SALVADOR MENDIOLA*
Yo lo desprecié. Yo no lo comprendí. Yo lo considero un raro ser de lo más superficial de lo en y para sí superficial del mundo del espectáculo. Aún hoy lo veo gris y mediocre. Pero siempre lo apreciaré como un ser humano miles de veces superior, por ejemplo, a Andrés Manuel López Obrador o Damián Alcázar.
Desde niño, cuando él escribía los insoportables programas de Viruta y Capulina, le huí. De veras era un bostezo de obviedades. Y su humor dependía de la docilidad ignorante del público de masas de los productos del espectáculo cotidiano, o sea, la nada o satori constante de la TV y ahora el 99.99999% de Internet.
Pero un viaje a Argentina fue suficiente para darme cuenta de que yo era un miserable poeta y un culto que lee a Virgilio en latín y lo interpreta en alemán. No estoy a la altura de las masas, nunca lo estuve; no sé bien por qué, pero así ha sido y desde que supe que pasaba he fortalecido ese alejamiento. Tal razón es por lo que no voto en las elecciones políticas; considero que la política de las elecciones, los presidentes y los mesías populistas es aún tres millones de veces más superficial y boba que lo que pasa por la tele o las pantallas del entretenimiento de masas.
L@s argentin@s, sin excepción, me hiciero ver y entender que Chespirito era para América Latina algo parecido a lo que es el Santo para los latinos injertados en los EUA. Así como el Santo es un buen modo de taparles la boca a los gringos admiradores de súper héroes como Supermán o Batman, porque el Santo era un ser humano normal y porque el Santo sí existía como humano de carne y hueso; así también el Chavo del Ocho y el Chapulín Colorado son un modo contundente de mostrar la existencia de un humor mexicano y latinoamericano propio, en diagonal respecto al humor del cine mudo de Hollywood. Si a Gómez Bolaños lo han comparado con Shakespeare, ve tú a saber por qué, también se le puede comparar, entonces, con Chaplin. Cosas que me desconcertaron.
L@s argentin@s me explicaron que el humor de Gómez Bolaños es de verdad blanco, directo, sin doble sentido macabro, hace reír y ya, como en el sano budismo zen; y también me explicaron que el montaje discursivo que emplea muestra una humildad mexicana y subdesarrollada con estilo propio, capaz de volver groseros los costos de producción de sus equivalentes dentro de la cultura chatarra norteamericana, de modo que un capítulo de los siempre planos que son Los Simpsons vale lo que la producción de todos los capítulos del Chavo del 8. Y esto último será la principal razón porque Telerrisa le quedará en deuda por siempre. Chespirito hizo buena lana para el abuelo y el papá del tamal Azcárraga actual, que también saca buena lana todavía hoy del trabajo de Gómez Bolanos.
No me gusta ni me convence su humor ni su estilo. Pero lo mismo puedo decir de la música de Juan Gabriel y del cine del Indio Fernández. Lo que sí le admiro mucho a Roberto Gómez Bolaños, como a Juan Gabriel y el Indio Fernández, es que durante medio siglo produjo un significado real de Lo Mexicano, y él lo hizo del lado barroco donde ello generó la admiración de los no mexicanos por lo mexicano como un estilo absurdo de humor absurdo.
Entonces, que no se olvide: por un buen chiste se arriesga la vida. Nada es más sagrado en lo humano como lo es y será la risa.
Descanse en paz don Roberto Gómez Bolaños (1929-2014).
*Catedrático de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM. Es ateo, escéptico y materialista. Se considera un anarconihilista compulsivo.