]Efemérides y saldos[
El fin de semana siguiente no tuve noticias de él, y como sentía curiosidad por saber cómo le iba, le telefoneé. Con una voz bastante apagada me dijo que la pastilla había vuelto a funcionar, pero expresó una curiosa queja: se aburría. Durante los últimos quince años había dedicado cada domingo a las migrañas -su familia iba a verlo, era el centro de atención-, y ahora echaba de menos todo aquello.
Oliver Sacks
ALEJANDRO GARCÍA
Hay personalidades polémicas, a caballo entre dos o más campos o disciplinas. Se les suele ubicar en otra que no es la que está en el centro en ese momento. Es el caso de Oliver Sacks (1933-2015) a quien por lo menos se cataloga de neurólogo, psiquiatra, difusor de la ciencia y escritor o narrador. Pensé que sólo en México se daba el como escritor eres excelente neurólogo o como investigador eres inmejorable difusor de la ciencia. Me asomo a esta vida y en todos lados se cuecen habas.
El hecho de ser dueño de un best seller, por los menos con El hombre que confundió a su mujer con un sombrero [1985/ traducción de 1987], o de ser el autor del libro Despertares [1973/1988] que es la base de película de Robert de Niro y Robin Williams pone ruido en mentes rígidas a la hora de señalar fronteras y zonas exclusivas de comportamiento y áreas de conocimiento. Pero la lista se alarga (Migraña [1970/1988], Con una sola pierna [1984/1998], Veo una voz: viaje al mundo de los sordos [1989/1994], Un antropólogo en Marte [1995/1997], La isla de los ciegos al color [1997/1999], Diario de Oaxaca [2002/2002], Musicofilia: relatos de música y el cerebro [2007/2009], Alucinaciones [2012/2013], Viaje a Oaxaca) y habla de una línea ascendente de producción que obliga a respetar el trabajo de Sacks y a señalar los niveles de complejidad de vida, obra e implicaciones. Señalo los años de publicación original y los de la aparición en español para que se vean que siguen lógicas diferentes. En el primer caso cronológico, en el segundo con un éxito y búsqueda de lo anterior para trasladarlo al español.
A un año de su muerte, sus libros son buscados lo mismo por lectores superficiales que por curiosos de los misterios del cerebro y sus padecimientos, del lenguaje y sus perturbaciones, del pensamiento y sus accidentes, por defensores y por acusadores. Tener acceso a los casos y a las historias de este autor es acceder a un cambio de paradigma en donde el centro es el cerebro y asistir a parte de las discusiones sobre cómo evoluciona, funciona, se enferma y muere este órgano alojado en la cabeza y con ello se da origen a buen número de disciplinas científicas en prácticamente todos las áreas del conocimiento..
En movimiento. Una vida (México, 2015, Anagrama, 449 pp.) da cuenta de las principales etapas de la vida de Sacks y de muchos de los actos y decisiones que forjaron su destino. Desde los tempranos años infantiles en la Inglaterra de la guerra, su crianza con padres médicos, sus primeros estudios, hasta la decisión de trasladarse a los Estados Unidos, después de una brillante estancia en Oxford, pero agobiado interiormente por la rigidez de sus padres. Aquí el resto de su vida, primero en el oeste, después en el oriente. Ambas etapas con el denominador común del movimiento: su afición por las motos y las pesas, el labrado del cuerpo, sus grandes travesías de Canadá a California o de Nueva Orleans a Nueva York, pero también los viajes de fin de semana a algún lago cercano o alguna zona digna de su descanso y de su curiosidad. Desde su época de aislamiento obligado durante la guerra hasta el final de su vida se observa un amor por los caminos, por las búsquedas, por la soledad.
Me había echado sobre una enorme masa de esporas de hongos que debía de haber inhalado toda la noche. Se trataba del Coccidioides, un conocido hongo autóctono de Central Valley que puede provocar desde una leve enfermedad respiratoria hasta la llamada fiebre del Valle y, a veces, una neumonía o una meningitis fatales. La prueba del hongo dio positivo, pero por suerte no desarrollé ningún síntoma.
