]Efemérides y saldos[
Influenciarse no es plagiar, Lon Nol, robar ideas o frases de otro sí
Juan José Macías
Me siento casi avergonzado de citar la frase de Lessing, retomada por Goethe en Las afinidades electivas, frase tan conocida que incluso hace sonreír: Es wandelt niemand umbestraft unter Palmen, y que no es posible traducir más que de un modo muy banal como: “nadie se pasea impunemente bajo las palmeras”. ¿Qué debe entenderse? Pues que aun cuando uno abandone su sombra, ya no se es igual al de antes.
André Gide
ALEJANDRO GARCÍA
La lectura de Nadie se pasea impunemente bajo las palmeras de Juan José Macías (Azafrán y Cinabrio, México, 2014, 111 pp.) representa un reto constante. Es primero un desafío, acaso un distractor y es después un relato que, aunque muy bien agarrado en lo inicial, pide un poco de descanso, de distracción.
Viene acompañado de un subtítulo “novela sobre el plagio” en irreverentes minúsculas bajo el convencional título en mayúsculas, 3 epígrafes y 3 párrafos de dedicatorias, una cuarta de forros de David Ojeda, una solapa que estampa una briosa hoja de vida, un portal de Sergio Espinosa Proa, más las ilustraciones de Luis Rolando Ortiz.
No es fácil moverse entre palmeras tan frondosas en un relato en donde la aspiración es “la palmera que he pensado algún día plantar en el jardín”.
El lector sale vivo de todas estas fases, las recorre, se las brinca, regresa. A veces salta a internet en pos de datos, o se pierde en un poema al pie de página. Es texto abierto, pero vive en la paradoja: está cerrado a la manera de la cinta de Moebius.
Quizás la muesca involuntaria sea ese inicio con letras mayúscula por el nombre propio: “Lucía no me escucha, más bien diría que se niega a escucharme”. Yo preferiría empezar con puntos suspensivos y “no me escucha” o entrar directamente con la minúscula de “no”.
El lector cierra el texto “y Lucía ahí, conmigo, corriendo sobre la cálida arena, mientras la tranquilidad nos envuelve como el sonido de las olas y las grandes hojas de las palmeras al moverlas la brisa…” y el pícaro lector habrá de buscar lo que sigue bien en la ilustración de Ortiz, lo que nos lleva a la dimensión de otras palmeras, o la página inicial donde Lucía se niega a escuchar al emisor del texto.
Macías corre el riesgo. Éste es un libro de difícil acomodo en las clasificaciones. Desde luego que cabe perfectamente en la novela, pero es algo más. Uno piensa en Nadja o en ciertos pasajes, un libro propio, de Rayuela con Oliveira, Morelli y Lucía o piensa que es la narrativización de una voz eminentemente poética; pero también es algo más, la poética (filosofización) de una visión narrativa y la puesta en cuestión del hacer literario. Y uno piensa que Macías es ante todo un poeta, allí labró su prestigio inicial, mas no es su primer libro de narrativa.
El primer círculo (imperfecto) de la banda de Moebius se refiere al asunto del plagio o lo que se le correlaciona: la búsqueda de la originalidad. La empresa moderna intentó deshacerse del molde clásico, de la dictadura de las reglas, del respeto al modelo. La matriz renacentista de los siglos de Oro tuvo que ser hecha añicos por Shakespeare y Cervantes, por Rabelais y por Racine. El trabajo literario es compenetrado y alterado por las realidades históricas, por la visión individual y por el manejo del lenguaje.
¿Dónde, en qué pagina de qué libro he leído esto que escribo, esto que desearía que respondiera únicamente al hecho mismo de haberlo escrito yo?
Macías traza límites y los borra, invita al lector a caer en la trampa. Su misma apertura y su riesgo tienen historia y memoria, la literatura abre senderos y propone de manera que la conación baje su afrenta. La originalidad se reconoce, pero al momento se diluye, se buscan coincidencias, tomas a traición, solidaridades. La palmera del estilo está allí dispuesta a confrontarse con otras.
El otro círculo de la cinta de Moebius es el mundo, la realidad, las realidades, las palmeras que se pasean a los ojos de Goethe, el trópico que el genio ha convocado y existe por eso, desde su lugar de trabajo en el norte de Europa. En Nadie se pasea impunemente bajo las palmeras. Novela sobre el plagio es el mundo del enunciador o narrador del libro de Macías. Hay momentos en que se siente, sobre todo la primera parte, que estamos frente al mero pensamiento y la mera escritura. Uno ve levantarse el mundo de ese tesista y de esa nueva Maga (sin el sufrimiento y la mirada consoladora y consolante de la de Cortázar), hacedora de Palíndromos, mundo de lenguaje igual que el que el narrador construye junto a ella o ajeno a ella. Allí la acción impera, el profesor, el miembro de la academia actúa, presiona, no sólo quiere seguir matando a la literatura, sino cobrar víctimas, derechos de pernada, lo mismo la mujer bonita que la misma Lucía.
Está también el narrador, que por fin aparece, cuenta su historia con la mujer bonita, su seducción a partir de un fragmento de poema de Fernando Nieto Cadena que suscribe como de él, del narrador. Viene la seducción y la entrega en autos, la oscuridad, la premura, la cercanía generadora del claroscuro de una lámpara pública. Y está el encuentro entre Lucía y la señora bonita y el video, la otra recreación, pues el autor tiene la toma donde no sólo se incluye a las mujeres amantes, sino al voyeur que filma y al potencial comerciante-chantajista defenestrado de su condición de esposo. A estar alturas ya se ha creado una solidaridad entre ciertos personajes, una vida alterna que confronta las convenciones. Es difícil es salir igual que se entró de la lectura de este libro.
Sabría el profesor algo sobre Lucía que yo siga ignorando?
Obra que nunca termina, que siempre está reiniciando, que siempre se traiciona y se escurre. se trata de un work in progress, En la novela se presentan dos opciones: la vulva y el pene o la mano y el pene y las dos producen o esterilizan, pero en la segunda el vacío es mayor, la soledad abruma, la distancia reina. Si agregamos la soledad que cada quien porta, podremos llorar sin posibilidad de consolarnos.
Así como la palmera está por sembrarse, aunque ya existe como fuerza motora en el cerebro y en el lenguaje, este libro de Juan José Macías amenaza con dejarnos colgados al borde del abismo, quizás por eso se arropa tanto, para encubrir una posible baja del lector. De nuevo estamos ante la noticia mala. En descargo podrá decirse: hay un buen soporte narrativo y hay aquí sexo y buena vida, integrantes de los mejores libros: La nota buena es que ese work in progress permite la trasmutación del lector, la influencia recibida y se podrá decir que la originalidad se ha recargado, que la síntesis nos pertenece, pero sobre todo, esa vida dentro del libro ha venido a atravesarnos, a la manera de lo que Jorge Larrosa llama la experiencia. Y nos ha puesto en canal, con nostalgia de vagina y mano, qué caray, si para vivir nacimos, dispuestos a vivir bajo las palmeras en perpetua búsqueda de cambio.