*No hay violencia del narco como en México, dicen
*El atraso, convertido en el principal atractivo turístico
ANGEL AMADOR SANCHEZ
LA HABANA, CUBA. Fidel Castro, su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara entraron triunfantes a La Habana el 1 de enero de 1959, luego de dos años de encabezar el movimiento guerrillero que derrocó al dictador Fulgencio Batista. De entonces a la fecha han ocurrido muchos sucesos, se han dicho miles de declaraciones y corrido demasiada tinta sobre la Revolución Cubana.
La utopía, el hombre nuevo del que hablaba El Che, la instauración del socialismo, alejado de las “desviaciones” autoritarias del modelo soviético, el sueño de una sociedad igualitaria, sin ricos ni pobres, la esperanza de un mejor destino para Latinoamérica…
A poco más de medio siglo, para quienes visitan por primera vez la isla, el “encontronazo” con la realidad, aún más si están informados sobre la historia de Cuba, causa un ánimo de frustración, desencanto y porque no decirlo, tristeza, al corroborar el fracaso de su Revolución, al menos en lo que se refiere a los ideales más elevados que influyeron en miles y miles de jóvenes de los 60 y 70 del siglo 20.
El criminal bloqueo comercial de Estados Unidos, las “desviaciones” del Partido Comunista de Cuba, el autoritarismo de Fidel Castro, se conjugan y manifiestan en la cruda y ruda realidad que viven en la capital y municipios colindantes, expresado en el atraso y las grandes carencias que enfrentan sus pobladores.
En La Habana casi todo “huele” a viejo, con sus deteriorados inmuebles, algunos a punto de caerse en la llamada zona vieja (están peor que los edificios tras el temblor de 1985 en la ciudad de México, comenta un connacional), su monótono Museo de la Revolución, el empolillado periódico Granma y sus automóviles de “tres generaciones”.
De los años 50 y 60 del siglo pasado, los viejos Chevrolet, Ford, Buick; los LADA (casi igual al Datsun “cuadradito” que circuló en México) que llegaron en masa de la extinta URSS en los 70 y 80, y finalmente los modernos que manejan funcionarios del gobierno, de embajadas y de algunas empresas extranjeras que realizan inversiones en la isla.
Sin embargo, la ciudad –Patrimonio de la Humanidad- tiene un encanto seductor y, de manera paradójica, el atraso se convierte en el principal atractivo turístico. Es como vivir en directo una de esas películas de los años 60.
Aun la “nueva Habana”, en la zona del Vedado, se ve añeja, con sus casonas edificadas por la aristocracia, primero, y luego los multifamiliares en donde habita “el proletariado”. Los edificios de la “moderna” Habana, muestran también los estragos del paso del tiempo.
Es común observar anuncios de las reconstrucciones que se realizan en el centro histórico y lugares aledaños.
“Llevan 50 años reconstruyendo la ciudad y sus alrededores”, ironiza un cubano que promociona la entrada a un restaurante, muy cerca de la mítica Bodeguita del Medio, lugar visitado en su momento por Gabriela Mistral, Agustín Lara, Pablo Neruda, Ernest Hemingway, Nicolás Guillén…
A lo largo de la calles no se ven ancianos, mujeres o niños que pidan limosna al estilo mexicano, tampoco limpiaparabrisas ni traga fuegos. La mendicidad en La Habana, por decirlo de alguna manera, está “camuflajeada”.
Es común que al caminar por la ciudad, de repente algún hombre o mujer exclame ¡mexicano!, y luego venga la petición de una moneda, ropa o un dulce. “No le sobra una playera como la que trae”, se oye.
Algunos manejan un estilo diferente: se acercan amistosos, surge la charla, salpicada generalmente de quejas contra el gobierno, y luego la solicitud de ayuda.
“Soy trabajador jubilado y a la familia nos va muy mal; la libreta de racionamiento mensual incluye 6 libras de arroz, 30 huevos, menos de un kilo de frijol, medio pollo y media libra de aceite. Cada tres meses nos dan sal… No tiene un peso que me regale, cómpreme una moneda del Che”.
