FRIDA GUERRERA VILLALVAZO*
Cimacnoticias
“Vestido con amor para llegar a otra vida, acostadito en la arena, el niño parece dormir, pero está muerto”
Ojalá su sueño nos despierte
Gioconda Belli
Al ver la imagen del pequeño Aylan sobre la arena, como si se encontrara dormido, la mayoría de nosotros nos llenamos de rabia, impotencia, de dolor.
Los ojos del mundo, como han manejado algunos articulistas, se llenaron de lágrimas, como si con esto intentáramos acallar nuestra conciencia, reflejando en mucho nuestra culpa, nuestra incapacidad de sentir el sufrimiento de ellos.
Lo que motivó al padre de Aylan a sacar a su familia de Siria es la guerra, la estúpida guerra que viven, una guerra que les asegura la muerte, el dolor, el miedo, vivir con la incertidumbre de no saber cuándo morirán.
No querían invadir Grecia, Italia, Turquía, Canadá o Estados Unidos, no, sólo quieren vivir, son seres humanos, pagando consecuencias de decisiones estúpidas de gente que se siente dueña del mundo.
De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), las y los refugiados son personas que huyen de conflictos armados o persecución.
Con frecuencia, su situación es tan peligrosa e intolerable que deben cruzar fronteras para buscar seguridad en los países cercanos y, entonces, convertirse en “refugiados” reconocidos internacionalmente. (http://www.acnur.org/t3/noticias/noticia/frefugiado-o-migrante-acnur-ins...)
Tomando en cuenta lo que especialistas en el tema indican, debemos reflexionar que las grandes migraciones que se están dando en todo el mundo, las han y están provocando guerras absurdas como en Irak, Afganistán, Libia, Palestina, Israel, etcétera. Por eso ha crecido últimamente el desplazamiento de cientos de personas a Europa.
Pero existe otro flujo migratorio en Centroamérica (CA) que tampoco queremos ver; en su momento salían de sus países de origen por la necesidad de superarse, sin embargo de unos años a la fecha dejaron de salir para ganar dólares.
Hoy, CA también vive una guerra, la “guerra” de la que huyen la mayoría de los “migrantes” es la guerra de la delincuencia coludida con las autoridades; ellos son también amenazados de muerte; si no se integran a las “maras” (pandillas) o si no cooperan con los delincuentes, familias enteras son asesinadas en Honduras, El Salvador, Guatemala...
En abril de este año una pequeña niña hondureña, sin saber cómo, se convirtió en la voz de decenas de migrantes centroamericanos acompañados por el padre Alejandro Solalinde, en un viacrucis que deseaba llegar al DF, y después movilizarse a diferentes partes del país o hacia Estados Unidos. El Instituto Nacional de Migración los mantuvo por varios días varados en el Albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca.
Rachel tenía en ese entonces tres años y medio, prácticamente la misma edad de Aylan; salió de Honduras en compañía de sus tíos y abuela, después de que sus tíos sufrieran amenazas de muerte de parte de “delincuentes”.
Ellos tampoco pueden volver a su país porque si regresan los matan, incluida la pequeña. Hoy Rachel está en alguna parte de este también azotado México, sin embargo aunque su familia ha solicitado asilo en nuestro país, les ha sido negado, a pesar de comprobar la situación de riesgo que viven en Honduras, razón por la cual la niña puede ser deportada en cualquier momento, y vuelta a su país donde puede ser asesinada.
Isaac es un pequeño de tres años. En noviembre de 2014 salió de Honduras con su padre de 26 años, Deltón. Luego de que lo amenazaran por defender a su hermana de los “maras”, tampoco puede regresar, si lo hace los matan a ambos.
Deltón también solicitó asilo en México, pero le fue negado. Hace mucho no sé de ellos, no sé si los regresaron a su país o si lograron el objetivo de ir a EU a ver si ahí sí los amparaban.
El drama que se vive en todo el mundo pareciera que ha dejado de asombrarnos, tuvieron que morir Aylan y su hermanito de esa manera para que la mayoría del mundo se preguntara “¿cuándo perdimos la compasión?”.
La respuesta pareciera que no la encontramos. ¿En qué nos hemos convertido? ¿Qué clase de sentimientos tenemos? ¿Por qué hasta ahora pensamos en ellos?
El derecho internacional define y protege a las y los refugiados. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, así como otros instrumentos legales, tales como la Convención de la Organización de la Unidad Africana (OUA), en la que se regulan los aspectos específicos de problemas de los refugiados en África de 1969, o la Declaración de Cartagena sobre los Refugiados de 1984, continúan siendo la piedra angular de la moderna protección de esta población.
Los principios legales que engloban han permeado innumerables leyes y costumbres internacionales, regionales y nacionales. La Convención de 1951 define quién es un refugiado y delimita los derechos básicos que los Estados deben garantizar a los refugiados.
Uno de los principios fundamentales establecidos en el derecho internacional es que los refugiados no deben ser expulsados o devueltos a situaciones en las que su vida y libertad están en peligro, según ACNUR.
¿Cree usted que la vida de Rachel, Isaac y decenas de pequeños centroamericanos no están en peligro? ¿Dónde están todos esos países que se han comprometido a respetar los derechos internacionales? ¿Quién se siente tan poderoso de definir si le otorga refugio a un ser humano que busca sólo sobrevivir?
¿Por qué los políticos se sienten dioses? ¿Cuándo vamos a ayudar a los miles de niñas y niños que están huyendo de la muerte, del horror? ¿En qué momento vamos a entender que las y los “migrantes” no son delincuentes?
¿Cuándo vamos a comprender que todos somos iguales? ¿Cuándo vamos a dejar de ver a los refugiados, migrantes, desplazados como si apestaran? ¿Cuándo van a abrir sus fronteras cada uno de los países que han firmado tratados internacionales para aliviar lo que está sucediendo en el mundo?
No los necesitamos muertos para que nos duela; hay que ayudar a quien pida una moneda o un taco, agua o zapatos. Dejemos de lado nuestros miedos a relacionarnos con quienes están huyendo de sus países porque no hay seguridad.
Dejemos de lado nuestro egoísmo y demos un poco de lo mucho que la vida nos ha dado, no regale su dinero si no quiere, pero levante la mirada del celular y observe que en cualquier parte de este mundo hay un migrante que necesita un poco de ayuda para seguir el camino.
Y como dice Gioconda Belli, ojalá el sueño de Aylan nos despierte a todos, ojalá de verdad entendamos que sí podemos detener las matanzas de miles de niñas y niños en todo el mundo, porque también hay cientos de imágenes de ellos despedazados y parece que a pocos nos conmueven.
Ojalá y hagamos algo para dignificar a todos los Aylans que pasaron por este mundo, sin que su imagen pudiera ser plasmada, y reflexionemos: no porque no los veamos, no existen.
Twitter: @fridaguerrera
*Comunicadora libre, bloguera mexicana.