Dejó a varias generaciones su música, su poesía, su compromiso con las culturas populares
DIANA MILOSLAVICH TÚPAC
SemMéxico
Violeta del Carmen Parra Sandoval, compositora, cantante, escritora, poeta, artista, investigadora nos dejó un legado a la cultura latinoamericana invalorable. ¿Quién no ha escuchado el himno a la vida, a la música y a la literatura? con /Gracias a la vida que me ha dado tanto/Me ha dado el sonido y el abecedario/Con él las palabras que pienso y declaro/Madre, amigo, hermano, y luz alumbrando/La ruta del alma del que estoy amando. O su apuesta por los estudiantes: la levadura/del pan que saldrá del horno/con toda su sabrosura/para la boca del pobre/que come con amargura.
Nació en San Fabián de Alico, provincia de Nuble, al sur de Chile el 4 de octubre de 1917. Para 1932 con 15 años va en busca de su hermano Nicanor Parra, a Santiago. Estudia en la Escuela Normal y junto con su hermana Hilda, Violeta cantará en los barrios populares. Conocerá a Luis Cereceda, trabajador ferroviario con quien se casa en 1938, y tendrá a Isabel y Ángel. De un segundo compromiso tendrá dos hijas, Carmen Luisa y Rosita Clara. Sin duda, para una mujer libre como ella, sus experiencias matrimoniales serán complejas, en un momento donde las mujeres no tenían derechos reconocidos y lo que ella sabía era cantar.
Impulsada por su hermano Nicanor se dedica a desenterrar la música que había escuchado de niña e inicia un trabajo de recopilación y de memoria de la cultura popular. Graba sus primeros discos con canciones populares, trabaja en Radio Chile y gana el premio Caupolicán y se hace conocida en su país.
José María Arguedas, nuestro escritor emblemático dirá de ella que es un caso excepcional del arte latinoamericano y la compara con compositores como Bartok o Manuel de Falla. Dice, ella es lo más chileno que yo tengo la posibilidad de sentir, y sin embargo, es lo más universal que he conocido de Chile.
Viaja a Europa en 1954 y permanece en París dos años, donde registra sus primeros discos LP y graba para la BBC de Londres. Regresa a Chile y dirige el Museo de Arte Popular de la Universidad de Concepción, donde continuará su trabajo de recopilación musical. En su segunda visita a Francia, escribirá la canción, “La carta”, cuando le informan que su hermano Roberto Parra ha sido detenido durante un paro nacional en Chile.
Más tarde llegarán las arpilleras como canciones que pinta. Su hija Isabel recuerda en El Libro Mayor de Violeta Parra, la primera arpillera de yute natural bautizada por su hermano Nicanor como “La cantante calva”. Esta será otra dimensión artística de Violeta Parra que será un referente latinoamericano.
Cantará en la Peña de los Parra con sus hijos Isabel y Ángel en Santiago. Por último, regresará a la Carpa de la Reina, en el parque La Quintrala, donde buscará levantar un Centro de Arte Popular, una nueva búsqueda donde canta, compone, esculpe, borda, cocina en una carpa de circo en Santiago, a trabajar con elementos vivos con el público cerquita como ella quería. Es allí, donde se quitará la vida el 5 de febrero de 1967.
En 1966 en una entrevista de radio en Punta Arenas, dice: creo que las canciones más lindas, las más maduras, las más enteras que he compuesto son: “Gracias a la vida”, “Volver a los 17” y “Run Run se fue pal Norte”. Violeta Parra, la guitarra indócil, como lo expresó Patricio Manns, nos dejó a varias generaciones su música, su poesía, su compromiso con las culturas populares, en especial la mapuche. Revivió las fuentes de una cultura viva y relegada: el canto de todos que es mi propio canto. Y también nos dejó sus propias composiciones que han inundado de esperanzas los sueños de varias generaciones en América Latina.