Opinión

Vicente Preciado Z]Efemérides y saldos[

                    Qué bonito es hablar del lenguaje hasta cuando uno está todo estropeado

Juan José Arreola

Hay que decirlo de una vez por todas, Juan José Arreola es un escritor difícil de leer, y más de comprender. Traducirlo resulta a veces imposible, pues mientras otros escritores contemporáneos —y hasta de la misma región del sur de Jalisco son leídos hasta la imitación colectiva, en la medida en que su lenguaje no representa ninguna dificultad de comprensión por parte de profesores y público en general,

Vicente Preciado Zacarías

 

ALEJANDRO GARCÍA 

Hoy viernes por la mañana, en una espléndida charla brindada a los alumnos del 7° semestre matutino de la Licenciatura en Letras de la Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Dr. Vicente Preciado Zacarías contaba de alguna vez que el escritor Juan José Arreola se compró con alguna cantidad obtenida, bien por su trabajo para realizar un estudio, bien por un premio tasado en moneda, un cello al que apreciaba más que nada por su forma de mujer y porque lo podía meter entre su piernas y un piano para que sus nietas tocaran lo que desde niños conozco como los “changuitos”. Y recordaba que una de mis primeras imágenes del hijo grande de Zapotlán el Grande era él metido en un camión repleto de pasajeros, seguramente de la ciudad de México, cargando un arpa y toda la peripecia para llegar a la puerta trasera del vehículo y descender con su carga. No conozco más allá que la escena donde nuestro personaje desciende. No hay más, es como una pequeña odisea en un bajel perdido, diría Borges, de cuatro llantas por la ciudad tan nuestra. Y entonces no sabía yo si preguntarle a nuestro autor de Apuntes de Arreola en Zapotlán (México, 2014. Municipio de Zapotlán el Grande, 642 pp.) si la relación del autor de Confabulario era con la música o con el instrumento. Sospecho que era con las dos cosas, pero esta tripleta habla de un Arreola inmerso en la vida material, sujeto a acciones y a intereses adjuntos al valor de esos objetos: producir música que aviva el alma, producir placeres que tienen que ver con los otros, con la didáctica para los críos, con la caricia a una mujer así sea un celo de formas femeninas, con la molestia a un pasajero que ve irrumpir a un no jaranero en su viaje de Peralvillo a la Villa, digamos, invento.

  Pocas veces me asombra un libro y lo llego a llamar maravilloso. Cuando el doctor Huerta Peña me invitó a presentar su libro aún no signado por la imprenta, mientras ofendía nuestro bolsillo la sucursal de Banamex de la Florida, pensé que estaba dentro de mis posibilidades. Cuando tiempo después, yo quería alargar mis vacaciones, y él me las quería acortar ya no con su breviario, sino con un libro sobre Arreola, el flojo que vive en mí entró en pánico y más cuando me habló del cuartillaje y mucho más cuando lo vi. ¿Cómo perfilar diversas cosas y venir con un comentario el día de hoy?

  Como buen lector masculino me dejé seducir, no hice las tradicionales apuestas de las lectoras que se adelantan y juntan elementos, sospechan y acomodan. Me fui metiendo a la escritura de Preciado Zacarías y a ese Arreola desconcertante siempre, nervioso, ocurrente, sabio. Lo recordé aquella mañana en la Casa del Lago a donde llegó con su capa negra, con su sombrero y su sombrilla y lo primero que dijo fue yo empiezo a vivir a las 11 de la mañana, así que han de disculpar lo que aquí diga. Y después, ya hipnotizados por su discurso, supo arrancarnos la carcajada cuando a pregunta que no recuerdo, dijo: yo lo único de lo que me arrepiento es de no haber convencido a Homero Aridjis de que dejara la escritura.

  Al contrario de un libro como el de Fernando del Paso, en donde el autor somete las diversas versiones del biografiado a su gran estilo y a un cierto poder de cernimiento o de verificación de hechos, este libro de Vicente Preciado Zacarías deja hablar a Juan José Arreola, lo deja fluir como el inmenso río que es, como ese poderoso Nilo que se desborda cada año, y que con esa inundación produce una nueva vida y mantiene la fertilidad.

  No es fácil hacerlo, frente al libro económico de Del Paso, aquí tenemos ese seguimiento, no sé si a la manera de Balzac que quería convertirse en amanuense de la historia o a la manera de Eckerman que así registra el pulso de ese otro monstruo literario que fue Goethe. Estar junto a Juan José Arreola, escucharlo, mantenerse frío ante los cambios de ritmo, de humor, saltos de temas, irrupción de textos e historias sin aparente relación, inquisiciones. Y después seguirlo, cada nombre, cada línea, cada obra, cada época histórica. Es una labor monumental, más a partir de lo señalado por Del Paso.

  De modo que este libro es muchos libros a la vez y presenta muchas maneras de leer cada uno. Bien se puede hacer un seguimiento de cada fragmento, de cada referencia, de cada mundo que describe y de cada mundo que a través de su palabra Arreola crea y que nos es traído no por Arreola, sino por esa labor callada, calculadora, conservadora, de Preciado Zacarías. Esto se pudo haber perdido y Arreola mismo se negó a que usara medios de reproducción avanzados. Sólo lápiz y papel la mayor parte del tiempo, como cazar un tigre con migas de pan. Habría que inventar toda una estrategia.

