]Efemérides y saldos[
Crecí con la noción de haberme quedado de por vida en un estado semianimal, salvaje. Y si mi hermano quiso ser de niño “Carlos, el Valiente”, yo deseaba ser “Juan Guillermo, el Salvaje”.
Guillermo Arriaga
[Ashley Montagu] En 1950, por ejemplo, preparó el borrador de un manifiesto para la recién creada UNESCO, en el que declaraba: “Los estudios biológicos respaldan el principio de la fraternidad universal, ya que el hombre nace con el impulso hacia la cooperación, y, si no satisface tal impulso, tanto los hombres como las naciones enferman”. Con las cenizas de treinta y cinco millones de víctimas de la Segunda Guerra Mundial aún caliente o radioactivas, una persona razonable podía preguntarse cómo era posible que los “estudios biológicos” demostraran algo de esa índole”.
Steven Pinker
ALEJANDRO GARCÍA
Ésta podría ser una historia de los jóvenes de una colonia de la Ciudad de México, la Unidad Modelo, perteneciente a Iztapalapa y ubicada entre Río Churubusco —margen oriental, primero río y después avenida de interminable circulación de vehículos motorizados— y Calzada Ermita Iztapalapa.
O podríamos decir que es la historia misma de la colonia Unidad Modelo por los años 60, en especial después del 68 (cuando los jóvenes no involucrados directamente en el movimiento, quizás no saben qué hacer, hacia dónde ir), refugio para las clases medias y escalón para el ascenso social.
O que es un regreso a la ciudad como ámbito donde los hombres arraciman sus acciones y afinan sus fracasos.
O que es un afluente para la narrativa sobre tráfico de drogas, una revisita al mundo de la corrupción o al misterio en el amor.
O que una vez más topamos con los guerreros de la decencia y la buena cristiandad que en su cruzada contra el infiel, señalan, castigan, matan y destruyen contra todos sus cimientos.
O que hay allí una metáfora de la hermandad y la herencia.
O es la biografía multifacética de un individuo en busca de su esencia.
El Salvaje de Guillermo Arriaga (México, 2016, Alfaguara, 690 pp.) es una novela ambiciosa y atípica en su solución, por eso es que es un poco de todo dentro de la novela posterior a La región más transparente (1958), mas no se agota allí.
Novela de ritmo despiadado con el lector, de varias líneas narrativas a cual más ágil e interesante, presenta en el centro más tangible a Carlos y a Juan Guillermo, quienes viven buena parte de su vida en las azoteas, a semejanza de Cosimo, el personaje de Italo Calvino de El Barón Rampante, que lo hace en las ramas de los árboles. Carlos, el mayor, además de comerciar con chinchillas, ideará toda una red de venta de drogas y funciones nocturnas de cine para adictos y escapará de las garras de la justicia metiéndose a los tinacos de las casas protegiéndose con un sistema de popotes que le permiten respirar. Juan Guillermo, el menor, establecerá relaciones con un grupo de buenos jóvenes católicos que sienten suya la misión de erradicar el pecado y exterminar a los pecadores. De allí que operará como pieza doble que informa a su hermano de los movimientos del grupo y a éste le proporciona la información que permitirá atrapar y exterminar a Carlos. También Juan Guillermo recibe el amor extraño de Chela, estudiante, víctima de caída de las azoteas, con cicatrices igual que él.
Aunque lloraba, Chelo siempre sonreía. Volvía a tararear, a abrazarme, a sonreír, a llorar y a gozar un orgasmo tras otro. Ella volvía a contarme que nadie la había hecho venirse así, que a lo máximo dos orgasmos, pero que conmigo era la locura. Lejos de alegrarme, me dolía.
La desgracia cae sobre Juan Guillermo después que ha capoteado la expulsión de la escuela particular en donde lo mantienen con grandes sacrificios sus padres. Allí tendrá una temprana experiencia erótica que provocará la ira de la autoridad y ésta sólo será aplacada por intereses rivales superiores. Su hermano, su abuela y sus padres mueren. Enfrentará al mundo solo, pero en particular emprenderá una lucha contra quienes asesinaron a Carlos, acto en el que confluyeron los cruzados católicos y la autoridad terrenal.
