ADRIÁN MAC LIMAN
Tras el fallido golpe de Estado de Turquía en julio, Estados Unidos trasladó a Rumanía los artefactos nucleares almacenados en la base aérea de Incirlik. La noticia, facilitada el pasado fin de semana por la publicación electrónica EurActiv, provocó reacciones en cadena en Bucarest. ¿Escándalo político sin precedentes? ¿Episodio de una ciberguerra llevada a cabo por una potencia regional? ¿Simple tormenta en un vaso de agua? En realidad, poco importa. Lo cierto es que políticos, militares, periodistas y analistas de toda índole aprovecharon la oportunidad para enzarzarse en un interminable debate sobre la soberanía nacional y la seguridad del país carpático, convertido – tras la visita del Presidente Erdogan a Rusia – en uno de los baluartes atlantistas en la región.
La verdad sea dicha, la idea de almacenar ojivas nucleares en suelo rumano no parece ser del agrado de los habitantes de este país. Con razón: durante su pertenencia al Pacto de Varsovia – agrupación estratégica de los países del Este liderada por Moscú – Rumanía se negó a albergar las instalaciones del sistema balístico soviético. Bucarest había firmado y ratificado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), que prohíbe el estacionamiento de armas atómicas en el suelo de las Partes Contratantes. ¿Se puede hablar de una violación flagrante del TNP en el caso de los aliados de la OTAN?
Conviene volver a la fuente; a la información publicada por EurActiv, portal especializado en noticias y comentarios sobre la Unión Europea y la Alianza Atlántica. Sus redactores suelen utilizar fuentes fidedignas, tanto comunitarias como estadounidenses. En la mayoría de los casos, la veracidad de la información está avalada por la acción institucional de Bruselas o por las medidas adoptadas por los Gobiernos de la Unión.
En el caso de los artefactos nucleares de Incirlik, los autores del informe aseguran haber consultado dos fuentes distintas que corroboran la versión: Norteamérica está trasladando parte del arsenal atómico de la base turca, concretamente, bombas de hidrógeno B61, a las recién inauguradas instalaciones de Deveselu, que albergan uno de los eslabones clave del escudo antimisiles.
Para los estrategas rumanos, el informe forma parte de una enorme manipulación, basada en un gigantesco embuste. Deveselu no tiene capacidad de almacenamiento suficiente. Habitualmente, las armas nucleares necesitan silos especiales, con muros de un grosor determinado e instalaciones de aire acondicionado. Pero la base rumana no cuenta con instalaciones idóneas.
Otra opción sería el aeropuerto militar de Constanza que, hoy por hoy, carece de estructuras adecuadas. Huelga decir que, en ambos casos, los habitantes no han notado movimientos inhabituales.
Tanto el Ministro de Defensa rumano como el portavoz de la Cancillería desmienten rotundamente las informaciones de EurActiv. Meras especulaciones, afirman, campaña de desestabilización a escala internacional, destinada a fomentar el deterioro de la imagen del país. Sin embargo, los rumanos recuerdan que en el caso de las cárceles secretas de la CIA, el Gobierno de Bucarest fue incapaz de ofrecer una versión creíble y coherente. La opinión pública sigue esperando una explicación.
Estados Unidos es consciente de haber perdido el control de Turquía; el país se ha cambiado de bando, está en el campo de Rusia, afirma el periodista Georgui Gotev, uno de los autores del informe, quien asegura que el “affaire” de las armas nucleares podría considerarse irrelevante comparado con los espectaculares cambios geoestratégicos que se están avecinando en el Sudeste europeo y el Cáucaso.
De todos modos, conviene recordar el secretismo que rodea las actividades del ejército y los servicios de información estadounidenses en la región. Un ejemplo: el supuestamente inseguro personal civil o militar de la base aérea de la OTAN de Incirlik jamás tuvo acceso a las instalaciones ultrasecretas (¡nucleares!), custodiadas constantemente por vigilantes transatlánticos.
Las respuestas a la incógnita de Develesu habrá que buscarlas, pues, en… Washington.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)