A CONTRAPELO
BREVE ANTOLOGÍA DE POESÍA MEXICANA DE JUAN DOMINGO ARGÜELLES
LUIS ROJAS CÁRDENAS
Quevedo dice en su conocido soneto que La vida empieza en lágrimas y caca. Así pues, desde que nacemos estamos vinculados a la mierda y nos acompaña durante toda la vida hasta la muerte. Por ser parte de la vida misma, la caca de manera natural con sus resonancias excrementicias aparece en la poesía permeando las bellas letras con su pastosa textura. Pero no toda la materia fecal que asume forma de verso es poesía, ni por el hecho de convertirse en repositorio de excrementos la poesía pierde su esencia poética.
Los límites de la poesía son nebulosos, sus linderos poco claros permiten que muchos autores consideren poéticos diversos textos de calidad discutible. Lo que ineludiblemente lleva a la pregunta (sin respuesta) de siempre: ¿Qué es poesía? Aunque existen criterios que se podrían definir como universales para enmarcar la esencia poética, tales como ritmo, musicalidad, imágenes y fuerza expresiva, entre otros; lo cierto es que hay muchos asegunes de tipo extraliterario que son determinantes para que frases carentes de poesía se consideren poéticas y, por el contrario, algunos versos por el hecho de estar rimados son vistos con desprecio por los highbrow, pues en la actualidad la poesía rimada suena inevitablemente a emisaria del pasado.
Cuando el compilador de una antología, además de dedicarse a la pepena de versos, tiene en su haber poemas merecedores de premios prestigiosos, con sus criterios de selección además de ceñirse al canon establecido, lo consolida con sus preferencias. Los autores que incorpora en su recopilación o que deja de lado por lo estrecho o amplio de sus criterios marcarán la pauta en la formación de los gustos de lectores y escritores. No por nada, en 1928, la publicación de la Antología de la poesía mexicana moderna, firmada por Jorge Cuesta, provocó un escándalo en nuestra República de las Letras. Y, por otra parte, Poesía en movimiento, antología elaborada en 1966 por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, seguía levantando polvareda a principios de este siglo (luego de 37 años de su publicación).
Juan Domingo Argüelles, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1995), puso a trabajar a las tijeras sin ton ni son, recortó versos de aquí y allá e integró medio millar de textos para dar forma a su Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca. Interdicta, secreta anónima, culta y popular. Tantos nombres para vender un libro, lo hacen parecer discurso de merolico. Del puro título del libro se desprende que se trata de una obra que pretende incluir todo. Aunque ya de por sí, el nombre del libro resulta farragoso, siguiendo el mismo tono, el autor pudo continuar hasta el infinito agregando adjetivos a su selección poética: escatológica, sicalíptica, pornográfica, sexual, obscena, alburera, pícara, ñoña, pueril, torpe, lépera, pelada y humorística, e incluso pudo calificarla desde una perspectiva moral como sucia. El resultado de esta selección es un enjambre de versos, refranes, frases hechas, dichos, dicharachos y ocurrencias muchas veces grotescas; y, hay que reconocerlo, con algunos cuantos versos deslumbrantes. Esta antología es un recipiente al que todo le cabe, debido a la elasticidad de márgenes que definió el autor al seleccionar los textos, pero el que mucho abarca poco aprieta. Sin duda, creo que el autor, antes de la publicación del libro, debió tomar en consideración que no todo lo que hiede es poesía.
Como se puede ver, de las virtudes del libro no hablaré, porque ya lo hizo Gabriel Zaid con un texto que me parece demasiado benévolo: http://www.letraslibres.com/revista/convivio/un-poeta-que-sabe-leer
Una cosa es clara, el autor nutrió abundantemente su selección en la Picardía mexicana y en las demás obras de Armando Jiménez. Bajo el argumento de que son textos de dominio público, al menos así los cita cuando no refiere su fuente, Argüelles prácticamente sustenta su recopilación en el trabajo del autor también conocido como el Gallito Inglés. Si se eliminaran todos los textos publicados por Jiménez desde hace 56 años, la Breve antología… reduciría considerablemente su tamaño. Cómo se le puede llamar a esto ¿Plagio o coincidencia?
