Opinión

8176IPCpXL. AC UF8941000 QL80 Vida y Lectura / Marcela Eternod Arámburu

Semméxico

En tiempos de radicalización y dogmatismo irracional se hace necesario un ejercicio permanente, personal y colectivo, que permita incrementar los niveles de tolerancia y reducir o erradicar las descalificaciones a priori, para tratar de conocer y entender opiniones, corrientes y conjuntos de ideas ajenas, opuestas o simplemente desconocidas.

Cuanto más polarizadas las posiciones, acendrados los odios e irreconciliables las posiciones, estos ejercicios se vuelven indispensables si no queremos renunciar a la comprensión y debatir en un terreno racional, contextualizado y explicativo que apunte a comprender la génesis de las ideas y los matices de las posiciones. Esta actitud permite que leamos, por ejemplo, a Elisabeth Cadoche y Anne de Montarlot, aunque de entrada no se comparta la idea de que la solución ante la rivalidad femenina sea la sororidad acrítica, ingenua e incuestionable.

Y fue esa misma intención la que me permitió leer el libro que, en 2007, publicó Virginie Despentes, “Teoría King Kong”, el cual desde una posición de feminista evité leer porque fue duramente criticado por un grupo de colegas y con el convencimiento de que no era una teoría feminista como tal, sino unas notas, apenas reflexivas, de una mujer que escribía desde la auto referencia, causando un gran escándalo, debido a una sinceridad inusual para contar vivencias personales.

Las reflexiones y opiniones que Despentes organiza en siete capítulos se leen con facilidad, interés y sorpresa reiterada. En el primer capítulo “Tenientas corruptas” delimita desde donde escribe y advierte que ni se arrepiente ni se queja. Declara que habla como “proletaria de la feminidad», sin vergüenza y con rabia; “como mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarse con un lugar en la sombra”. Afirma que ella es esa clase de mujer con la que no se casan los varones, con la que no tienen hijos, la que no entra en el imaginario social de buena mujer, culta pero no tanto; trabajadora, pero a la sombra del esposo; delgada, aseada, preocupada en disimular los años, organizada y buena ama de casa que, es muy posible, no exista en ninguna parte.

En “¿Te doy o me das por el culo?, la autora recorre parte de su biografía (ella nació en 1969), y sintetiza que la década de los 70 y los avances de la revolución sexual en Francia tienen un saldo negativo en el segundo lustro de los años 2000, afirmando que el dominante se queja de que la dominada no pone más de su parte, se hace pasar por la víctima o es demasiado “zorra”. Confiesa que siempre supo que ella trabajaría para sufragar sus gastos, que nunca estuvo embarazada, que realizó diversos trabajos por salarios miserables, que consciente y voluntariamente ejerció la prostitución por periodos intermitentes, que fue violada por tres estúpidos que juzgó inofensivos, pero que se niega a que eso la defina para siempre, y que escribió un primer libro (Fóllame) que la colocó lejos del feminismo y muy cerca de ser crucificada por quienes la consideraban descarada y brutal.

El abordaje que se hace del trabajo sexual ha dividido a las feministas desde hace décadas. Las abolicionistas no escuchan ni a las trabajadoras sexuales, ni a quienes se inscriben en la lucha por el reconocimiento de sus derechos. Quizá leer el testimonio de Virginie Despentes contribuya a suavizar las posiciones y a empezar a encontrar los matices que permitan reducir el antagonismo, empezando por regularizar y organizar la prostitución, en lugar de que se siga realizando en la ilegalidad con la desprotección que eso conlleva.

A lo largo de todo el texto, Despentes plantea lo que realmente significa ser una mujer del montón, con una educación y un ingreso medio, en una estructura capitalista neoliberal y patriarcal que añora los tiempos de la dominación total y la sujeción sin límites. Analiza la idea de la mujer ficción, el imaginario femenino irreal y los nocivos efectos que conllevan —tanto para las mujeres como para los hombres— y de los cuales dan cuenta las múltiples violencias. Reclama su derecho a disentir de los caminos socialmente aceptados para mostrar su descontento y luchar por la inclusión y el lugar que les corresponde a las mujeres no solo con energía, sino con valentía e ira (la considera una herramienta poderosa). Afirma que abandonar los espacios políticos es un indicador de la resistencia que tienen las mujeres ante su propia emancipación y que no reorganizar socialmente ni el cuidado de los otros, ni el trabajo doméstico demuestra que las luchas feministas todavía se conciben como secundarias y postergables.

