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acechoCiudad de México. Cambiar los hábitos, modificar rutas, dejar de usar la ropa que te gusta, cargar siempre un gas pimienta y evitar andar sola

Analy S. Nuño

PARTE I de II

SemMéxico, 27 de marzo de 2019, Guadalajara, Jalisco.- “Tengo pantalón clarito y una blusa negra, por cualquier cosa”, escribió Fabiola en un mensaje de whatsapp. Segundos después el destinatario le marcó, pero al intentar responder la llamada, Fabiola sintió sobre su hombro la mano de un hombre que con voz amenazante le dijo: “no, no vas a responder y guarda tu celular”.

Antes de aquel 7 de febrero, la joven de 20 años nunca había visto a ese hombre de cabello crespo y canoso, piel morena y estatura media. Apenas minutos antes se lo había encontrado en la parada de la ruta 380, afuera del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), pensó que solo serían miradas lascivas pero al subirse al camión el hombre la empezó a acosar e incluso le tomó fotos con su celular.

“De repente sentí como la vibra ya rara, le pongo pausa a mi música y escuchó como el sonido de la cámara, entonces volteo y era el señor y él nada más sonrió, después sigo en el celular y me empieza a chistar, me dice ‘ey bonita’ y no sé qué, y me asusté, me paro y me voy para atrás, me cambio de lugar, me siento y el señor me seguía tomando fotos, entonces sacó mi celular y le mando un mensaje a mi novio”, relata.

Al leer el mensaje, el novio de Fabiola le marco, sin embargo el hombre no dejó que Fabiola contestara la llamada, ella empezó a imaginar distintos escenarios, incluso a su mamá buscándola y a sus amigos compartiendo sus fotos. Cuando reaccionó, se paro para bajarse del camión, pero el sujeto se puso atrás de ella y antes de que pudiera pedir auxilio al operador, la apresuro a bajarse.

“Cuando lo siento atrás de mi, volteo con el chofer como para decirle que le diera pero en eso siento que me avienta y me dice ‘vámonos, mija’. Entonces, ya abajo, como que me abraza y me toma del brazo y me dijo ‘te vas a subir a otro camión conmigo, te vas a quedar callada y pobre de ti de que digas algo’. Traía un filero en la otra mano”, recuerda.

Irónicamente, los gritos de ‘¡ey, preciosa!’ de otros jóvenes que circulaban en un vehículo, provocaron que el sujeto se separara un poco de Fabiola, quien de inmediato aprovecho el descuido para correr y pedir auxilio.

“Me jale y empecé a correr, como a 20 metros había una casa con las luces prendidas y empecé a tocar y gritar que me ayudaran porque el señor venía detrás mío, y como nadie me abrió seguí corriendo. Me metí a una calle pero era cerrada y cuando intenté salir el tipo me agarró, y me dijo ‘ya no la cuentas’.  En eso vi que unos muchachos se bajaron de un camión y les grité que me ayudarán, que no lo conocía y me estaba siguiendo, y en eso sentí que me entró el filero”.

La herida a la altura de las costillas que le provocó el sujeto con el objeto parecido a un picahielos, no le causó dolor a Fabiola, quién corrió al percatarse que los jóvenes a quienes les había pedido ayuda estaban forcejeando con su agresor. Unos pasos después de dar vuelta en la esquina de la calle, chocó con otro joven y se desvaneció sobre sus brazos.

“Al dar la vuelta, ya sin voltear para atrás, solo sentí unos brazos y ahí me empezó a doler, me dejé caer y empecé a llorar. Al sentir que no hacía nada, voltee a ver y vi al muchacho y sentí alivio. Me preguntó si me estaba siguiendo y le dije que sí, me dijo ‘no te preocupes, mis amigos ya lo agarraron ¿vives aquí cerca?’, le dije que sí y me acompañóa la casa”.

Las siguientes horas, Fabiola solo pensaba en lo que pudo haberle pasado: “yo en ese momento me veía violada o muerta o descuartizada y a mi mamá buscándome. No sé, siento que ya no estoy  segura, es la primera vez que me trataron de secuestrar, me habían asaltado y golpeado, pero nunca me habían tratado de llevar”.

