Si en este traspaso del poder gubernamental, hubo el objetivo conveniente de marcar una distancia entre el gobernador saliente Miguel Alonso y el entrante Alejandro Tello, se ha logrado, por increíble que parezca que haya separación entre ambos.
Políticamente era necesario, por supuesto, desde la campaña electoral, que Tello pintara su raya respecto a Alonso, lo que, seguramente, no agradó del todo a la élite gobernante.
Aquí se rompió la regla de que “gobernador no pone gobernador”, usual dicho de los políticos, pero que, en el caso de Zacatecas y de esta elección gubernamental, quedó demostrado que Alonso Reyes sí pudo, que haya errado de entre sus varias cartas para garantizar, digamos, entrega total, incondicionalidad, es otra cosa.
En lo aparente, se ha logrado confrontar esa idea deslizada por los opositores respecto a que el nuevo gobernador será un “títere” de Miguel Alonso.
Es de considerarse que conocimos a un Tello muy unido a Alonso en su carrera política que, cierto, se la debe en mucho, pero también trabajo propio, seriedad, compromiso con sus obligaciones en cada cargo, alejado del protagonismo, entre otras características.
En el sentido de una opaca presencia, no obstante, poco conocíamos al Tello real. Y, nació, para muchos, tal vez para algunos no, con la candidatura al Gobierno del Estado, con su campaña, en donde comenzó a desplegar un ideario por muchos validado, por más que saliera de las filas del priismo en fase tan desgastante del sexenio peñanietista.
Reconoció, de entrada, el malestar ciudadano con el orden de cosas. Luego, con los resultados electorales, también leyó la crítica implícita a la que se refirió en más de una ocasión. No fue, para nada, el clásico frívolo que interpreta a capricho, sino que le puso puntos a las íes.
Le ayudó a crecer también, ante la opinión zacatecana, la ausencia de liderazgos en las otras trincheras partidistas, con figuras, algunas desgastadas por sus propios hechos como gobernantes, y, en otros casos, de talla muy baja para un cargo como la gubernatura.
Cierto que, las fuerzas políticas se polarizaron entre el gobernador electo de la alianza PRI-PVEM-Panal y el senador David Monreal Ávila, de Morena, quienes pelearon hasta el último momento, con proselitismo y con los recursos a su alcance en ese mercado negro electoral, para ganar el estado. La diferencia de votos, permitió que el abanderado del PRI legitimara su triunfo.
Supimos que Alejandro Tello no es el gran líder, convocante, pero sí ha dado la estatura de un político que con propuestas cercanas al sentir de la sociedad gana el lugar. Son de referir compromisos que adquirió, que fueron banderas opositoras tomadas por el ahora gobernador constitucional: desterrar la corrupción con plena transparencia en el trabajo gubernamental; trabajar por una cultura de paz en la política y en la sociedad; reencauzar las políticas públicas de seguridad; renovar al gobierno con caras nuevas y perfiles capaces.
Tello retomó la voz ciudadana en diversos aspectos como terminar con los “moches”, el tráfico de influencias, los favoritismos, amiguismos, compadrazgos, incluso con los cargos y plazas que se deben a cuotas políticas.
Sí, es verdad, todo esto lo hemos escuchado en más ocasiones, promesas que se mueven en el tiempo, y luego, cuando llega la hora de los hechos, vuelve el desencanto. Convenció, porque en las filas del priísmo no se veía la receptividad crítica que se necesita en los tiempos actuales, sin que esto quiera decir que se está a salvo de la demagogia.
Sí hemos visto que el gobernador se adueñó del discurso que correspondía a los opositores, lo cual fue una buena estrategia, y para que no hubiera duda de que iba a cumplir, firmó un contrato con Zacatecas, cierto, cuya validez existe solo, en si es necesario recordarle a Tello si tiene palabra.
En estos tiempos de incertidumbre por la inseguridad pública, a lo cual el gobierno saliente ha, sistemáticamente, mantenido insensibilidad ante la sombra de las ejecuciones, incluso, al grado de menospreciar las vidas que se pierden, en tanto insisten que pertenecen al crimen organizado, Tello ha, al menos, acusado recibo de que ello está sucediendo y hay que atacarlo.
Aunque, su pretensión es que no haya cabida a estas muertes, es decir, a su modo “que no ocurran en Zacatecas”, pues salpican de incertidumbre a los habitantes, es ya un avance. O sea, no queda claro, si no le importa que pasen, pero fuera del estado, lo cual, también deja qué desear.
En el discurso del nuevo gobernador, lo que hay que profundizar es la distancia con Alonso, último, que se despide con un gran despliegue no solo por la campaña de su informe, desde la oficina de Comunicación Social de Gobierno con sumas y sumas sexenales, la gira de despedida de cheques y apoyos por doquier, el homenaje del PRI en pleno, la estancia presidencial, la inauguración y reivindicación sin ton ni son de obras no terminadas, entre otros.
Los observadores sí aprecian la sana separación de ambos gobernantes. Se apuesta más, a que se trata de una decisión de Tello, quien ha dicho que quiere ser el mejor gobernador de la historia de Zacatecas, por honesto y eficaz con la problemática de la gente. Pues se necesitará congruencia en todo el quinquenio. Ademas, recibe difícil herencia de problemas económicos, políticos y sociales que tal vez no imaginó y sobre los cuáles no ha habido suficiente transparencia.
Ha dicho que quiere honrar a su familia y una de las formas es, que el día de mañana no lo tilden de corrupto. Habla de un gobierno diferente, que comenzaría con gente nueva, honesta y trabajadora. Eso está por verse.
Parece muy difícil que pueda evadir las “cuotas” gravosas que impone el partido político como cobro de la “hechura” del triunfo, del propio ex gobernador que lo puso en el camino para que llegara, los grupos políticos, las cámaras y organizaciones a los que él mismo les ha abierto las puertas, ese Consejo Económico de pudientes que le dejan de herencia, entre otros.
Sorpresa sería que verdaderamente los nuevos funcionarios fueran decisión suya. Hasta ahora, salvo lo que se ha filtrado, hay hermetismo sobre el gabinete, que será nombrado esta tarde de lunes. Aunque. para comenzar, casi es un hecho que llegue a la Secretaría de Finanzas, quien se desempeñó ya en ese cargo, en el sexenio de la perredista Amalia García Medina, pese a estar implicado en el grupo de funcionarios a quienes se les quiso fincar responsabilidades a principios de este sexenio. ¿Garantía, de qué?
Se mueve también el nombre de Gema Mercado para la Secretaría de Educación. Sin desconocer la capacidad de la destacada universitaria, dónde están las caras nuevas. La misma funcionaria, acaba de informar que lleva 11 años frente al Cozcyt.
Alonso y Tello están distanciados, es evidente y se acabó el tiempo de estar juntos. Por prudencia, quizá, Tello no va a decir que recibe las arcas en condiciones desfavorables, con conflictos graves enfrente, pero todo indica que así es, y sería la causa principal de su decepción, respecto a su buen amigo que se va y lo deja hasta el cuello de pendientes.