PORFIRIO MUÑOZ LEDO
El sentimiento más extendido entre los mexicanos es hoy el de la vulnerabilidad. En el trasfondo está la violencia que ha rebasado las capacidades del Estado y que se acompaña de un temor fundado por el futuro inmediato de nuestra economía, así como de la incapacidad de las autoridades para dar cauce a las crecientes demandas sociales. La caída en la aceptación del ejecutivo hace prueba de la escasa legitimidad en el ejercicio del poder. A ello se añade la frustración por el desempeño de nuestros atletas que en las redes ya se califica como “vergüenza nacional”.
Esta sensación de desamparo se ahonda por la cercanía de las elecciones norteamericanas que pueden acarrear consecuencias de alto riesgo para nuestro país, sobre todo en caso de que fuera electo Donald Trump. Por ello sorprendió el comentario neutral del Presidente mexicano, saludando a ambos candidatos y afirmando: “trabajaré con quien gane y acordaremos una agenda constructiva”, sin ver que Obama lo invitaba a una declaración que expresara la preocupación de nuestro país por la eventual victoria del abanderado republicano, que pudiese tener impacto electoral. Se expresa otra vez la tradicional y timorata versión diplomática del principio de no intervención.
La mejor carta bilateral con la que cuenta nuestro país en su relación con Estados Unidos es la presencia organizada de nuestros compatriotas en la Unión Americana, análoga a la que disponen los israelíes o los irlandeses, por ejemplo. Hace más de cuarenta años el presidente Nixon pidió consejo al Ejecutivo mexicano y su ayuda, si fuera posible, frente al hecho de que la gran mayoría de los mexicanos residentes en ese país votaban por el partido demócrata. Más tarde, la relación estrecha de los líderes mexicoamericanos con el Presidente Carter, permitió imaginar y desplegar una política integral de acercamiento a nuestras comunidades, junto a la estrecha colaboración de los gobernadores de California, Arizona y Nuevo México.
El programa abarcaba numerosas acciones dirigidas a estrechar nuestros vínculos con la “Patria Grande”, comenzando por la educación bilingüe y bicultural de carácter obligatoria que adoptaron diversas entidades, condados y municipios. Finalmente el Comisario de educación de los Estados Unidos firmó un convenio bilateral para otorgarle carácter federal a esta política que se complementaba con becas a los hijos de mexicanos en instituciones de educación superior de nuestro país y la venta de libros de texto gratuitos en territorio norteamericano, autorizado mediante decreto por el Presidente de México. Promovimos organizaciones de arquitectos para que contribuyeran a cambiar el paisaje urbano en regiones de alta inmigración, así como de artistas que participaban en eventos sociales y culturales: “ganar elecciones con mariachis” era la consigna. La relación entre las comunidades indígenas mexicanas y naciones indígenas de norteamérica era parte sustantiva de este proyecto.
Los vínculos orgánicos con los periódicos en español y las cadenas de radio y televisión, que apenas despuntaban, fueron claves para este acercamiento. En 1976 propusimos por primera vez que se abrieran urnas en norteamérica –así fuesen simbólicas- para las elecciones presidenciales mexicanas, ante la oposición de sectores tradicionalistas. Veinte años más tarde el Partido de la Revolución Democrática exigió en la reforma electoral “la restitución del derecho al sufragio a los ciudadanos injustamente privados de este por razones de domicilio”; se trataba de consagrar el derecho al voto de los residentes en el extranjero y en el Distrito Federal que finalmente se logró.
Sin embargo, el proceso para el ejercicio del sufragio de los mexicanos de afuera ha sido lento y tortuoso, a pesar de que varios estados de la Republica lo han promovido constitucionalmente, incluyendo el derecho a elegir diputados a nuestros connacionales. A nivel federal se ha reducido arbitrariamente al voto postal, presencial y electrónico. Como respuesta presentamos una iniciativa de reforma constitucional que incrementaría notablemente la participación electoral y establecería una lista de mexicanos en el extranjero para la integración de la Cámara de Diputados. Desgraciadamente este proyecto se ha extraviado y las pocas acciones que se realizan resultan inconexas y orientadas casi exclusivamente a los intereses clientelares de los partidos políticos mexicanos. Retomar y actualizar el programa original resultaría en incalculable beneficio para la fortaleza del país y la identidad nacional.