Opinión
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Plan b

LYDIA CACHO

Cimacnoticias

 

Hay dos tipos de poder: el imaginario y el concreto. El imaginario es aquel que muchos creen que tienen hasta que la realidad les muestra sus límites; también está el poder imaginario asignado a líderes sociales o defensoras de Derechos Humanos, a quienes el colectivo concede una fuerza de acción increíble e imposible.
 
Sobre ellas y ellos recae una suerte de fe construida por quienes se sienten impotentes (sin poder) ante las desgracias que les aquejan.
 
El poder concreto es el que tienen un gobernante o una legisladora, un médico o una secretaria de Estado. Tienen recursos materiales e intelectuales, así como acceso a los mecanismos de sus instituciones para beneficiar (o dañar) a grandes cantidades de personas. Pero incluso su poder está acotado.
 
Durante las revueltas sociales, como la que se está gestando en México alrededor de los hechos de Ayotzinapa, que exige vida en lugar de muerte, que exige justicia en territorio de impunidad, se despierta  el fantasma del poder colectivo, de los liderazgos estudiantiles; el poder individual que se reconecta a través de redes sociales, que hace de una causa de pocos bandera de millones.
 
Ese poder es real, débil, confuso, poco estratégico, pero real: es el poder de las nuevas generaciones que exige se deconstruya a un sistema político y judicial inepto y anquilosado, que yace agonizante frente a la mirada del mundo. Pero una vez que se expulsa a los peores ¿qué modelo de poder los suple?
 
El reconocido analista venezolano, economista y experto en política Moisés Naím escribió “El fin del poder” (Ed. Debate), una obra que desde hace un par de meses se ha convertido en mi libro de consulta y reflexión favorito.
 
Naím no habla desde la teoría del académico sentado en sus laureles que piensa solo y pontifica; por el contrario, confiesa desde el inicio cómo aprendió a vivir el poder en su propio país y las grandes lecciones que le ha dejado su ascenso a diferentes ámbitos de incidencia pública.
 
Naím ha sabido entender, conocer y analizar a los grandes empresarios convencionales y a las pequeñas pero transcendentes empresas sociales; hizo una inmersión en las redes sociales y el internet para entender los mecanismos de poder de creadores y usuarios.
 
Este libro, escrito con un lenguaje accesible y una narrativa fluida, desentraña casi todas las complejidades a las que nos enfrentamos cuando intentamos buscarle los pies y la cabeza a la locura en que vivimos: la corrupción, los monopolios, las revoluciones tuiteras, el debilitamiento de los medios, el fortalecimiento de la delincuencia organizada, la censura, los movimientos juveniles, la ira social ante la violencia, los liderazgos débiles, las violaciones a los Derechos Humanos y sus actores y actoras.
 
Quién, cómo, cuándo, dónde y de qué manera se obtiene y pierde el poder todos los días; Naím no deja un solo resquicio sin reflexión, no da cabida al lugar común y a la simplonería del clásico analista famoso. No se da tregua ni a sí mismo ni a quien lo lee.
 
Hace muchos años Marcela Lagarde me explicó con gran sencillez cómo la única manera de lograr la instauración de un modelo de igualdad entre mujeres y hombres radica justamente en analizar las estructuras y los modelos de poder, tanto público como privado, porque sólo conociendo su anatomía podíamos comenzar a reinventarlo.
 
Comúnmente quienes quieren tumbar un edificio llegan con una grúa que destruirá todo a su paso, o con expertos en explosivos que los instalarán de tal forma que causarán una serie de explosiones que tumbarán la estructura en caída vertical con tal precisión que no afectará a las construcciones vecinas.
 
Así es como algunos quieren cambiar los sistemas de poder, a golpes o explosiones, que afecten una parte y no el todo circundante.
 
Naím, como la antropóloga feminista, propone detenerse a pensar cómo se han pulverizado los modelos de poder y quién se queda con la mayor montaña de cenizas; nos explica cómo lo manejan y lo acumulan, cómo lo reinventan, lo capitalizan o lo pierden.
 
Se ha dicho que la siguiente revolución social y política tiene que pasar necesariamente por la reinvención del ejercicio del poder y no sólo por la repartición de los bienes que éste genera.
 
Naím nos invita a diseccionar poco a poco los elementos que conforman ese edificio, a desmontarlo ladrillo por ladrillo, sin  ruidosas explosiones; como en el ajedrez, a pensar antes de mover cada pieza, conocerla para moverla.
 
Las acertadas reflexiones de Moisés Naím muestran su capacidad para analizar el poder desde una perspectiva no tradicional; se posicionó en una esquina diferente para obtener resultados distintos a los que tradicionalmente nos ponen sobre la mesa los analistas.
 
Nunca como ahora hace falta leer este libro; en cualquier país de América Latina encontraremos pautas para comprender desde dónde actuar a fin de reinventar el poder.
 
Sin duda trae muy buenas noticias: Naím pone su esperanza en que las nuevas generaciones reinventen el poder, pero para ello necesitan conocerlo, entenderlo y asumir su propia responsabilidad, individual y colectiva, para que perviva.
 
Twitter: @lydiacachosi
 
*Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

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