esculturas monumentales, sean las religiosas de Cristo Rey (más cargadas hacia los años de la Cristiada y que hoy tienen lugar en Zacatecas) en el Cubilete o las cívicas del Pípila y Morelos en Guanajuato y Janitzio (curiosamente la más alta no es religiosa, es la de Morelos en la isla). Uno de los proyectos no llevados a cabo por Higinio del Real García fue el una gran estatua de Tenamaxtle en el Cerro de la Virgen.

     Todavía dentro de este surgimiento de provocaciones significativas, debo decir que considero Zacatecas como una ciudad-monumento y espero que algún día esto cuaje en el respeto a los mejores deseos y valores humanos y a que no caiga en el simple poder defoliador de la mercadotecnia. Ciudad monumento de iglesias, de museos, de sitios. Se dice que la ciudad tiene forma de avión o de cruz volandera, según el poeta Veremundo Carrillo Trujillo. El punto de percepción es la Bufa. Yo invito a cualquier auditor o lector curioso a examinar uno de esos mapas de google y podrá ver ciertamente una figura peculiar, caprichosa, que yo en mi propia imaginación diría es la de un ave o la de un papalote.

     Así como visualizo dentro de esa figura caprichosa una ciudad de museos y pintores: Rafael Coronel, Manuel Felguérez, Pedro Coronel, Francisco Goitia, para hablar sólo de los más recientes y agregar una posible guía de lugares públicos de esculturas de Ismael Guardado, se podrían hacer muchos recorridos todavía dentro de la plástica.

     Y un recorrido podría ya ser el de la obra de Higinio del Real García. Está inscrita, al menos por lo que entiendo, en un cuadrilátero formado por el monumento a los Niños Héroes, el monumento a la Constitución (yo prefiero llamarlo de las Constituciones), el monumento a la Bandera y el variado repertorio del edificio de la Gran Logia. Perdido entre callejones y nuevas trazas, encontraremos en estos monumentos la manifestación artística de la cantera zacatecana fuera del llamado Centro Histórico.

     En el caso de las Constituciones hay una correlación con el edificio de la Normal Manuel Ávila Camacho. En todo caso, el arte de Higinio del Real está más allá de la frontera del centro histórico, constituido en otra forma de vivir la ciudad y el tiempo histórico. A diferencia de otras ciudades en donde el progreso destruyó verdaderas obras esculturales y arquitectónicas o a la manera española que construyó con piedras de edificios prehispánicos sus propias edificaciones, el arte de Higinio del Real está envolviendo esa traza, respetando el pasado, pero releyéndolo y rescribiéndolo desde su presente. 

     Durante algunos años se consideró que los monumentos que hablaban de ese México desde la Postrevolución eran apología de un régimen. Nada más parcial e injusto. Había un sustento artístico e ideológico, más cercano a la práctica de los muralistas y más lejano a grupos de legitimación intradisciplinaria. Eran la manifestación de ideas que coincidían con algunas prácticas políticas, pero cuya materia no podía decidirse en la política, sino en el terreno de la escultura o de la arquitectura en nuestro caso. Ahora la escultura de alas y mujer que caracterízó al Instituto Mexicano del Seguro Social tiene cabida en un reacomodo de su funcionalidad estética más allá de lo que significó aquellos años (recuerde usted la amplitud de las clínicas del IMSS: plaza cívica, instalaciones modernas y limpias, área de cultura, campos deportivos, incluido en muchas ciudades un teatro de muy buen aforo).

     Las piedras hablan, parlan y hoy siguen siendo testimonio de lo que se buscaba, la transformación de México, la justicia social., el reconocimiento de los vencidos y de los marginados. La deuda con las mayorías y con los principios se mantiene y, después de péndulos y ajustes, el monumento nos reclama, nos dice toma la voz, mantén la crítica.

     Higinio del Real viene de un doble olvido: de su trabajo  y de su valor. Este libro es justo en ese primer paso que termina, para uno como lector, en la revaloración de esta ciudad en sus manifestaciones lo mismo de la Colonia, de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución, del Milagro Mexicano, de hoy.

     Así que “Poemas de cantera. Homenaje al escultor Higinio del Real García” me permite una venturosa lectura y una más venturosa trastrocación de aquella historia con que inicié. El libro devela a un actor del campo plástico, a un conjunto de monumentos en la ciudad y fuera de ella (me gustaría formar una figura, que no será cuadrado, uniendo con líneas los puntos donde viven sus obras). Vivir la ciudad, conversar con las piedras, responder a los monumentos.

     Quisiera terminar esta intervención con dos historias muy personales. Durante algunos meses de 1982 y 1983 viaje diariamente a Fresnillo a dar clase en la Preparatoria 3. Al llegar y al regresar pasaba por el Monumento a la Bandera. El vaivén del lábaro patrio, lo imponente de la mole de cantera roja me incorporaba un optimismo por la enseñanza que ejercía por unas horas. No eran mis tiempos de civismo ni de buen ciudadano, pero había una trasmisión que superaba los lugares comunes de ideología y que me reconciliaba con cierto optimismo de la vida, eso que llama afortunadamente “las paradojas de la existencia humana” Cuauhtémoc del Real Rojas.

     La otra es más reposada. Suelo pasar algunas jornadas en el Jardín de los Niños Héroes. Como algo, leo, a veces hago tiempo para ir a mis secuencias médicas al cercano ISSSTE o contengo la respiración ante de dirigirme a una cita a Hacienda. Además de que por allí consta el nombre de un coronel, padre de un amigo mío, he de decir que gracias a Higinio del Real García, puedo operar allí bien como intermediario de un lector que sabe de los peligros y venenos de la lectura, bien como una piedrita parlante que cree en la magia, bien en el tremendo ejercicio de la conciencia. Después de todo, todo el tiempo estamos leyendo y todo el tiempo buscamos un espacio para hacerlo de la mejor manera.

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