Alejandro García/ ]Efemérides y saldos[
La habitación está ya tan oscura que al principio no distingo a Alissa. Está junto a la cabecera de su cama, de rodillas, de espaldas al ventanal por donde penetra el día agonizante.
Se vuelve, aunque sin levantarse, cuando yo me le acerco, y murmura:
─¡Oh, Jerôme! ¿Por qué has vuelto?
Me inclino para besarla; su rostro está cubierto de lágrimas…
Aquel instante decidió mi vida; todavía hoy no puedo recordarlo sin ansiedad.
André Gide
“La Porte étroite” le reportó a Gide el éxito comercial, con todos sus malentendidos. Crítica y público constataron aliviados que por fin aparecía una auténtica novela con un ambiente provinciano y con su correspondiente acción. Se clasificó al autor. Se quiso ver una conversión a la fe, un regreso al clasicismo, una negación de las tentativas de toda la juventud. Mas el que la juzgó así no había comprendido a Gide.
Ernst Robert Curtius
Estas jornadas de encierro del año del COVID 19 (espero que sólo sea 2020) permite en sus momentos de cacería fantástica, en mi caso bibliográfica, bien por referencias en los muros de las redes sociales, bien por azares de la mano o de la mente, bien por misteriosos rebotes, bien por intereses que de pronto se reactivan, encontrarse con verdaderos tesoros que permiten ampliar la perspectiva, la mirada y la mente toda. Es al fin de cuentas un fruto que permite a la conciencia reapreciarse y agregar instrumentos que le permitan tener un sentido más justo del mundo, de la vida.
Ha sido el caso de "La puerta estrecha" (Barcelona, 1998, Lumen, 125 pp.) de André Gide, parisino que vivió entre 1869 y 1951, Premio Nobel de Literatura en 1947. La novela se publicó en 1909 y según Curtius tuvo éxito. Después desapareció un tanto de las referencias del autor y se publicó de nueva cuenta en 1959 en Mercure de France. He de decir que a partir de ahora no dudaré en ponerla entre mis novelas breves favoritas, junto a digamos “Veinticuatro horas en la vida de una mujer” y “Jadhzi Murat”, por poner sólo dos ejemplos.
André Gide ha sido un autor polémico. Curtius no duda en señalarlo como uno de los emblemas del espíritu francés que realizan el tránsito de siglos (entre el XIX y el XX). Este importantísimo historiador y crítico literario advierte una mayor realización estética en Gide más que en los propugnadores de las vanguardias, que tendrían sus mejores logros en las décadas siguientes. Estamos hablando, si se recuerda la fecha de publicación de “La Puerta estrecha” de poco menos de un lustro antes de la aparición del primer tomo de “En busca del tiempo perdido”, “Por el camino de Swann” (1913).
Al logro de libros interesantes y bien cuajados o bien resueltos o bien construidos, habría que agregar que Gide hace una aportación notable al género novelesco en 1925 con la publicación de "Los monederos falsos". Con esta obra dialoga con los grandes renovadores formales: Proust, Woolf, Joyce y con los renovadores temáticos: Kafka, Lawrence. Y constituye una novedosa aportación sobre la capacidad de la novela de examinarse a sí misma, como también hace Aldous Huxley en “Contrapunto” (1928). Su formación católica no le impide simpatizar con la izquierda y viajar a la URSS y publicar sus experiencias. El repliegue ideológico es algo que provocará las censuras de los grupos de poder intelectual. Su obra está allí para ser descubierta por lectores con ojos sin deudas.
“La Puerta estrecha” es una historia de amor que corre con agilidad y relativa fortuna. El problema está en el desenlace. Ya el pórtico es un indicio de lo que sucederá. Se trata del epígrafe bíblico: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”. LUCAS, XIII, 24. Y ya dentro del accionar de la novela lo despliega:
El Pastor había leído primero el versículo entero: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, porque la puerta ancha y el camino espacioso conducen a la perdición, y son muchos los que pasan por ellos, pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conducen a la Vida, y son pocos los que la encuentran”. Después, revisando las divisiones del tema, pasó a hablar del camino espacioso… Con el espíritu ausente, y como en un sueño, volví a ver la habitación de mi tía tendida en el diván riendo, vi al apuesto oficial que reía también… ¡Y la idea misma de la risa, de la alegría, resultaba hiriente, ultrajante, se convertía en una odiosa exageración del pecado!...