Como se sabe, Jiménez fue un implacable defensor de sus derechos de autor bajo el argumento de que sus libros eran el resultado de investigaciones antropológicas. Es de recordarse aquel pleito legal que sostuvo en 1978 contra Jorge M. Isaac, quien incorporó en la obra El Coyote inválido los albures que aparecían en la Picardía Mexicana. Aquel suceso quedó registrado para la historia del plagio en el libro Secuestro de albures, de Antonio Salgado Herrera, quien dedicó un corrido a Jiménez con versos malhechos, del que se muestra un fragmento: “Y un buen día se le ocurrió / compendiar en una obra / del país su gran malicia, / tan conocida de sobra. // Y en la República entera / sorteó gentes de mil marcas, / escudriñó sanitarios, / prostíbulos y comarcas. // Parlamentó con hampones, / con tipos de mal vivir; / estibadores, boleros / y gentes de casimir. // Espulgó libros añejos / y copió de los camiones, / toda clase de letreros / de festivas confesiones. // Presenció reñidos duelos / de albureros contumaces, / y en Alvarado vio niños / precoces cuanto procaces”.
Con su antología, Juan Domingo Argüelles, trata de engañar a los lectores exaltando las virtudes poéticas que no tienen los versos recopilados, veamos un ejemplo: “Al llegar este momento / me pongo a considerar / lo caro que está el sustento / y en lo que viene a parar”. Del cual, el compilador presenta la siguiente opinión: “¡Absolutamente memorable!: cuatro versos octosílabos perfectamente escandidos e inmejorablemente rimados, fruto de la concentración intelectual de alguien que estaba demasiado ocupado en su ejercicio lírico para dejarse distraer por el vulgar asunto fisiológico al que acudió por urgencia” (p. 19). ¿A qué responden estas elevadas reflexiones? ¿Por qué trata de dar al lector gato por liebre? Habla de estos versos como si fueran una obra cumbre de la literatura universal, cuando sólo se trata de una cuarteta ingeniosa. Cómo es posible que un ganador del Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes afirme sin un poquito de rubor que “considerar” y “parar” son rimas inmejorables, cuando cualquier estudiante de secundaria sabe que no son recomendables las rimas fáciles e ingenuas construidas con verbos en infinitivo. Por otra parte, a la mayoría los versificadores populares se les da la habilidad de escribir o cantar octosílabos bien medidos, ¿qué tiene de extraordinaria la medición perfecta de cuatro versos? ¿Cómo sabe Argüelles que el autor de los versos acudió a defecar por urgencia? ¿Versos que son fruto de la concentración intelectual? Puras exageraciones para justificar su selección, con lo que pretende suavizar la aspereza intrínseca de los versos.
Se dice que una antología de poesía es sobre todo un ejercicio de crítica literaria, pero Argüelles pierde el piso, se desborda con sus comentarios, como los que acompañan a la siguiente cuarteta: “Un chivo pegó un reparo / y en el aire se detuvo. / Hay chivos que tienen madre / pero este ni madre tuvo.” Del cual opina: “‘El chivo reprador’ es una de las coplas más ingeniosas e inolvidables de nuestra riquísima lírica popular. De carácter anónimo no es únicamente una copla bien medida y bien rimada, sino también es una cuarteta surrealista (hay que imaginar al chivo detenido en el aire) y sin duda muy misteriosa…” (p. 155) ¡Sopas, perico!, así que surrealista ¿no?, sólo faltó agregar que el chivo es descendiente de Ícaro, además de algunas consideraciones sobre el desafío a la gravedad de la tierra; y, en su mismo tono, respecto a la orfandad del chivo, le faltó señalar que el autor anónimo muestra una evidente influencia de sus lecturas de Blanca Nieves y Cenicienta. ¿Cuál será la razón de Argüelles para sobrevalorar unos versitos divertidos? (hay que imaginar al recopilador apresurado tecleando un maquinazo para acabar pronto los comentarios del libro, pues nuevas antologías lo esperan). Por otra parte, en ocasiones Argüelles asume una actitud pedagógica excesiva, ¿qué necesidad existe para dar una explicación del significado de tejerse una chaqueta?, en sus comentarios dice: “…Tejerse una chaqueta es masturbarse, es decir, jalársela” (p. 205). ¡Ah!, así sí quedó suficientemente claro, y si alguien no entendió el concepto de tejerse una, seguramente sí sabe el significado de la palabra jalársela.
La falta de de rigor en su selección, convierte a Argüelles en un falsificador de poesía. Pretende engañar al lector disfrazando de poesía frases donde no la hay, veamos unos ejemplos retomados de esta Breve antología…: “Si te duele la cabeza, que te la metan en agua […] Si he sabido que te avientas, no te doy tus alverjones […] cuando el amor es parejo nomás un pujido se oye” (pp. 122 y 123); “El caballo (adivinanza) // Largo y peludo…, / para tu culo” (p. 158); “Refrán // Agua le pido a Dios, / y a los aguadores, culo” (p. 159); “No es lo mismo / dos tazas de té / que dos tetazas” (p. 163); “Entre Melón y Melames…” (Argüelles presenta una versión muy correcta, pues lo usual es el nombre de Melambes, proveniente del arcaico verbo lamber, p. 167); “Doña Manuela, / hágame un desprecio / aunque me duela” (p. 168); “Acelérale, chofer; Acelérale, chofer…” (p. 190); “Al chófer no se le para…” (p. 191); “Tú que te dices poeta / y en el aire las compones…” (p. 211); “¡Más de tres sacudidas / ya es chaqueta!” (p. 213). Si un especialista en elaborar antologías de poesía mexicana dice que los ejemplos que se muestran en este párrafo son poesía, es porque trata de engañar a lectores incautos para vender más libros, o simple y sencillamente porque el mercado consumidor de poesía está jodido.
