Película que aborda las movilizaciones de las mujeres por el derecho al sufrafio en Gran Bretaña
MARÍA CASTEJÓN LEORZA*
Cimacnoticias | México, DF.
“Sufragistas”, película de la cineasta británica Sarah Gavron, narra las dificultades que tuvieron las mujeres para conseguir el derecho al voto en Gran Bretaña.
Tras la magnífica “Brick Lane” (2007), Gavron realiza un esfuerzo ingente por ambientar y diseccionar el movimiento sufragista inglés. Sin duda, lo consigue.
Maud (Carey Mulligan) trabaja en una lavandería desde que tenía siete años de edad. Un día, por casualidad, ve a Violet (Anne-Marie Duff), su compañera de trabajo, tirando piedras a un escaparate en una protesta por el derecho al voto femenino.
A pesar de las reticencias iniciales, poco a poco se va uniendo a la lucha sufragista y toma conciencia de la situación de inferioridad en la que vive por ser mujer, que se materializaba de forma brutal en la falta de derechos sobre las y los hijos.
Maud descubre en el sufragismo un lugar de lucha por la justicia. No sólo se trata de conseguir el derecho al sufragio, se trata de tomar conciencia de la explotación laboral como lavandera. Cobran menos y sufren abusos sexuales por parte de jefes, que se sienten inmunes y legitimados para ejercer violencia sexual contra sus empleadas.
En “Sufragistas”, Edith (Helena Bonham Carter), la farmacéutica que quiso ser doctora y no pudo; Emily W. Davidson (Natalie Press), la mártir; o Emmeline Pankhurst (Meryl Streep), la líder, construyen junto a Violet y Maud un grupo cohesionado de mujeres que luchan por un bien común.
La película narra la historia de mujeres que lucharon de forma conjunta, a pesar de sus fricciones. No todas, por ejemplo, estaban de acuerdo en el uso de la violencia. La sociedad, que las rechazaba de forma masiva, aprendió a reconocerlas gracias al uso de banderas y una simbología propia que, además, ayudó a su cohesión como grupo. El sentimiento de comunidad hizo más fácil luchar contra el estigma de “loca”.
La película cuenta cómo Maud es excluida de la red de apoyo de mujeres trabajadoras que se ocupan en el barrio del cuidado de la prole. El único enemigo de las sufragistas, como deja entrever la película, no son sólo los aparatos policiales y políticos, también lo es el aparato familiar; los policías en ocasiones no actúan porque saben que son los maridos quienes en el ejercicio de su autoridad, legitimada por el Estado y por la sociedad, restituirán el orden.
La película es reivindicativa. Además de recuperar y crear genealogía, no renuncia a darle a la lucha sufragista cierto tono de suspenso policial que, sin duda, logra enganchar al público más ajeno al feminismo.
La lucha sufragista, que las protagonistas asumen como soldados, fue un tema de seguridad nacional que trajo de cabeza tanto a políticos como a policías. Tiene una dimensión muy cinematográfica que Gavron explota bien.
Aquí reside una de las grandezas del filme: conjugar géneros cinematográficos con genealogía de la opresión femenina; acercar al gran público a una lucha específica que apela al imaginario fílmico de otras muchas luchas que ya tenían su tradición fílmica. Construye mujeres que se labran destinos que nunca se hubieran imaginado labrar y no lo hacen en solitario.
Quizá otra de las claves de la película sea mostrar el sacrificio que supone ser feminista y dinamitar esa idea de que las feministas sólo queremos privilegios y exterminar a los hombres.
“Sufragistas” toca la fibra sensible y puede comenzar a construir otro imaginario donde las feministas se definen como luchadoras de una causa justa, que busca un mundo más habitable y feliz para todo el mundo.
Mostrar a los personajes masculinos como aliados –la historia demuestra que fue así– incide en una lucha inclusiva y no excluyente, que reconforta y acerca. El público con nula conciencia feminista sale del cine entendiendo y asumiendo que la lucha de las mujeres es una forma de vivir la vida.
La crítica está entusiasmada con la película. No es para menos: se trata de un ejercicio de justicia histórica que debería animar a investigar y seguir creando memoria y disidencias. “Sufragistas” no es el final del camino, es sólo el principio.
