Opinión

jacobo dos ok 659x419Un texto de la digna metáfora en este mero lugar

SALVADOR MENDIOLA*

 

La cosa con Jacobo Zabludovsky es que él fue una época histórica. Su arquetipo en las noticias de la tele. El México de la larga transición democrática, según lo que hoy es Televisa. No el México del PRI; quizá eso nunca haya existido. Tampoco el México de Televisa, cuando mucho, ya entonces, el México según los intereses de Televisa, cierta Televisa. Pero sí el México donde todo era y no era monopolio de Estado o de Kapital, al menos en la superficie, donde se hablaba de "economía mixta".

No fue un periodista para la academia ni un académico para el periodismo. Fue El Periodismo del Espectáculo en México. Ajonjolí de todos los moles, igual de bueno para una ida a la Luna que un guiño distante hacia el Festival de Avándaro y un sin fin de porras para la novela Cien años de soledad. Un modo de leer lo que otros periodistas escriben y reportan, y un modo de producir lo que otros realizan como noticiero. Su proximidad a la medianía le dará la fama pública que tiene y tendrá, y sus rarezas de opinión y existencia le llevarán fuera del gran reflector de Televisa. Sí, ¿por qué rompió Televisa con Zabludovsky? --por ahí da para un Citizen Kane completo, eh. Entonces, una vez expulsado del paraíso que paga con dólares de los Azcárraga, Jacobo Zabludovsky ni se apagará ni se oscurecerá, seguirá siendo un periodista importante para la opinión pública mexicana, ejerciendo entonces de modo más efectivo el periodismo radiofónico y el escrito, formas algo menos in-humanas que el cara a cara de la televisión.

Si nunca hizo algo del otro mundo como periodista, ni siquiera cuando entrevistó al loquito que se creía Siqueiros; tampoco hizo algo de veras indigno como periodista, desde donde lo hizo y por lo que lo hizo. Cumplió. Fue un periodista profesional. Menos corrupto, ya en tal caso, que don Manuel Buendía o Carlos Denegri. Fue un periodista tan independiente como el espectáculo de masas lo permite, y tan brillante como la bohemia de fin de semana lo permite, lo que no excluye las pedas con Lola Beltrán y con Chabuca Granda. Poco como resultado de obra. Pero muy ruidoso siempre. Como discutir con la Doña como si fuera otro Dalí. Entonces, a Jacobo Zabludovsky, como fenómeno cultural mexicano, se le puede considerar algo así como el Monsi de los que nunca comprendieron qué cosa era Monsi; o como el Poniatowska de los que no tienen una vida para leer mamotretos de más de tres páginas; algo bueno, muy bueno para Zabludovsky, ya entonces.

Yo lo veo como un ser muy contrario a mi ser. Le imagino dándose más de tres o cuatro regaderazos al día; pasando un rato aburrido y bobo abrochándose las mancuernillas y poniéndose loción en la cara y el pañuelo; yendo seguido a la peluquería y perdiendo mucho tiempo en espera de que pase alguien a recogerlo en donde está esperando que nadie se saque ya más selfies con él nada más porque lo ven Jacobito a la mano y nadie viene a recogerlo.

No le envidio las horas y horas de estar sentado frente a un micrófono viendo en la nada de los reflejos de los vidrios de la cabina que otra vez no pasará nada del otro mundo con las noticias; pero que la gente buena tiene prendida la radio en espera de algo menos feo que tenerla apagada; y que los comerciales no se cobran solos. Total: Nada. Pero toda la nada de toda una época de La Nada como México.

Me choca que lo descalifiquen como mal periodista nada más porque no les gustó lo que él hizo como personaje público. También me choca que lo admiren como si fuera el Pancho Pantera del nuevo periodismo de la Merced y anexas. Sin embargo, su crónica directa del estado de la ciudad de México el día del terremoto de 1985 es historia pura, historia viva para siempre; lo mismo que es un gran momento de expresión del acontecimiento humano como tragicomedia de una voz que debe sobrevivir a las malas pasadas de la realidad. También él hizo más por la gloria de Gabriel García Márquez y sus Cien años de soledad en Macondo que todo lo que hicieron los intelectualitos que le dieron el Premio Nobel al guayabero colombiano, otro gran colega periodista.

Como contracultura, hice y hago mi periodismo en sentido contrario al de Zabludovsky. Pero eso no impide que hoy le admire y respete como el profesional que fue y que le recuerde como un arrogante contrincante que todo el tiempo me puso en mi sitio.

Que en paz descanse don Jacobo Zabludovsky.

 

*Catedrático de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM. Es ateo, escéptico y materialista. Se considera un anarconihilista compulsivo.

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