Con esos criterios de selección bien pudieron incluirse las canciones de Carlos Lico: “Los hermanos pinzones...” o “Un fino u magnífico elefante / se tejía una chaqueta a cada instante…”; Mike Laure: “Yo quiero que me des la rajita de canela”; la Sonora Santanera: “…que ábrele que ábrele la puerta / que métele que mete el equipaje…”; Julián Garza: “Arriba de un cerro mataron a un hombre / de esos que en la noche se salen a mear…”; y las de autores anónimos: “Zapatito blanco, / zapatito azul…”, “Tengo una muñeca vestida de azul…”, “¿Dónde vive el zapatero, arriba o abajo?”, “El pueblo unido, jamás será vencido”.
Quizá lo más lamentable de la Breve antología… son aquellos autores que faltan. Dónde quedaron Carlos Rivas Larrauri: “—¿Andar limpiando qué cosa? / —Escusados o comunes, / ¿no es eso ser comunista?”; Felipe Salazar Pichorra: “El último rubor quedó vencido; / cayó su camisón color de rosa / y ante su nívea desnudez de Diosa / arrodilleme absorto y conmovido. // Besé todo su cuerpo sometido / a mi pasión insana y lujuriosa / y empecé la tarea deliciosa / de introducir el pájaro en su nido. // Cuando al fin, a la gloria transportados / nos sentimos llegar, aquella hermosa, / palpitante de amor, henchida el alma, // tirose un par de pedos, tan tronados, / que tuve que bajar con toda calma / a recoger mis huevos estrellados”. ¿Por qué no incluyó al menos un fragmento del Chantecler de José Juan Tablada?: “Chantecler Madero: (Que ha dejado de hablar á los animales creyendo como siempre, que lo ovacionan, se coge el corazón con ambas manos, pone los ojos en blanco y prosigue): / Oh perpetua nostalgia de mis asentaderas, / ¡Afán de mi torcida columna vertebral! / Por tus muelles cojines claman mis posaderas / Cuando me siento en las praderas / O sobre el rústico equipal! / Entre tus brazos quiero sentirme aprisionado / No separarnos nunca, unidos de una vez / Mis manos en tus brazos, vivir siempre á tu lado / Vivir despierto y acostado / Y confundidos nuestros pies!” ¿Por qué razón Chava Flores sólo aparece citado en los pies de página, cuando sus canciones aumentarían la calidad de la mala selección presentada? ¡Vayan ustedes a saber!
Las prisas por hacer una mercancía que genere ganancias inmediatas provocaron que la factura del libro en general esté malhecha, empezando por los dos índices que son de una inutilidad extraordinaria: se les batieron y sólo sirven para quitar el tiempo de los lectores, pues llevan a textos diferentes de los indexados. En el comentario de la página 189 Argüelles señala que la palabra luca no significa nada en México. Se equivoca, luca en nuestro país es dinero, pesos, ejemplo: Préstame cincuenta lucas. Los errores tipográficos son múltiples, muchas marcas de párrafo se les colaron, en los versos de “Un busto en honor de Virginia Fábregas” no le dan salto de línea a un verso y se parte con un guion la palabra “rega-larle” (p. 137), y se les trueca “un pájaro que vuela cabizbajo”, por un “un pájaro que vela cabizbajo” (p.151). Ya nadie revisa nada en la producción de libros, (para decirlo poéticamente, para que no se diga que no aprendí qué es poesía) todo se hace al ahí Sebastián lo arregla.
En efecto, la poesía seleccionada por Argüelles es impúdica, pero él debió tener tantito pudor antes de tratar de dar cuentas de vidrio por oro a sus lectores.
“No hay gusto más complacido / ni gesto más singular / que un buen cigarro encendido / a la hora de cagar: / queda el lector agradecido / y la mierda en su lugar”.
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Juan Domingo Argüelles (Selección, prólogo y notas), Breve antología de poesía mexicana impúdica, procaz, satírica y burlesca. Interdicta, secreta anónima, culta y popular. Ed. Océano exprés, 1ª ed., México, 2015, 356pp.