Otros no se cansan de ofrecer puros y el tradicional Havana Club (cuya marca les quieren birlar los gringos), “más barato que en las tiendas del gobierno”. Y aunque no abundan, hay gente dedicada a la venta de palomitas o papitas en carritos.
Cuba está muy estancada, repiten los taxistas, uno de los cuales relata que para ser trabajador del volante se tienen que cubrir cuatro requisitos: pasar la prueba de manejo, ser universitario, hablar inglés y no tener antecedentes penales.
El Estado es dueño de las empresas que prestan el servicio de taxis, divididos en los exclusivos para turistas y los que pueden usar los cubanos. Los choferes ganan 250 pesos cubanos al mes, pero “nos va mejor que otros trabajadores, por las propinas”.
¿Y hay corrupción entre los gobernantes?, se le pregunta a un chofer, quien muy seguro responde: “no, señor, aquí la corrupción se paga con la vida” (¿¿¿).
INQUIETUD POR EL NARCO MEXICANO
La pregunta es directa: ¿de veras en (Ciudad) Juárez y otras partes de México descabezan y mutilan a la gente? Tras la afirmación, viene la síntesis: “acá nos faltan muchas cosas, pero al menos no tenemos ese tipo de problemas, de violencia entre narcotraficantes”.
Es poco antes de un nublado mediodía en la capital cubana, en una de las ferias del libro en la cual sobresalen textos añejos de Fidel Castro y de Ernesto Che Guevara, tan viejos y desgastados como buena parte de los edificios de La Habana.
Ahí, mientras ofrecen una moneda con la efigie del Che, el principal suvenir y fuente de ingreso extra para muchos cubanos, uno de los vendedores insiste en saber si es “verdad lo que sale en la televisión, las noticias sobre tantos crímenes” en territorio mexicano.
La misma inquietud se genera durante la plática con una trabajadora, en un restaurante (propiedad del gobierno), en las inmediaciones del malecón. Ella relata que el sueldo mínimo en la isla es de 250 pesos cubanos al mes, cantidad que “no alcanza para nada” y que se complica aún más por la necesidad de cambiarla a Peso Cubano Convertible (CUC), cuya paridad es 25 a 1, o sea, finalmente perciben 10 CUC.
Y es que en noviembre 2004, el entonces presidente Fidel Castro ordenó al Banco Central de Cuba que suprimiera la circulación del dólar en Cuba. El CUC es la moneda para los turistas (15 pesos mexicanos equivalen a uno convertible), pero el también llamado peso comercial cubano ha ido ganando terreno y hoy en día es necesario que se haga la conversión, pues “casi todo se paga en CUC”, narra la empleada.
Moderada, reconoce que buena parte de los jóvenes cubanos rechazan las políticas del gobierno, encabezado por Raúl Castro, en especial la prohibición de salir del país. Dice que los ancianos mantienen lealtad al comandante Fidel, reconocimiento por “lo mucho que hizo por Cuba”, al cual se suman en menor cuantía personas adultas.
“No tenemos nada que reconocerle (a Fidel Castro), no hace nada por nosotros, nos tiene aquí en la sobrevivencia, con tantas carencias”, resume otro trabajador, en la paradisiaca playa de Varadero, en donde –por cierto- se escucha una canción de Ricardo Arjona en la que alude a que “..si Fidel fuera beisbolista..”.
“Ya oíste, está buena la canción”, dice uno de los empleados. Otro responde lacónico: “al rato la van a censurar”.
Pese a todo, reafirma la trabajadora del restaurante, “al menos no hay violencia como en México o Colombia”.
Y presume otro logro: “el gobierno de Estados Unidos no ha podido con nosotros”.
Las dos son fallidas. ¿Qué?, pregunta un turista mexicano. Sí, le responde un connacional, las revoluciones de México y Cuba son fallidas porque no cumplieron con la justicia e igualdad social...