La parte central de la novela es el despliegue de los buenos cristianos y su intento por controlar a los demás dentro de la observancia de buenas costumbres. A Juan Guillermo le llaman la atención por decir pendejo, lo requieren, lo llaman a disculparse y corregir y ante el aumento de las palabras no agradables lo golpean. Hasta el agresor ira Carlos a cobrarle la afrenta y lo pagará caro, pero el pleito irá lejos. Juan Guillermo se infiltra, pero tiene que participar en actos de violencia contra personajes no gratos al grupo.
Humberto y Antonio están sentados frente a mí. Humberto aparenta preocupación. “Te excediste”, me dice. “Todos le pegaron”, me defiendo. “No, tú fuiste el que más duro le pegó”, corrige Humberto. “No importa”, intercede Antonio, “se lo merecía”. El viejo judío se ha quedado cojo (…) Apenas cumplí catorce años y ya la culpa me atraganta.
Y mientras tanto Carlos teje su negocio, contacta con las personas adecuadas en los Estados Unidos y se escapa de la continua persecución del comandante Zurita. Un desliz hará que Juan Guillermo confiese la forma de atrapar al gran maloso. La batida tendrá éxito y el Valiente muere sin expresiones de arrepentimiento.
La familia de uno de los amigos, los Prieto, decide cambiarse a otra parte de la ciudad, a una mejor colonia. Son dueños de Colmillo, un perrolobo que, traído de Estados Unidos, es intratable tanto para propios como para extraños. Deciden dormirlo. Juan Guillermo se empeña en quedarse con la fiera y después de varias piruetas y mordidas se queda con él. Se le ocurre contactar con un circo para saber si hay algún amaestrador. Después de un trato ríspido se hace presente uno y terminan en una amistad a toda prueba. Poco a poco avanza en su trato con el perrolobo. Al mismo tiempo, investiga sobre el destino de las ganancias de su hermano y acompañado por Sergio Avilés de la Garza, quien le auxiliará para llegar a tener trato con Colmillo, le asesorará cuando descubren que el monto es tal que le permite comprar justicia, sicarios, lo que sea necesario para quedarse con ella y ejecutar a los responsables de su desgracia.
Hay una línea narrativa que es extraña a nuestra literatura, emparentada bien con la novela de aventuras, bien con ejercicios tipo Juego de tronos. Se trata de la persecución en los hielos nórdicos de América entre un hombre y un lobo. Existe una extraña atracción entre ellos, más en el hombre, semejante a la que Juan Guillermo siente por Colmillo. Después de estar al borde la muerte y al parecer separados, tanto el hombre como el animal son rescatados. Finalmente el lector podrá amarrar la historia del lobo con la del perro, que en realidad es lobo, de allí su mala conducta, labrada por el maltrato y la lejanía de los hombres. El personaje habrá de viajar al norte con sus acompañantes y allí habrá de meditar ampliamente en el asunto de la libertad y del salvajismo. La decisión que toma es parte de la definición de la novela, porque lo que hace El Salvaje es esencia de lo que quiere ser y responde a lo que ha sido.
También hay una línea que une el cuerpo principal de la novela y el desenlace y tiene que ver en esencia con la muerte, pero también con la vida y con el peso de las significaciones al interior de sus vidas. Hay un rito de la muerte, hay una forma de vivir la vida, y hay una cultura que las respalda, una serie de actos que tienen importancia y que no necesariamente llevan a la muerte de la violencia o a su condena. En sociedades actuales o muy cercanas pareciera que el “matar” el lado salvaje, el lado violento es la única alternativa, pero sus muestras de esa matanza sólo nos dicen que su grado de aspereza y salvajismo es mayor que el que condenan.
Juan Guillermo, Sergio y Chelo, salen de la Unidad Modelo, de Iztapalapa, de la Ciudad de México, del país y se internan con Colmillo en Estados Unidos. Canadá y la libertad los esperan.
Autor de Un dulce olor a muerte y de El búfalo de la noche, Guillermo Arriaga traslada la polémica a la literatura. Reconocido por amores perros, Babel, 21 gramos, peleado con González Iñárritu por el alcance de la dirección y el libro cinematográfico, nos trae ahora una novela inmensa, no sólo en extensión, en donde a veces las partes relativas a la persecución del lobo y las noblezas del personaje Sergio parecen aflojar la narración y su temática, pero en donde el producto final es muy bueno, salvaguardando por principio de cuentas el derecho del lector a una buena narración y la salida a nuevos caminos, a nuevos ámbitos de narraciones, personajes, lugares y tiempos.