La historia de Fabiola no es muy diferente a la de Gabriela, quién cerca de las 10 de la noche después de bajarse del Macrobús, por la zona del Zoológico – a unas cuadras del punto de ataque a Fabiola- fue interceptada por un hombre.

“Iba caminando y choqué con un muchacho, pensé que yo iba distraída pero de repente me dijo algo y me abrazó, empecé a forcejear con él y se acercó una camioneta, como yo empecé a gritar se bajo de la camioneta otro muchacho que se me colgó por atrás y me empezaron a jalar hacia la camioneta. Yo no dejaba de gritar y el que iba manejando empezó a gritar ‘aborten, aborten’, mientras los otros decían ‘no, nos la llevamos’, hasta que el que se me colgó se subió a la camioneta para abrir la puerta y el otro como que me soltó poquito, yo aproveché y corrí hacia el otro lado”, recuerda Gabriela.

En su huida, Gabriela llegó a una gasolinera a pedir auxilio, mientras explicaba a los despachadores que la habían intentado subir a una vagoneta un taxista se acercó y le ofreció ayuda, sin embargo Gabriela asustada rechazó el ofrecimiento y salió corriendo de la gasolinera.

“Me di cuenta que no fue mi culpa”

Cambiar los hábitos, modificar rutas, dejar de usar la ropa que te gusta, cargar siempre un gas pimienta, evitar andar sola en la calle o salir de noche, son parte de las secuelas que experimentan las mujeres a las que atacaron sujetos desconocidos e intentaron subir a una camioneta.

Han pasado 106 días desde que Fabiola sufrió la agresión e intento de secuestro, y su vida no ha vuelto a la normalidad.

“Duré como un mes que no quería salir de mi casa, no quería ir a la escuela, no quería nada. Empecé a dejar de vestirme como me vestía, empecé a salir con pans, con chamarras, con blusas hasta el cuello, hasta que me di cuenta que no era mi culpa, que iban a seguir pasando esas cosas y que yo tenía que seguir viviendo. Yo ya no quiero salir después de que anochece, me paso en la escuela, no había nadie que me ayudara. Siento que no hay ninguna mujer que ni un día no sienta acoso. Yo no me quería ver como las miles de niñas desaparecidas, yo no quería ser una más”.

Tras la agresión, los padres de Fabiola sugirieron que dejara la escuela pero ante la negativa de ella, tomaron otras medidas.

“Ya no me regresó sola de la escuela, mi novio va por mi y hay días que si él no puede prefiero no ir a la escuela.Compré un teaser, un gas pimienta, no uso la misma ruta, trato de voltear a cualquier lado, trato de avisar siempre cuando salgo y cuando regresó. Al principio, me pegó mucho porque todos los días le mandaba a mi mamá foto de cómo salía vestida, pienso que mi mamá decía ‘si me la vuelven a robar tengo que tener una foto de cómo estaba vestida ese día’, era mandarle foto a ella y a mi novio de cómo iba vestida durante un mes y medio, todos los días, y si regresaba a casa y me cambiaba, era otra foto”, relata.

Hubo personas que la hicieron hacerse sentir responsable de lo que le pasó, que por la ropa que tenía puesta o porque tal vez le sonrió a su agresor y mando una señal de coqueteo, también hubo quienes le dijeron que exagero y que solo se trato de una mala broma.

Los efectos de la agresión y de responsabilizarlas de lo sucedido llevaron a Fabiola y a Gabriela a acudir con el psicólogo.

“Pierdes toda esa seguridad que tienes para andar en la calle, te estás cuidando todo el tiempo, todavía a la fecha ya no puedo salir a la calle con tanta facilidad. Tienes que cambiar porque te tienes que estar cuidando, te queda miedo. De momento no lo asimilas, hasta que un profesional te dice que sí es un trauma, que es algo que modifica tu vida y que si te llega a marcar un hecho así”, cuenta Gabriela.

Ni Fabiola ni Gabriela presentaron denuncia por los hechos, ambas coinciden en que el desconocer a sus agresores impediría el avance de la investigación, sumado a la falta de confianza en las autoridades y pensar en un re-victimización.

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