Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[
Pero la mayoría son verdaderas. Y no son menos atroces, absurdas, a veces increíbles, porque la realidad ignora la verosimilitud y la coherencia. Y la violencia que un ser humano puede infligir a otro excede casi siempre a nuestra educada imaginación de europeos nacidos y crecidos en tiempos de paz. Y. además, cualquiera que haya sufrido un trauma o se haya adentrado en los laberintos de la psique sabe que para defenderse del dolor y poder soportarlo se deben crear subterfugios y accionar mecanismos de desplazamiento, aplazamiento, extrañamiento, alienación. Y fingir que lo que no sucedió le sucedió, en cambio, a otra persona.
Lo cierto es que serán necesarios meses antes de que ella sea capaz de reconocerse en esa historia. Que consiga soportarla y comprender que le pertenece. Y no sólo no puede aún reconocerse en ella, sino que tampoco debe borrarla, ni olvidarla jamás. Paradójicamente, a estas alturas su historia es su refugio y su domicilio.
Melania G. Mazzucco.
Lo primero que hay que agradecer a Melania G. Mazzucco (Roma, 1966) es haber aceptado la propuesta de escribir “Estoy contigo” (2019) y poner sobre el papel la historia de Brigitte, una mujer congoleña de mediana edad que se ve obligada a dejar su país y huir a Italia sin ni siquiera poder avisar a sus hijos. También es de agradecer que la protagonista sea una mujer, pues es posiblemente el perfil más olvidado en esta crisis, así como uno de los más vulnerables.
Yasmin Sadeghi
Una mujer negra de alrededor de cuarenta años deambula en torno a la Estación Termini de Roma en el crudo invierno de enero de 2013. Camina junto o de frente a los viajeros sin interaccionar con ellos. Se desplaza por los diversos espacios. Busca en la basura algo que llevarse a la boca. Sale del edificio y camina por las avenidas que flanquean el resguardo de los trenes. Echa cálculos sobre el lugar más seguro para pasar la noche. El primer contacto con el idioma es a través de un carabinieri que le dice e indica que circule. Ella no habla una palabra de italiano. Su actitud es más bien de extravío. ¿Se trata de una demente?, ¿de una indigente más?, ¿de una refugiada africana?, ¿de una mezcla de algunas o de todas?
Un negro, sacerdote, se dirige a ella y le habla en francés. La mujer parece entenderle. De menos a más. Aunque él tiene prisa, le obsequia 20 euros y le da la punta de la madeja para seguir los pasos a fin de conseguir un mejor nivel de vida y salir de la alta zona de riesgo en que se encuentra. Él también le conseguirá un teléfono celular y la presentará a las primeras personas que podrán regularizar su situación a fin de obtener el estatus de refugiada.
Brigitte es originaria del “Congo” o “República Democrática del Congo”, mítico país cuya imagen flamígera nos dejó Conrad en “El corazón de las tinieblas” y que sirvió de ejemplo para llegar al linde del horror en “Apocalipsis now”. En años recientes tuvo novelistas que se regresaron a esa fuente de relatos en las plumas de Vargas Llosa y Atxaga. “Estoy contigo” no se refiere a esa época de la colonización, tampoco al periodo de independencia, ni siquiera a los relatos de dictadores esperpénticos en la última parte del siglo XX. Se refiere a la segunda década del siglo XXI.
Brigitte es enfermera y ha levantado dos clínicas en Matadi, cerca de la salida del río al Océano Atlántico, a casi medio centenar de kilómetros de la capital Kinsasa. Es apenas el pórtico de ese río que lleva en un serpentear indomable al Congo profundo. Mujer práctica, comerciante, como rodas las africanas, afirma, ha ido levantando su pequeño imperio con materiales de segunda y una adecuada atención a los enfermos. Cuando no tienen para pagar, Brigitte no deja a su suerte a alguien en peligro. Tiene un hermano que de niño le ha salvado la vida, un esposo que está al servicio del hombre fuerte del país y cuatro hijos que viven una vida ordinaria. Mas la violencia habita las calles, maniata a la población y a menudo se excede.
En noviembre de 2012 hay manifestaciones en las calles. Hay heridos. Fiel a su ética profesional, Brigitte recoge a esos golpeados en el acto público. Por la noche, un oscuro militar le presenta una botella de formol y un cheque por miles de dólares. Se trata de una simple inyección sobre los heridos. Brigitte despide al enviado. Horas después, la soldadesca irrumpe por los manifestantes. Después Brigitte misma en tomada bajo el cuidado de hombres que no necesitan identificarse. Su hermano intenta salvarle la vida por segunda vez, rápidamente es rafagueado y Brigitte deberá viajar hacia rumbo desconocido con el cadáver de su hermano encima y recibiendo gotas de sangre de sus heridas.
Durante días, la mujer pasa su vida encerrada en una celda que ella primero describe como inmensa, tanto como la oscuridad, pero que después circunscribe a dos por tres metros. Cada noche hay un llamado de algunos que no volverán a la prisión y de otros que serán golpeados y violados durante toda el turno. Brigitte participa en los segundos grupos, todavía no es su momento de morir.
Cierta vez la llaman y no es para morir, tampoco para ser golpeada y violentada. El director del lugar le recuerda que alguna vez salvó la vida de la esposa, a pesar de que no tenía dinero. Le dio la atención médica. También le dice que el 3 de enero está programada su muerte. La regresa a la celda. Días después, la llama y la lleva a la puerta del lugar de detención. La deja ir.
