Opinión

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LYDIA CACHO

Cimacnoticias

 

Si usted vio las fotografías de los diarios en que la policía mete perros que detectan “sustancias ilegales” en las mochilas de niñas y niños de las escuelas del país, entenderá la evidente e inaceptable violación a la ley por los derechos de niñas, niños y jóvenes y la inmensa farsa a la que ahora nos enfrenta el Secretario de educación Aurelio Nuño, a quien le dio por hacer de policía en lugar de dedicarse a lo suyo: mejorar la educación, asegurar mejores pagas para el profesorado, mejorar la infraestructura escolar, fortalecer las redes de bibliotecas escolares, crear escuelas públicas para niños y niñas invidentes, sordas, con autismo, y preparar a las redes de escuelas en todos los estados para recibir estudiantado mixto que sepa convivir y educarse con la diversidad de estudiantes, como aquellos con síndrome de Down y otras discapacidades. Chicos y chicas capaces de aprender ciencia, de convertirse en grandes profesionales si al Estado le importara en verdad mirar y educar a toda su población infantil con respeto y sin lástima o exclusión.

Se habrá dado cuenta usted, como la mayoría de nosotras, que el petulante secretario Nuño no ha hecho un solo esfuerzo notorio por implicarse, ya, en que todas las escuelas públicas tengan los servicios adecuados para la movilidad de estudiantes con sillas de ruedas. Inauguran una, se toman la foto y a lo que sigue.

¿Por qué deberíamos de rebelarnos masivamente en contra del operativo Mochila Segura? muy sencillo: porque criminaliza a nuestros hijos, hijas, sobrinas y nietos les expone a un estrés inmerecido, en el que (ellos y ellas me lo han dicho), se sienten culpables de algo que nunca han hecho; vigilados por el Estado como si fueran delincuentes. Porque si usted tiene prole de entre 9 y 16 años y les escucha, sabe muy bien que entienden lo que la injusticia significa. Tal vez no todas nuestras hijas e hijos puedan verbalizar la impotencia de sentirse vistos como delincuentes dentro de la escuela, mientras saben que allá afuera, en la esquina, hay un dealer protegido por la policía del barrio; o que el director de la escuela sabe que hay un chico hijo de padres vinculados con la delincuencia organizada que probablemente tenga acceso a un arma letal; pero las personas adultas tampoco dicen nada, porque tienen miedo y el miedo hace irresponsables a las y los adultos y pone en riesgo a sus estudiantes.

Que no se equivoquen las autoridades y que los periodistas no celebren la estulticia de la flagrante violación a las nuevas leyes y al sistema de protección y prevención de violencia contra niñas, niños y adolescentes; es decir que los colegas y editores se informen antes de celebrar un operativo que a todas luces es la teatralización de la prevención de la violencia en las escuelas. Es a la PGR, SEIDO y a la Policía Federal a quienes les corresponde asegurarse de que las redes de delincuencia organizada y policía corrupta que vende drogas y armas en las calles sean vigilados y procesados como debe ser. Los perros entrenados, la policía especializada en detectar armas, explosivos y drogas, debería estar en aquellas zonas donde grupos de adultos se encargan de fortalecer el abasto. Es afuera y no adentro de las escuelas donde le toca a la policía actuar.

El estrés postraumático al que ya están expuestos niños, niñas y jóvenes debido a la violencia social, criminal y política, a la persecución estudiantil, a la criminalización de la diversidad sexual e ideológica, es más que suficiente para causar estragos que van desde actitudes de rebeldía iracunda precoz, hasta desatar episodios de violencia que desenmascaran algún padecimiento psiquiátrico en niños y niñas sin acceso a servicios adecuados de salud mental, esos que deberían tratarles con dignidad y no con desprecio criminalizante y exclusión escolar ¿Queremos escuelas seguras?

Que cada quién haga su trabajo, pero que saquen a la policía de las escuelas, que persigan a los culpables y no a las víctimas. Ya niñas y niños mexicanos soportan suficiente miedo y angustia diariamente, exponerles a esto es ilegal, inmoral e inaceptable; Mochila Segura es una farsa desatinada que vulnera su libertad, protección y ciudadanía a que tienen derecho constitucional. Lo que niñas y niños precisan es intervenciones colectivas para procesar sus miedos, explicaciones claras sobre la guerra y las balaceras, no tratarles como potenciales asesinos.

* Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.

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