JUAN LUIS SÁNCHEZ*
Se secaron las lágrimas de cocodrilo. Los gobiernos europeos ya no lloran emocionados en entrevistas, tuits o ruedas de prensa con gesto compungido, con la palabra “drama” en la boca. Ahora se han sentado a hacer políticas de verdad y ha florecido lo más cruel: Europa no existe, es un chiste sin gracia contado a 28 voces discordantes.
Hace seis meses una activista macedonia me contaba cómo los refugiados que venían de Siria cruzaban el país en bicicleta porque allí está prohibido que cojan cualquier transporte público; su destino era la frontera con Serbia y de ahí a Austria… en fin, la ruta que tan famosa se ha hecho ahora. Otras organizaciones en Bulgaria también nos alertaban hace un año de la construcción de un nuevo muro con Turquía, donde viven millones de sirios. En los Balcanes estaban empezando a ver, nos contaban desde Belgrado, que el asunto tomaba un cuerpo nunca visto. Lo que ocurre en el Mediterráneo, la magnitud insoportable de la muerte, ya lo sabe cualquier ciudadano medio.
Europa no ha reaccionado hasta que ha tenido el cadáver de un niño en una playa. Perdón. Europa no ha reaccionado hasta que no se ha publicado la foto de un cadáver de un niño en una playa. Perdón. Europa no ha reaccionado.
Nos dijeron en agosto que para paliar una emergencia humanitaria se iban a reunir el 14 de septiembre. Dos semanas para actuar podrían haber sido margen suficiente para construir un acuerdo sin grietas, para preparar una cumbre ejemplar que demostrara que, efectivamente, Europa sigue existiendo en sus esencias.
Llega el día de la cumbre y lo que tenemos es la enésima reunión infructuosa donde los gobiernos miran por sus intereses particulares y la Comisión Europea se zambulle una vez más en el desagüe de la humillación, la depresión, la nada. Países como Eslovaquia, Polonia o, Hungría, son el principal escollo. Pero España no había aceptado su parte hasta hace menos de una semana. Alemania ha cerrado fronteras. Austria también ha restringido las suyas. Nadie ha ido sobrado de generosidad a esa reunión.
Nos dicen los gobiernos que el 8 de octubre se volverán a reunir para ver cómo se reparten los refugiados. Pero que no habrá cuotas obligatorias, y no desde luego con las últimas cifras propuesta al alza. Que ya se irá viendo cómo cada uno puede hacerse cargo en cada caso y tal. Es exactamente el mismo punto en el que estábamos en julio.
No se puede decir que nos sorprenda. Ya pasó con Lampedusa, ya pasó con las muertes de Ceuta. Un gran acto de contricción y culpa calma las aguas y luego, marcha atrás.
Las lágrimas del cocodrilo se han secado y la mandíbula de la peor política descarga una nueva dentellada contra esa vieja idea de Europa en la que ya cuesta tanto creer.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
*Periodista, subdirector de eldiario.es
Twitter: @juanlusanchez