JOSÉ LUIS ROZALÉN MEDINA*
Los avances digitales nos permiten consulta instantánea de diccionarios y textos de cualquier materia, uso de cámaras panorámicas de alta precisión, realización de paseos virtuales por los grandes museos del mundo, conexiones con todos los continentes para admirar sus maravillas, inter-relación con familiares, amigos, compañeros aunque estén muy lejos de nosotros, aplicaciones para realizar compras y gestiones, programar viajes, conseguir entradas para cualquier espectáculo: ponen el mundo a nuestro alcance a golpe de clic.
“La revolución digital”, en palabras de la periodista Tamara Montero, “es hoy tan profunda como lo fue en su día la invención de la rueda o de la imprenta; la tecnología informática ha cambiado de forma tan radical la organización social y económica de la sociedad, los gustos y costumbres de la gente, que podríamos decir que ha cambiado hasta nuestros cerebros”.
Si nos ceñimos al mundo juvenil, nos parecen muy adecuadas las reflexiones que hace el profesor Marina: “¿Para qué le sirve al joven poder acceder a los medios de información y comunicación que tiene a su alcance si luego no es capaz de entender una frase de más de diez palabras, o de expresar el más elemental de sus pensamientos?”.
Según un estudio del Instituto de Investigación Social y de Mercado la relación de los jóvenes con la tecnología informática es abrumadora. En el estudio, realizado con jóvenes de 15 a 35 años, el teléfono es el protagonista.
“Nunca antes”, escribe Srivastava, “de entre los aparatos tecnológicos, ninguno se había convertido en un utensilio tan importante en la vida diaria, tan determinante en la forma de ser y actuar de las personas, como el móvil”. El móvil ha irrumpido en el panorama social y tecnológico de nuestro siglo XXI y se ha convertido en un elemento principal en las relaciones sociales y el ocio. La edad en que los jóvenes acceden al móvil es cada vez más precoz y la posibilidad de que se produzca una falta de responsabilidad y control en el uso y manejo de este aparato es alta y peligrosa.
El móvil, tras la ropa y el peinado, es percibido por los jóvenes como el tercer elemento de autoimagen, de autoafirmación, que ellos mismos emplean para definirse ante los demás. Y prefieren un móvil que incorpore reproductor Mp3, video-cámara, conexión USB, tarjeta de memoria extensa, monobloque, sistema inalámbrico, reloj, agenda, apertura deslizante, color negro o plateado.
A los beneficios que el móvil aporta, poder estar relacionados con familiares y amigos, tener acceso a información y distracción, debemos detectar peligros que pueden repercutir en la salud de aquellos que padecen adicción al móvil.
Un alto porcentaje de éstos son adictos al móvil y pasan cuatro horas al día pendientes de él. La doctora López Torrecillas afirma que “la patología del teléfono móvil puede convertirse en una enfermedad con trastornos psico-fisiológicos graves como alcohol o drogas: depresión, ansiedad, zumbidos en los oídos, pérdidas de audición, problemas digestivos. Además, los jóvenes-adolescentes pueden tener acceso a contenidos inadecuados para su edad.
“No podría vivir sin él”, me dice sin el más mínimo titubeo de duda un joven. “Cuando no lo tengo, no sé qué hacer. Con él me despierto, y con él me acuesto. Hablo por el móvil mejor que cara a cara. A veces estoy con mi amigo y no le digo algo a propósito, para llamarlo por el móvil para decírselo. Lo uso para todo, como agenda, como cámara fotográfica, para escuchar música. Con él desconecto de todo”.
Nos urge a padres, educadores, sociedad entera, transmitir a nuestros jóvenes una amplia y armónica educación para el correcto uso de las modernas tecnologías, especialmente del móvil. A pesar de los posibles excesos que se producen, no cabe duda de que estos inventos han supuesto un gran avance para la Humanidad. Habrá que racionalizar su empleo, legislar y prohibir su uso inadecuado en los lugares públicos, enseñar a nuestros chicos y chicas cuál es su verdadera finalidad: Posibilitarles una sincera y rápida comunicación; facilitarles datos, informes, noticias; crearles espacios de pasatiempos, juegos, música…, haciéndoles ver, en definitiva, que estos novísimos instrumentos serán positivos si les ayudan a forjarse como personas bien informadas, equilibradas, completas, que es lo que, en definitiva, toda educación integral pretende.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
*Catedrático de Filosofía