A escala nacional, sin empleo e ingreso digno, no tendrán protección social
ANGÉLICA JOCELYN SOTO ESPINOSA
Cimacnoticias | México, DF.
En México viven 10 millones 385 mil 986 mujeres de entre 20 y 29 años de edad –la cifra más alta en el país nunca antes reportada–, quienes dentro de 15 años serán más pobres que sus pares varones porque más de la mitad de ellas no percibe ingresos ni estudia, documentó Cimacnoticias con motivo del Día Internacional de la Juventud que hoy se conmemora a instancias de Naciones Unidas.
De ese total de mujeres jóvenes, entre 50 y 70 por ciento ya no va a la escuela y más de la mitad (5 millones 95 mil 660) forma parte de la Población No Económicamente Activa (PNEA); es decir, que no realiza ni busca desempeñar alguna actividad económica, según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Marta Mier y Terán, consejera de Conapo y demógrafa e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo a Cimacnoticias que en general las jóvenes enfrentan más dificultades para ingresar al empleo que los varones de su edad, ya que sólo las mujeres con mayor nivel educativo son quienes tienen más oportunidades de obtener un trabajo digno.
La experta observó que actualmente las jóvenes tienen menor rezago educativo que los hombres durante el ingreso a la secundaria y la preparatoria, pero en niveles superiores –como las universidades y los posgrados– los varones asisten más que las mujeres, lo que se traduce en que en el ámbito laboral ellos tengan mayor remuneración y mejores condiciones de trabajo que ellas.
Mier y Terán enfatizó que una parte importante de lo que limita el acceso femenino al empleo y la educación es el rol cultural de las mujeres vinculado a la familia, ya que las tareas de cuidado –sobre todo en la maternidad temprana– coartan sus oportunidades y sus trayectorias laborales.
Además, observó la demógrafa, en algunas regiones del país las jóvenes son obligadas a realizar todas las tareas del hogar, por lo que las familias no consideran importante que reciban una educación formal.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, las jóvenes del país registran una tasa de participación en el mercado laboral de 38.7 por ciento, lo que contrasta con casi 70 por ciento que reportan sus pares varones.
A ese dato se suma que 356 mil 154 mujeres de entre 20 y 29 años de edad están desempleadas a pesar de contar con el tiempo, la disposición y la necesidad para trabajar, según establece Inegi. Esta cifra las ubica dentro del perfil poblacional con menores oportunidades de trabajo.
PEORES CONDICIONES DE VIDA
Mier y Terán detalló que si las mujeres tienen mayor dificultad para acceder a un empleo formal, entonces también tienen posibilidades más limitadas para gozar de prestaciones sociales y protección a la salud.
No obstante –advirtió– dentro de 30 años las jóvenes que actualmente no trabajan tendrán peores condiciones de vida que el resto de la población, y cuando sean adultas mayores van a depender totalmente de sus familias.
La investigadora consideró que en comparación con 2005 –en materia educativa– las mujeres y los hombres estudian en promedio el mismo número de años.
Mientras que en el ámbito de la participación laboral, las jóvenes han conseguido mantener trayectorias en el empleo más largas a pesar de estar unidas o tener hijos.
“Hace 10 años esto no existía –acotó Marta Mier y Terán–. Eso ha ido cambiado en el tiempo y en beneficio de las mujeres, ya que ellas logran un desarrollo personal además de familiar. (Antes) las mujeres que trabajaban eran quienes no formaban una familia”, precisó la estudiosa de la transición de la juventud a la vida adulta.
Señaló que a pesar de estos avances, el acceso de las mujeres al empleo en México “es una situación que no coincide con el nivel de desarrollo del país”, ya que –observó– hay otras naciones de América Latina y el Caribe con situación similar donde las mujeres participan mucho más en el trabajo.
Explicó que en México la incorporación de las mujeres al mercado laboral en los años 70 y 80 fue más rápida que ahora debido al crecimiento económico y la mayor escolaridad que se generalizó en aquel entonces en el país.