Hacer una buena película sobre las sufragistas no era fácil, por la falta de referentes y porque es muy difícil asumir todos los matices que tuvo el movimiento, especialmente los relacionados con la cuestión de clase, mucho más evidentes en el sufragismo norteamericano.
“Sufragistas” se erige orgullosa en un pequeño Olimpo de películas feministas, que poco a poco se va nutriendo. Nos hacía falta, desde hace mucho, una película así. A nosotras y al público en general.
HISTORIA Y ANTECEDENTES FÍLMICOS
La primera petición de voto para las mujeres presentada al Parlamento británico está fechada en agosto de 1832, pero el movimiento sufragista en Inglaterra se articula en 1851 y sigue procedimientos democráticos en la consecución de sus objetivos durante casi 40 años.
En junio de 1866, Emily Davies y Elizabeth Garret Anderson elevan otra nueva “Ladies Petition” firmada por mil 499 mujeres, que se presenta a la Cámara de los Comunes por los diputados John Stuart Mill y Henry Fawcett, grandes aliados de las sufragistas.
Al ser rechazada, se crea un movimiento permanente, la Sociedad Nacional Pro Sufragio de la Mujer, liderada por Lidia Becker. En 1867, cuando se está debatiendo una segunda reforma de la ley electoral para incrementar el número de varones adultos con derecho al sufragio, Mill presenta una enmienda para que se sustituya la palabra hombre por persona.
A partir de 1903, cansadas de promesas incumplidas, pasaron a la lucha directa como recoge la película. Así, interrumpían discursos políticos, saboteaban mobiliario urbano e incluso realizaron actos terroristas contra edificios públicos. La policía las expulsaba de los actos, las detenía y las encarcelaba. Eran consideradas presas comunes y no políticas como ellas reivindicaban. Realizaban huelgas de hambre y eran alimentadas a la fuerza.
En julio de 1902, Lady Emmeline Pankhurst, presidenta de la National Union of Women Suffrage y una de las cabezas visibles del movimiento, fue condenada a tres años de trabajos forzados, pero las sufragistas lograron su evasión de la cárcel.
Todas estas acciones se incluyen en la Primera Ola del Feminismo, la que se ocupaba de reivindicar los primeros derechos civiles. Tuvo un potencial único y radicalmente novedoso, el que se desprende de la conquista del espacio público.
Sólo hay que observar las fotos de la época y ver la expectación que suscitaban estas mujeres, de clase media, que se subían a un atril a pontificar sobre la necesidad de la igualdad de derechos de las mujeres.
A pesar del uso del sabotaje y de la violencia, la única pérdida se registró en sus propias filas, con la muerte de Emily W. Davidson en el hipódromo de Epson.
El funeral de Emily W. Davidson fue un grandioso acto feminista con el que finaliza la película, pero ni siquiera el sacrificio de la joven Davidson fue suficiente ni puso fin a la lucha. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, el Rey Jorge V amnistió a todas las sufragistas y encargó a Lady Pankhurst el reclutamiento y la organización de las mujeres para sustituir a los hombres que debían alistarse.
El 28 de mayo de 1917 fue aprobada la ley de sufragio femenino por 364 votos a favor y 22 en contra, casi como contraprestación a los servicios prestados durante la guerra, después de 2 mil 588 peticiones presentadas en el Parlamento.
Tuvieron que esperar aún otros 10 años a que las condiciones para su derecho al voto fueran idénticas a las de los varones, ya que en la primera ley se decía que sólo podían votar las mujeres mayores de 30 años. Diez años más tarde, todas las mayores de 21, la misma edad que los varones, pudieron votar y ser votadas.
ÉPICA DEL SUFRAGISMO
Al estudiar a las sufragistas desde el punto de vista histórico siempre me ha sorprendido que toda su épica no mereciera una atención cinematográfica mayor.
Encontramos referencias en “Mary Poppins” (Robert Stevenson, 1965) o en “La carrera del siglo” (Blake Edwards, 1965). Mención aparte merecería “Las bostonianas” (James Ivory, 1984), adaptación cinematográfica de la novela de Henry James escrita en 1886, que además de tediosa destaca por su feroz misoginia.
En España tendríamos la rigurosa película para televisión titulada “Clara Campoamor, la mujer olvidada” (Laura Mañá, 2011).
*Este artículo fue retomado del portal Pikara Magazine.