Mujeres

violenExperiencias confirman inútil el escape, pues se enfrentan a nueva violencia de sus parejas 

JOSEFINA AGUILAR PASTOR

 

SemMéxico, Chilpancingo, Gro., 19 septiembre 2016.- Deserción escolar, embarazos prematuros, mortalidad materna, transmisión intergeneracional de la pobreza, limitación de las oportunidades de vida para las niñas y adolescentes, son las secuelas del matrimonio infantil.

Daniela Allende Nava tiene 20 años, es originaria de la comunidad de Tlamamacán, municipio de Mártir de Cuilapan, ubicada en la región centro del Estado de Guerrero se juntó con su pareja a los 17 años, tienen un hijo de tres y asegura que estaría mejor sola que con su pareja.

Relata que todo comenzó cuando a los 20 días que tenía de novio, se les hizo de noche, pues cuando se dio cuenta era la una de la madrugada, después de estar platicando más de cinco horas con el “muchacho”, como le llama a su esposo.

Cuenta que su padre era un hombre chapado a la antigua y violento, por eso cuando vio que era muy tarde, decidió irse con el novio.

– Yo nomás me jui por miedo, de que me pegara mi papá, dice y desde esa noche continúa en la relación.

Daniela estudió hasta sexto de primaria, es la segunda de ocho hermanos, cuatro mujeres y cuatro hombres, habla náhuatl y es una de las muchas indígenas que venden artesanías en las playas del puerto de Acapulco, su único sustento. Su esposo tampoco tiene trabajo fijo, solo empleos temporales.

Tiene tres años de casada y está arrepentida, lo dice incluso con lágrimas en los ojos.

– Me siento mal en muchas cosas, con mi pareja la verdad nada más ando sufriendo, lo que no iba a sufrir con mis padres, estaba mejor con mi papá y mi mamá, dice.

A sus hermanas más pequeñas, que estudian la primaria y la secundaria, les aconseja que no se casen, que sigan estudiando, que lo piensen.

– Ya que tengan 20 o 25, ya que hayan disfrutado, que tengan algo en a la vida, no nada más de irse y juntarse así no.

Ella misma dice que le falta todo: amor, cariño y todo lo que se necesita en una familia e, incluso, prepararse, estudiar; pero, aunque “no pagaron” por ella, está pagando lo mismo.

A diferencia de ella, su hermana Natividad se casó “bien”, a los 15 años y sus papás pagaron por ella de 15 a 20 mil pesos y la comida.

Los padres piden distintas cantidades de dinero para evitar que sus maridos “las dejen”.

– Pero digo de qué sirve que estén pagando, para que me anden maltratando, me anden insultando; ¿de qué sirve? Pues no sirve de nada. Como dicen en mi pueblo, el dinero que pidan lo voy a pagar yo, porque voy a trabajar yo, la hacen trabajar a una, se cansa una, todo lo paga una como mujer, maltratos, todo eso”, refiere Daniela.

Incluso señala que estaría bien que su marido, quien la golpea sin motivo alguno, la deje, estaría mejor sola.

Casada o no, ella se fue de su casa por miedo a su papá, lo mismo hizo su hermana Natividad también se casó por miedo a su papá, quien la golpeaba constantemente y por cualquier motivo.

Está segura que si su papá, hubiese sido de manera diferente, ni ella ni su hermana, se hubieran casado tan chicas.

No volvería a casarse

Elizabeth Romero Francisco es originaria del puerto de Acapulco, menudita, morena clara, estudiaba el segundo grado de preparatoria, comenzó a tener relaciones sexuales desde los 17 años, quedó embarazada y tuvo que casarse con quien en ese momento era su novio. Ahora tiene 19 años, una niña y está embarazada de nuevo.

Con una risa nerviosa, comenta que le gustaba y estaba muy enamorada de quien es su marido. Admite que el matrimonio y la maternidad es mucha responsabilidad, le demanda mucho cuidado y atención, muchas de las veces no le da tiempo hacer el quehacer de la casa donde permanece todo el día, pues no trabaja.

Además, de que sabe hacer muy pocas cosas, ignora como cocinar, lavar bien la ropa, pues en su casa lo hacía su mamá, eso le ha generado problemas con su marido.

Comenta que es más o menos feliz, principalmente con y por su bebé, “pero a veces he tenido muchos problemas”.

Sus padres se enojaron por haber quedado embarazada y porque dejó la escuela, ahora, ha cambiado su forma de ver y sentir la vida.

A poco más de un año de casada, sonriendo, dice que lo único que cambiaría de su vida, sería a su marido.

Hay parejas de hasta 13 años

Amalia Guevara, abogada, labora en la dirección de Atención a Grupos Étnicos en el ayuntamiento de Acapulco, donde otorgan asesoría y orientación a la población indígena, reconoce que la situación del matrimonio infantil es algo cotidiano.

– Hay parejas de hasta 13 años, que han llegado a solicitar ayuda jurídica, principalmente por problemas de violencia familiar o económica –no les dan para el gasto-, infidelidad, entre otros, señala.

Guevara reconoce que los matrimonios jóvenes truncan proyectos de vida, se frustran ambiciones personales y se generan fracasos, pero no tienen un registro de esta situación.

Las legislaciones

El pasado 14 de abril, la diputada local, Rosaura Rodríguez Carrillo del PRI, presentó una propuesta para reformar el Código Civil y establecer como edad mínima para contraer matrimonio, tanto el hombre como la mujer, los 18 años.

La reforma busca homologar la Ley número 812 para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que en su artículo 44 menciona como edad mínima los 18 años como edad mínima para contraer matrimonio, con el Código Civil vigente. La actual reglamentación aún contiene las dispensas de ley que permiten el matrimonio entre menores de edad, con la anuencia del Presidente Municipal y el consentimiento de los padres o tutores o establecen edades mínimas de 14 o 16 años para mujeres y 16 o 18 para hombres.

Sin embargo, la presidenta de la Comisión de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del congreso local, Beatriz Alarcón Adame, también del PRI, asegura estar en contra de la propuesta por considerar que no permitir el matrimonio entre menores, contribuiría a la desintegración familiar de esas personas que se están queriendo en ese momento y a quienes les estarían quitando ese derecho de estar juntos por no cumplir los 18 años.

Para la Iglesia Católica, la edad mínima del hombre para contraer nupcias es de 18 años, y para la mujer 16.

El sacerdote de la Iglesia de San Mateo, en Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero, Jorge Amando Vázquez, reconoce que, igual que un niño de seis meses no está preparado para caminar, el cuerpo de una niña de 12 a 14 años, no está preparado para las responsabilidades del matrimonio a temprana edad, lo que les causa finalmente frustración, enojo y sentimientos de fracaso.

No obstante, señala, en Guerrero los usos y las costumbres, en zonas como la Sierra y la Montaña, los matrimonios de jovencitas e, incluso, niñas, es una realidad.

– Los usos y costumbres siguen permeando en la formación y la educación en las comunidades rurales, mientras que, en la ciudad, el trabajo cotidiano que absorbe a ambos padres les impide estar al pendiente de sus hijos e hijas, por ello debían estar más presentes y preocuparse más por su desarrollo, acusó el sacerdote.

Señala que una mayor presencia de las personas adultas en la vida de los niños y las niñas, les permite vivir su etapa de formación, que se tomen muy en serio sus estudios, el deporte y amistades.

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