Camina hasta conseguir un aventón de un hombre que la lleva a Kinsasa. Allí puede establecer contacto con Konstantin, un casi hermano gracias a las labores de su padre. Él, con riesgo de su vida, consigue que un diputado la saque con pasaporte falso del Congo y la deje en Roma. Él seguirá hasta a Francia, pero es mejor lugar Italia para conseguir quedarse como refugiado. Tiempo después sabrá que Konstantin ha sido envenenado.
El diputado no le ha hablado, no le ha dado instrucciones. Simplemente al llegar a Roma le ha comprado unos jeans para que sustituya los pantaloncillos con los que ha viajado desde el Congo y le ha dado veinte euros. Después la ha dejado a su suerte y a las leyes del grupo de refugiados.
En Roma, el sacerdote la lleva al Centro Astalli. Después desaparece. Allí podrá encontrar apoyos para hospedarse, alimentarse, estudiar el italiano y materias u oficios diversos y, sobre, todo encontrar el acompañamiento para que no se le regrese a su país. Allí se le asigna una abogada, Francesca y se propicia que su historia sea escrita por la importante escritora italiana Melania G. Mazzucco. El momento de contacto es fundamental, porque hay una serie de pasos necesarios para saber cómo se encuentran las víctimas. Uno de ellos es el momento de los análisis clínicos: Lo más temible: el sida y estar embarazada. Brigitte está limpia.
Detecta además una infección severa de las vías urinarias y del órgano reproductor. La paciente no tiene la regla desde hace cuatro meses. Está en edad fértil y refiere recientes abusos sexuales. A pesar de que la desaparición del ciclo puede estar provocada por las violaciones, por la malnutrición, o por el shock, a pesar de que la amenorrea no es necesariamente un indicio de embarazo y de que casi todas las solicitantes de asilo, debilitadas por el viaje y por los traumas que han tenido que soportar, la sufren, le prescribe una visita al ginecólogo y una análisis de sangre.
Desde Roma, Brigitte se entera de toda la maquinaria burocrática que entra en juego para ayuda de esos personajes transterrados como ella. En la casa donde habita hay mujeres de otras nacionalidades que lo mismo esperan su papeleo de refugiadas que ir al lugar donde desean vivir: Suiza, Alemania, Inglaterra, Francia. Desde allí conoce la noticia del naufragio de Lampedusa, donde más de medio millar de refugiados cayó al mar. Escucha los llantos de las mujeres afectadas por la muerte de sus familiares y el gozo de una de ellas que supo de la salvación del novio. No le duró mucho el gusto. En días siguientes, el hombre llegó al Canal de la Mancha e intentó cruzarlo a nado. Murió en el intento.
Los jesuitas y los abogados saben de las necesidades más apremiantes de los refugiados. En el caso de Brigitte no pierden de vista a sus cuatro hijos. Deben encontrar el modo de regresarlos a la tutela de su madre. Primero habrá que localizarlos, saber de su condición. Después de muchas peripecias y pagos al cuidador de los hijos, podrá tenerlos cerca, primero a los niños, después a las niñas. Ahora tendrá que pelear por insertar a unos niños pobres, ajenos a la cultura italiana, en las exigencias de la vida en este continente. Y lo tendrá que hacer desde su lugar de estancia, mientras los hijos están en otro lado. Se da el caso que durante las gestiones, el mayor ha obtenido la mayoría de edad, ahora la gestión de su vida le pertenece.
La última parte del libro se refiere a la relación entre Brigitte y Melania, el proceso que partió de un encargo de escribir una vida y terminó con una proximidad en la que se alcanzan a apreciar similitudes y distancias. El común denominador es la complejidad. A ellas habría que agregar la de Francesca. Son tres mujeres que luchan en diferentes trincheras y que muestran su coraje y su entereza para salir adelante. Brigitte vive en condiciones extremas, Francesca litiga esos casos límite y Melania escribe la vida que es más dura de lo que parece.
Libro de extrema dureza, habrá que agradecerle a la escritora que con su sabio pulso nos va llevando de sorpresa en sorpresa: desde la aparente pérdida de una mujer en la muchedumbre de Roma, hasta su paso por el infierno a manos de un poder despótico y ciego, hasta la llegada a una realidad que no presenta alternativa, pero desde donde, así sea por el lado de la caridad o de la solidaridad, se da atisbos para nuevas vidas.
El libro está extraordinariamente bien escrito, organizado como un libro de ficción, con la estrategia de someter la parte más negra de la historia y darle el lugar que merece más allá del morbo o del exceso de violencia. Al incorporar las vidas de las mujeres al libro, tal como el lector lo tiene entre las manos, las mujeres generan perspectiva: diversos ángulos de una misma lucha. Y, a la vez, una importante escritora italiana, da voz a una mujer que no tendrá posibilidad de dejar testimonio para la literatura de su país, pues éste se encuentra secuestrado por los mandobles del poder. Tampoco tendría lugar en la literatura italiana, con su propio pulso y campo de jerarquías. En cambio, de esta manera, Mazzucco la incorpora a esa literatura desde el lugar fundamental que ella ocupa. Brigitte no es una analfabeta en el Congo, pero lo es en Italia al momento de llegar. Tardará en adquirir el idioma en Roma y mucho más incorporarlo en su dimensión estética.
Mil historias se agolpan en su cabeza. No sólo la suya. Historias de otras personas. De sus antepasados belgas, de su abuela blanca. Casada con un negro, de sus hermanos, Tan sólo tiene que escribirlas o, hasta que no domine el italiano, encontrar a alguien que lo haga por ella.
El relato de Brigitte en la voz y las habilidades de Melania es una mediación noble y que seguramente nos brinda a los lectores la posibilidad de conocer renglones de la realidad que nos parecen lejanos o imposibles. Y está también Francesca, la abogada que abre con sus caminos legales, la senda donde Brigitte vive, y vive más allá del relato.