No obstante, puntualizó Mier y Terán, en los últimos años la incorporación femenina al trabajo se ha mantenido en una “tendencia lenta” que no refleja “un gran cambio”.
Auguró que dentro de 15 años –es decir, en 2030– las jóvenes estarán en una situación más igualitaria en la educación y el mercado laboral, pero quienes actualmente no tienen un empleo estable, están en la informalidad o perciben bajos salarios no van a tener mejores condiciones de vida.
FUTURO INCIERTO
Rebeca tiene 19 años de edad, vive en el Distrito Federal y se dedica exclusivamente a sus estudios universitarios que paga con ayuda de su madre.
En entrevista, contó que hace un año se vio obligada a interrumpir su preparación profesional porque tuvo que trabajar para sostener su hogar. Regresó a la escuela en cuanto la economía familiar fue más estable.
Rebeca aseguró que tiene poco tiempo para pensar en su futuro, sobre dónde va a vivir y cuánto va a ganar dentro de 15 años, ya que por ahora –lamentó– su permanencia en la universidad “pende de un hilo”.
Irene, de 25 años de edad, terminó recientemente una ingeniería. Tiene un puesto administrativo en una empresa del DF en lo que consigue empleo como ingeniera. Su sueldo actual no rebasa los 6 mil pesos al mes, pero la sobrecarga de trabajo no le permite realizar otra actividad remunerada.
Confió en que le gustaría ser dueña de un negocio propio y vivir en una casa diferente a la de sus padres, a quienes planea apoyar en su vejez. Sin embargo, Irene dijo que tiene miedo de dejar su actual empleo porque las compañeras que se han atrevido a “soltarlo” tardan más de cuatro meses en encontrar otro trabajo.
Según datos del Inegi, una cuarta parte de las jóvenes de entre 20 y 29 años de edad que trabajan (un millón 254 mil) percibe tan sólo de uno a dos salarios mínimos como máximo de ingreso, lo que no suma ni 200 pesos al día.
De las jóvenes de 15 a 29 años de edad que realizan una actividad económica, 23.1 por ciento son trabajadoras sin paga, y sólo 0.3 por ciento son empleadoras, es decir, dirigen un negocio propio.
De las trabajadoras subordinadas, sólo una de cada cuatro tiene acceso a la salud y más de 700 mil laboran en promedio más de 48 horas a la semana, lo que excede por seis horas la jornada que establece la Ley Federal del Trabajo.
Ruby, de 22 años de edad, es estudiante de Ciencia Política por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Unidad Iztapalapa. Precisó que no tiene ingresos fijos, pero su gasto diario sólo para transporte es de más de 50 pesos, pues vive en el municipio de Chalco, Estado de México, desde donde hace más de dos horas de trayecto para estudiar en la capital del país.
Aunque vislumbró en un futuro gozar de autonomía económica, sabe que para ingresar al mercado laboral, además de enfrentar pocas opciones de empleo y bajos salarios, también tendrá que toparse con la discriminación y el estigma que permea contra la juventud y su apariencia física (Ruby tiene tatuajes), por parte de empresas que “exigen experiencia laboral, pero no dan oportunidades”.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), los bajos ingresos de la población en general (que en 2014 no alcanzaron ni para comprar la canasta básica) explican que del grupo de personas que tienen entre 18 y 64 años de edad –el grupo etario más productivo–, 41 por ciento vivan en la pobreza.
En 2014 el número de personas pobres aumentó a 55 millones 300 mil. No obstante, 8 millones 18 mil 940 hogares mexicanos sobrevivían con el ingreso de una mujer jefa de familia, y 383 mil estaban encabezados por una joven.
Según Conapo, para el año 2030 el número de hogares encabezados por mujeres habrá aumentado a 12 millones 130 mil 996, algunos dirigidos por jóvenes de entre 20 y 29 años de edad, pero la mayoría por adultas que hoy no gozan de un trabajo estable, un ingreso superior a los dos salarios mínimos diarios, ni protección social.