Jerôme vive con su madre y su padre en El Havre. A la muerte de éste, la mujer decide ir a vivir a París. Cada año viajan durante las vacaciones a Fonguesemare, cerca de El Havre. Alli conviven con el tío Bucolin, su esposa Lucía, sus hijas Alissa y Juliette y su hijo Robert. Jerôme siente de inmediato una especial atracción por Alissa y es correspondido. Lucía y sus dos hijas son muy bellas. La madre es un poco ajena a la convivencia, Juliette es extrovertida, Alissa es lo contrario. Un día el joven descubre que Lucía está frente a un joven y Robert y Juliette están presentes. Alissa lo intercepta y le pide que no cuente lo que vio. Tiempo después Lucía huye con el joven. En una ceremonia religiosa la madre de Jerôme y Bucolin escuchan las palabras sacerdotales con la cita de Lucas.
Un vecino de Fonguesemare, Abel, va también a París. Convive con Jerôme. Robert que también estudia en la capital es ajeno a los dos, sin que haya una mala relación. El interés de Jerôme por Alissa se acentúa, como mujer, como posible pareja. Lo platica con su madre antes de que ésta muera. Sin embargo un hombre de campo pide la mano de Juliette. Consideran que debe pasar cierto tiempo, ella es aún muy pequeña. Abel se prenda de la muchacha y asegura que lo preferirá apenas se le declare. Cuando lo hace, resulta que a quién ella quiere es a Jerôme. Juliette entre en una etapa de confusión y enfebrecimiento.
Alissa, que estaba en el acuerdo de corresponder a Jerôme decide no seguir con el trato. Llama a la espera. Juliette termina por casarse con el que pidió su mano y se va a vivir a sus tierras y a tener hijos. Ya no hay obstáculo, sólo que Alissa ha profundizado en su cuestionamiento interno y ha optado por la puerta estrecha. Se trata de la renuncia a la comunidad social de la pareja y de la entrega a Dios, no en una corporación, simplemente dejándose morir y realizarse de esa manera.
La última parte es un diario que Alissa ha pedido a Juliette le entregue a Jerôme en donde va registrando el inmenso amor que siente por su pretendiente, la ausencia de otros amores o propuestas y la aparición de un camino espiritual, de una senda que resulta más difícil, sacrificada, pero que ella siente más valiosa, digna de caminar por ella.
La historia es ágil, el escenario es terso, incluso las claves de las decisiones de Lucía son puestas de manera natural. Lo que predomina en la primera mitad de la novela es la atracción entre estos dos personajes. La acción es narrada por ese Yo-Jerôme que sólo cede su jerarquía en una decena de páginas casi al final. Después vienen sólo tres páginas que dan noticia de la vida actual de los sobrevivientes diez años después.
Lo interesante de la novela es el giro de los personajes. Es el caso de la pérdida del padre y la afección de la madre de Jerôme. Una de las primeras críticas a Lucía es que no ha guardado luto por el cuñado. Bucolin cae en desgracia por la huida de la bella esposa con un hombre más joven que él. Jerôme va a París y el lugar no le sienta bien en un primer momento, es en Fonguesemare donde encuentra una familia que lo cobija, especialmente las dos chicas y una mujer madura que le parece bella y misteriosa. Robert camina sin más ambición por la vida. Juliette busca a Fonguesemare a pesar de que sabe que hay una liga muy fuerte de él con Alissa. Y Alissa escucha las palabras del sacerdote durante la ceremonia en que éste alude a la suerte de Bucolin. Lucía ha optado por la puerta ancha, Bucolin no tiene otra que transitar por la estrecha.
De allí lo que este mensaje implica para la estructura mental compleja de Alissa: la puerta estrecha, la de la verdadera vida. Y eso significa replegarse cuando su hermana se le adelanta en la decisión de escoger compañero, aunque éste no lo sepa. Y su mente da el brinco hacia el aislamiento con respecto al hombre amado y a la vida fácil o sin pruebas.
La novela está bien sustentada en ese brinco de los personajes con necesidades a satisfacer muy diferentes. Sólo Alissa cambia de necesidad y pelea por ella. El precio es morir. El reto para Jerôme es cómo convertir ese gran salto de la mujer amada en algo que le permita construir su propia vida.
Recuerdas aquel versículo de las Escrituras que nos inquietaba y que temíamos no comprender del todo bien? “No recibieron aquello que les había sido prometido, pues Dios los había reservado para algo mejor…”
Es claro que el mensaje que trasmite la novela es exquisito, provocador para los grandes repetidores de que la religión es el opio de los pueblos. Se trata de un mensaje incómodo para los círculos intelectuales que dejaron de lado la práctica religiosa y su impacto en la vida de la gente. Los actos de Alissa no son producto del fanatismo, son el resultado de una transformación interior, de un llamado a la congruencia, de la construcción de un sentido a lo que hacemos.
