PORFIRIO MUÑOZ LEDO
El pasado 3 de septiembre apareció en los medios informativos la trágica fotografía del pequeño Aylan Kurdi. “A Europa le están sangrando las fronteras” tituló el periódico Le Monde. La crudeza de la imagen resume la expresión más descarnada de la crisis humanitaria de los refugiados sirios; pero no se trata de un fenómeno aislado, sino el reflejo de un sistema de poder que alimenta conflictos geopolíticos, desigualdades insalvables y éxodos masivos. Las fronteras sangran en muchas partes.
Los más de 4 millones de sirios que buscan refugio, así como los 7.6 millones que se desplazan internamente representan la mayor crisis de este género en el último cuarto de siglo. El número de sirios registrado en Jordania, Líbano, Turquía e Irak sobrepasa ya los 300 mil. Cuando menos 2.643 han muerto en el intento de llegar a la costa y se calcula que para finales de este año más de 400 mil personas cruzarán el mediterráneo oriental, lo que para Europa representa la mayor llegada de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.
La ubicación de Siria en oriente medio tiene una importancia geopolítica de gran envergadura, ya que enfrenta las posiciones de Moscú y Pekín frente a las de Washington, ahora con el apoyo de Francia y el Reino Unido. Recordemos los vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad que evitaron la intervención de la OTAN en 2012 y 2013, así como la investigación de la Corte Penal Internacional en 2014.
Ambos países consideran de alto riesgo la instauración de un régimen pro-occidental en Damasco, que representaría cruzar la “línea roja” del círculo de defensa ruso y afectar intereses estratégicos y cruces logísticos de China en ese país. Bastaría observar el mapa de Medio Oriente y sur de Asia, los yacimientos de petróleo -calculados en 2.500 millones de barriles-, el trazado de los óleo/gasoductos y la ubicación de las bases norteamericanas para colegir que la intervención directa en Siria fortalecería sensiblemente al bloque de occidente.
Los Estados Unidos y sus aliados ven el conflicto sirio no como una amenaza del Estado Islámico, sino como una oportunidad para erradicar el régimen de Bashar al-Asad que, aparte de los excesos en que ha incurrido, constituye uno de los obstáculos principales para el tránsito libre en oriente medio.
La magnitud de la crisis está en proporción directa de las pasiones e intereses involucrados. A 5 años de iniciada la guerra civil, más de 215 mil personas han muerto, casi la mitad civiles. Los menores sirios son los más afectados: 11 mil niños muertos y 5.5 millones desplazados. A pesar de la indiferencia de los orquestadores de la catástrofe y las actitudes antimigrantes que abogan por atrincherar la zona europea, surgen notables excepciones, como la de Alemania, dispuesta a procesar 800 mil solicitudes de asilo, o como Grecia y España, que en plena crisis económica, han concedido asilo a 1.200 y 1.350 sirios respectivamente.
Más allá de las cuotas, la concesión de asilo debe ser una responsabilidad de toda la comunidad internacional. Así lo marca la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967, instrumentos que fueron ratificados por México hasta abril del 2000: 49 años después de que apareció el primero. Retraso debido, en gran parte, a los temores sobre la porosidad de nuestra frontera sur y los compromisos inconfesables con nuestros vecinos del norte.
En 2011 finalmente promulgamos la Ley sobre Refugiados y Protección complementaria que, a pesar de la discrecionalidad concedida a las autoridades mexicanas, estableció en el derecho interno los principios fundamentales de la legislación internacional.
Voces acreditadas han recordado que el asilo fue orgullo de la conducta exterior mexicana en sus mejores épocas y que la defensa de esas vidas implicó heroísmo diplomático y definición política irrefutable. Hoy el Senado envió un exhorto al gobierno para que México acoja “tantos refugiados de Siria como sea posible”. Esperamos respuesta positiva del Ejecutivo y una modificación sustantiva de las pautas recientes en materia de migración y derecho humanitario, sobre todo con nuestros hermanos de la región.