  El autor lo sabe, lo dice en otro libro, al cual pertenecen además las líneas del epígrafe:

  Arreola es un escritor que compromete a sus lectores. Los abruma y los embroma con un estilo que resulta ser pura guasa, aparentemente. No se pueden leer cinco reglones en una página escrita por Arreola sin que comprometa al lector a consultar otros tantos libros y autores a los que él alude en forma indirecta, y sin permitir nunca que la erudición y la pedantería nos muestren su rostro epiceno. Al contrario, Arreola es capaz de tratar en sus relatos los tramas más profundos de la filosofía, la teología y la metafísica, con una riqueza verbal deslumbrante pero sin llegar jamás al desperdicio de una sola palabra. Su lenguaje es estricto pero está gobernado por la eutrapelia. En sus textos nada falta, nada sobra. Por esa razón, muchos de los giros en su lenguaje, muchas imágenes poéticas, presentan serias dificultades al ser llevadas a otro idioma. Una sola palabra, metáfora o expresión, respira atmósferas distintas en diferentes lenguas; en este caso, el español y el inglés. (Las mejores confabulaciones. The best confabulations, Universidad de Guadalajara.

  Hombres modernos y cómodos, corremos el riesgo y podemos leer este libro por sus anexos. Empiezo pues por lecturas atípicas. Pienso Faulkner y veo que en el libro hay referencias a él en las páginas 210, 309, 334, 397, 452, 547. Perezoso y militante además, como soy, digo voy a la página 452:

  Tanto en Rulfo como en Faulkner prevalece el monólogo interior, el derrame de la conciencia de Joyce.

  Rulfo fue influido por ¡Absalón, Absalón! y El sonido y la furia de Faulkner, Mientras agonizo es el precedente directo de “¿No oyes ladrar a los perros?”, ya está en él la desesperación y el horror de Rulfo; comprúebalo. “Todos los aviadores muertos”, un cuento traducido por Machilar, que publicó Revista de Occidente, anticipa el mundo de muertos de Juan, uno ingresa a ese mundo de muertos como a través de instantáneas”

  La cita es oro molido y la tiene uno en forma fácil, de otra manera hubiera tenido que dar muchos rodeos u horas de búsqueda. Y encuentro ese evaluación de Arreola hacia un compañero de su generación y ese tasamiento de un texto que Onetti consideraba el mejor de Faullker: “Todos los pilotos muertos” en la traducción de Seix Barral y Alfaguara.

  Una más, busco a partir de la bibliografía el libro de Denis de Rougemont El amor y occidente y me manda a las páginas 20 y 513. Voy a ésta última:

  La telenovela más antigua del mundo es Tristán e Isolda. En el libro El amor y occidente de Denis de Rougemont está todo el rollo. Desde los cinco manuscritos de Tristan e Isolda hasta las telenovelas de nuestros días, el tema del amor como pasión es la base de Occidente y del amor provenzal.

  Dice el autor de este libro Vicente Preciado Zacarías en el anexo de personajes aludidos por Arreola: “Ariosto, Ludovico (1474-1533). Poeta italiano, muerto en Beggio, uno de los más destacados representantes del renacimiento. Autor del poema épico Orlando el furioso”.

  Voy Al índice y me da la página 396. La referencia es corta y retadora:

  Orlando furioso de Ariosto está construido sobre ideas bolturinas, de buitre.

  Requiero del auxilio del autor, porque Arreola me subió la canasta del conocimiento. No es raro que uno tope con la única compañía de su ignorancia, mas la lucha se hace.

  Pero obviamente la mejor manera de leer este libro no es por la vía mostrenca, la mejor manera es la ordenada por el tiempo, por los años y los meses de este encuentro.

  Quisiera terminar estas líneas con tres ideas, una que tiene que ver con el carácter infinito de este libro, una especie de libro de arena que se niega a tener las primeras y las últimas páginas y cuya distancia entre sus contenidos puede ser lejanísima, de modo que siempre faltarán elementos que lo concluyan. De esta manera ésta es una obra abierta, pues en cada uno de sus fragmentos se puede pasar la vida y un poco más sin agotar sus implicaciones y sus significados.

  La segunda idea tiene que ver con esta ejemplificación del erizo y el zorro. Arreola parecería el zorro frente a la esfinge de Comala que sería el erizo. Pero en realidad, en cada parada, en cada intento de escudriñar el subsuelo o el terreno, el zorro se convierte en una especie de erizo que investiga a fondo, se obsesiona, desdobla, encuentra dimensiones y universos ocultos. Pero lo más curioso es que Preciado Zacarías es un zorro que va en busca del zorro o en busca del erizo, a los dos los rodea, los estudia, los pone en perspectiva, los ama, los rescata para nosotros. Es una tarea ingrata a veces, oculta muchas otras, pero que en este caso nos entrega a un autor imprescindible en las letras universales.

  La tercera idea tiene que ver con el lenguaje, Arreola fue un monstruo de la lengua oral y de la lengua escrita, cautivó igual en la una que en otra, se convirtió en autor de culto en esas dos expresiones, porque más allá de la figura de los medios electrónicos se impuso el Arreola que manejó con filo y con sentido, como caricia y contacto con el mundo la palabra. El lenguaje, el “templo del ser”, el lenguaje frente al mundo de la necesidad y de la libertad.

  No me queda sino recomendar este libro realmente maravilloso que nos entrega la admiración por un escritor y por la cultura letrada. Agradezco la oportunidad de decir estas palabras que siempre serán cortas, al doctor Vicente Preciado Zacarías. Gracias por traernos a este Juan José Arreola vivo y nuestro, cuerdo y loco, que nos acerca al mundo y nos insufla vida.

 

 

 

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