ULISES TUERO RODRÍGUEZ
Miles de millones de dólares se gastan en el negocio de la guerra, mucho más que en ayudas al desarrollo para países subdesarrollados. El beneficio económico de unos pocos nos lleva a la autodestrucción y deja de lado la cooperación. Campañas como la de Armas Bajo control y otras muchas personas por todo el planeta luchan por realizar en cambio en busca de un mundo menos armado y más solidario.
Conseguir salud y nutrición básicas, acceso a agua potable o erradicar el analfabetismo ya se demostró posible en el informe del PNUD de 1998. Cubrir estas necesidades elementales entre otras supondría una inversión de 40.000 millones de dólares anuales en los países subdesarrollados durante diez años. Esta cifra contrasta con el gasto militar mundial que asciende a casi 1,7 billones de dólares al año.
Más de mil millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día y 20.000 mueren de hambre a diario. Los países empobrecidos del sur sufren estas consecuencias derivadas de la pobreza, las enfermedades, la guerra… La otra cara del mundo es Occidente. Aquí se encuentran la mayoría de los países ricos donde hay una superabundancia que hiere.
Sólo en Estados Unidos se gastan 8.000 millones de dólares en cosméticos, en perfumes 12.000 millones entre europeos y americanos y el gasto militar estadounidense es de 596.000 millones. Este último mercado es muestra de la tendencia mundial a la destrucción en lugar de a la construcción. Con una mínima parte de ese ese dinero destinado a la guerra, se podría acabar con algunas de las grandes lacras mundiales.
La industria armamentística no sólo supone un alto coste para los ciudadanos de estos “países desarrollados”, también es responsable de miles de muertes de inocentes por todo el mundo. La venta de armas mueve 76.592 millones de dólares, según un informe del servicio de investigación del congreso de Estados Unidos. Muchos de estos artefactos acaban en países con conflictos internos o que no aseguran el respeto a los derechos humanos.
Armas Bajo Control es una campaña en la que personas de todo tipo luchan por regular el mercado mundial de armas. Compuesta por Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón condena que “la proliferación no controlada de armas y munición amplifica los conflictos, incrementa las violaciones de derechos humanos y aumenta la pobreza”.
La militarización del mundo es cada vez más peligrosa cuando “una persona muere cada minuto como resultado de la violencia armada”, se puede leer en la web de Armas Bajo Control. “Millones más sufren desplazamientos, abusos de derechos humanos o pérdida de servicios básicos”.
El mercado militar es responsable directo e indirecto de la muerte de millones de personas. Aun así la inversión y la venta de armas no deja de crecer. Esta tendencia parece que no va a cambiar a corto plazo si tenemos en cuenta la intención de Donald Trump de aumentar el gasto militar de su país, potencia de referencia para gran número de gobiernos.
Artículo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
Twitter: @ulistuero