Parte de este viaje es también la travesía por el estilo o por la consolidación de un arte de narrar, de atrapar al lector. Sacks convierte lo ininteligible en inteligible, trabaja lo complejo sin simplificarlo y lo hace de manera tal que parece simple o sencillo. Cuenta historias, pero de Migraña a El hombre que confundió a su mujer con un sombrero trabaja el lenguaje, forja las estructuras narrativas, vigila que no se aleje el relato del riguroso apego a las características del paciente y a su evolución. Si hay salida, pues se consignan. Si las circunvoluciones del cerebro se niegan a dar el secreto, así se dice. Por supuesto, los relatos cumplen una labor de difusión, pero de cosas que están rodeados de numerosos prejuicios y malas formaciones. Aún ahora es difícil tener un panorama de la evolución de las ciencias sobre el cerebro.
Sacks es muy claro en algunas de sus cartas con que juega ante el lector.
Por ejemplo, confiesa su homosexualidad y la severa reacción de su madre judía (-Eres una abominación -dijo-. Ojalá no hubieras nacido). También habla de sus fracasos al pretender una relación estable, a veces simplemente clara. Llegó a establecer nexos en donde éstos se rompieron al hablar de lo que entre ellos sucedía. También llegó al final de estas memorias la compañía que no esperaba, la estabilidad, quizás sin la rabia de la juventud, pero como respuesta a un estado de excepción en que tuvo que vivir su cuerpo.
Si su padre judío no sanciona el lado íntimo, si está atento al carácter de su producción, no acepta que sus publicaciones se conviertan en propaganda y no siempre es fácil complacerlo en lo que él entiende por ésta. La ética paterna confunde difusión con mercantilización. Allí Sacks rompe el cerco.
Sacks encuentra campos marginales, olvidados y los convierte en objeto de estudio y en otra dimensión en mercancía. Sin Sacks es difícil que hubieran adquirido tal relevancia. Encontró un pabellón de sobrevivientes de encefalitis letárgica (enfermedad del sueño) en el hospital para enfermedades crónicas Beth Abraham y trabajó con alrededor de 80 pacientes (Muchos se quedaban paralizados en estados profundamente parkinsonianos, otros en posturas catatónicas, no inconscientes, sino con la conciencia suspendida en el momento en que la enfermedad se había cernido sobre ciertas partes del cuerpo), y encontró que podían tener regresos asombrosos, después de 30 o 40 años arrinconados sin remedio, aunque no encuentra cura definitiva. Y el pasajero éxito médico, ganancia de vida en casos perdidos, se acompaña de éxito editorial y éxito cinematográfico y allí fue donde el diablo metió la cola. También estudió dos comunidades insulares del Pacífico, Pingelap y Ponhpei, en Micronesia, con casi la mayoría de sus habitantes ciega al color.
Sacks vivió el plagio de una persona jerárquicamente superior dentro de una de las instituciones en que trabajó, padeció o enfrentó los cambios de opinión de algunos individuos o grupos que son parte de sus escritos. La cuestión no es sólo por los derechos, también por la identificación de personas que son parte de algunos de sus casos. De allí que a veces se ha visto a Sacks perseguido por los intereses desatados tras el éxito e incluso el tipo de personajes que se ve en “Despertares” y eso cambia la calidad de una discusión sobre derechos de autor y lleva al rango de la ética y de los escrúpulos.
El libro cierra con su lucha contra un cáncer de ojos a partir de 2005. Sus últimas referencias datadas son de 2009. Un capítulo antes ha hablado de la certeza de que ha contribuido a una visión de la mente. Su esfuerzo ha servido para caminar y encontrar algunos de los ecos o manifestaciones de las circunvoluciones cerebrales, otro viaje
Este logro, para Edelman, se basaba en la aparición de un nuevo tipo de circuito neuronal en algún “momento trascendental” de la evolución: un circuito que permite conexiones masivas, paralelas y recíprocas entre mapas neuronales, así como entre los mapas globales que se están trazando en ese momento e integran nuevas experiencias y recategorizan las categorías.