En “Imposible violar a una mujer tan viciosa” (título de una canción del grupo Trust), narra como ella y una amiga fueron violadas y cuestiona si realmente se ha avanzado cuando ante una violación lo primero que se pone en duda es la versión de la mujer. Resume los miles de casos que ocurren diciendo que “el violador se las arregla con su conciencia” porque finalmente está convencido que la mujer violada lo deseaba y acusa a las mujeres de no decir nada a las niñas y adolescentes para que ellas solas, sin ayuda, sin herramientas y sin saberes recorran el mismo terrorífico camino. Penosamente, afirma: si las mujeres quieren ser libres, salir de sus casas y recorrer su propio camino, deben aceptar que pueden ser violadas en cualquier momento y lugar. Algo muy parecido a lo que saben las mujeres migrantes que llevan la píldora del día siguiente porque el riesgo a ser violadas es muy alto.

Para que el punto se entienda cabalmente, Despentes indaga si alguna vez alguien ha oído en las noticias de malvadas bandas de mujeres “que arrancan la polla del violador con los dientes” y se sorprende de que aún no se cuente con un dispositivo muy femenino que haga pedazos a los penes que entren sin permiso en el cuerpo de las mujeres.

“Durmiendo con el enemigo” se centra en la discusión sobre la prostitución y sus múltiples formas, donde el intercambio monetario es para algunos grupos inaceptable y para otros tan malo como cientos de oficios y trabajos degradantes pero honrados. La opinión de la autora se resume en que “Lo que ataca la moral en la práctica del sexo pagado no es el hecho de que la mujer no encuentre placer, sino que se aleje del hogar y que gane su propia independencia”.

En “Porno-brujas” se abordan las distintas aristas de la pornografía, quienes la consumen, quienes la producen y cuáles son los imperativos sociales, morales y elitistas que los aceptan o condenan. Pasando por complejos procesos donde interactúan los deseos y las prohibiciones, se trata de desmenuzar qué hay detrás de la pornografía y por qué es tan demandada. La conclusión de Despentes es que es una manera de acceder a aquello que las personas desean inconscientemente, pero que los avergüenza.

Los dos últimos capítulos “King Kong Girl” y “Buena suerte chicas” dan cuenta de las críticas recibidas por la autora, de lo desigual que se juzga una obra cuando se trata de una mujer, del peso de la feminidad y del deseo de escapar de todos sus mandatos; así como sus cambios personales de actitud tratando de invisibilizarse y de alejarse del consumo de alcohol. Para concluir con un feminismo liberador, producto de una acción colectiva de emancipación que integre a mujeres y hombres.

Tanto el tema de la prostitución como el de la pornografía, desde mi perspectiva, requieren de otros abordajes, de análisis interdisciplinarios y sobre todo de otras investigaciones multidimensionales para poder dilucidar y delimitar áreas confusas. Por ejemplo, Teresa Lozano Lázaro y Zúa Méndez Vergara afirman que “Teoría King Kong” no es ni una teoría, ni un texto feminista, pero que el libro seduce por ser un relato directo y ágil que presenta sin filtros sucesos desafortunados. En su opinión, requiere ser analizado desde la óptica y con las herramientas teóricas, conceptuales y metodológicas del feminismo, pero, además, necesita ser reinterpretado para entender las razones mercantiles (exitosas) que lo presentan como un texto teórico feminista cuando sencillamente es un relato autobiográfico que tiene como núcleo la violación de una adolescente que tuvo que enfrentar sola ese y otros sucesos, al igual que sus consecuencias.

En resumen, es un libro provocador, emocionalmente intenso, empáticamente doloroso, intelectualmente sencillo, socialmente incendiario, iracundo, escandaloso y transgresor, cuya lectura a veces lastima, a veces conmueve y a veces incomoda.

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