Opinión

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FRENTE SOCIAL POR LA SOBERANÍA POPULAR (FSSP)

 

El gobierno de Estados Unidos impuso el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), para competir con los bloques comerciales europeo y asiático. El gobierno salinista, servidor de los intereses imperialistas, mintió siempre sobre “los resultados positivos” que podríamos esperar del TLCAN. Ahora, Donald Trump, pretende renegociar el TLCAN para obtener mayores beneficios; argumenta que su país no seguirá permitiendo que otras naciones saquen ventajas a costa de su economía, y que si no consiguen su propósito, abandonarán el tratado.

Jamás debemos olvidar que a partir de su entrada en vigor, el primero de enero de 1994, el TLCAN pasó a ser el nuevo motor que dio impulso y pasó a regir una nueva fase más alta y más profunda de las políticas neoliberales que ya habían sido puestas en marcha en nuestro país desde 1982. El resumen de sus resultados desde el punto de vista de su impacto en la deuda social, y en cuanto a la independencia y soberanía nacional, es el siguiente:

Primero, la economía se ha estancado. El Producto Interno Bruto ha crecido menos de la mitad del ritmo en que lo hacía antes del TLCAN y de las políticas neoliberales. De 1960 a 1982 creció en promedio anual 6.43%; y en los años de vigencia del TLCAN, solo 2.57%.

Durante estos 23 años de vigencia, el campo mexicano, fue sometido a una política brutal. Los campesinos pobres: ejidatarios, comuneros, y auténticos pequeños propietarios fueron despojados de todo tipo de apoyos, ahora carecen de créditos, asesoría, fertilizantes, combustibles, semillas, maquinaria, equipos a precios accesibles, y apoyo para la comercialización de sus productos que antes les proporcionaba el Estado. Esto no fue casual sino deliberado, así nuestro país dejó de ser un productor y exportador, para convertirse en importador de gran parte de los granos que consume, así como de carne y de otros productos para la alimentación, y en expulsor de mano de obra rural.

Segundo, nuestro comercio depende cada vez más de un solo mercado, el de Estados Unidos. Ya antes nuestra economía era en exceso dependiente, pero con el TLCAN creció la dependencia. Las empresas exportadoras, automotrices, de autopartes, mineras, bancarias, comerciales, de energía, petroleras, etc., en su mayoría extranjeras y muchas estadounidenses, son las que se benefician, explotando los recursos naturales del país y la mano de obra barata de sus habitantes; además, envían sus ganancias a sus países de origen.

Tercero, “nuestras” exportaciones dejaron de ser ventas de empresas nacionales al exterior. Pasaron a ser ventas de filiales y maquiladoras de empresas extranjeras, sobre todo estadounidenses. El componente nacional de valor agregado se redujo en muchos casos a apenas el 2%. Se trata de ventas intra-empresariales trianguladas que sirven a los capitalistas para burlar el pago de impuestos. Es el caso típico de la industria automotriz. Como México “exporta” más de lo que “importa” de Estados Unidos, Trump argumenta tramposamente que México se beneficia del intercambio comercial. Sin embargo, las consecuencias han sido desastrosas para las empresas mexicanas micro, pequeñas y medianas —que son las que generan el mayor número de empleos—, porque no están en condiciones de competir exitosamente, con las filiales de los monopolios extranjeros.

Cuarto, las inversiones extranjeras fluyen en grandes cantidades, como lo acaba de presumir Peña. Pero hay que aclarar dos cosas: Gran parte de las inversiones van al área especulativa y no a la productiva; son capitales parásitos, por tanto, es importante aclarar que a fin de cuentas, incluso las que van al área productiva, no contribuyen a capitalizar al país, sino que lo descapitalizan, puesto que son mayores los recursos que salen, por la exportación de utilidades y otros conceptos, en comparación con los que entran. El TLCAN y las inversiones extranjeras no condicionadas, por lo dicho, no ayudan a desarrollar nuestras fuerzas productivas nacionales, sino que contribuyen a atrofiarlas o desaparecerlas; a que seamos cada vez más dependientes y menos desarrollados.

Quinto, el establecimiento de actividades supercontaminantes y depredadoras, como las mineras mayoritariamente canadienses, que contaminan el medio ambiente y son grandes consumidoras de agua, y también las empresas petroquímicas, de la industria automotriz —la totalidad de ellas extranjeras—, y otras que llegaron con el TLCAN.

Sexto, a México solamente los han convertido en proveedor de mano de obra barata, después de que los neoliberales habían asegurado que habría más empleos estables, más productivos, mejor remunerados, y aumento sostenido y generalizado de los ingresos reales de los trabajadores. Pero, el salario real se ha depreciado durante el TLCAN, 17.6%, de los 54 millones de personas que en 2016, formaban la población económicamente activa (PEA), estaban ocupadas 52.1 millones, subocupadas 3.7, y desocupadas 1.9; Tenía acceso a la salud y contratos escritos de trabajo 32.7 millones, 63%. Había 29.8 millones (57.2%) con empleo informal, y dos de cada tres trabajadores solo gana hasta tres salarios mínimos. Al mismo tiempo los recursos se han concentrado cada vez más en un pequeño grupo de privilegiados, los Slim, los Larrea, los Azcárraga y unos cuantos más.

Séptimo, los derechos sociales y laborales se han perdido o simplemente no se respetan en su mayor parte, como el derecho de huelga, los fondos de pensiones se han privatizado, la seguridad social, los créditos de vivienda del Infonavit o Fovissste, son igual o peor de leoninos que los que otorgan las hipotecarias privadas.

Mención importante merece la educación pública, que de acuerdo al TLCAN, ya no es un derecho social, sino un simple servicio como de albañilería, o fontanería, por tanto lo ha convertido en mercancía, obligando al Estado mexicano a apoyar en la misma medida que lo hace para la educación pública, a la educación privada, por esto, goza de inmensos privilegios, a costa del pueblo y con reformas educativas privatizadoras.

Octavo, ha crecido desmesuradamente la migración por hambre. Millones de compatriotas migran hacia Estados Unidos a pesar de las campañas de odio y las políticas migratorias discriminatorias y persecutorias que el gobierno yanqui ha implementado.

Noveno, la deuda externa ha crecido dramáticamente, no obstante que se han dedicado recursos cuantiosos a su pago.

Décimo. La capacidad jurídica y fáctica de los mexicanos para determinar el rumbo de la vida pública se ha mermado. Por eso, hoy las grandes decisiones en materia económica se toman en el exterior, en el Fondo Monetario Internacional, FMI, el Banco Mundial, BM, la Organización Mundial de Comercio, OMC, y en las empresas llamadas calificadoras, como Standard and Poors y Moody’s. Éstas han sustituido en los hechos las funciones de los poderes constitucionales. Los diputados y senadores pueden discutir muchas cosas, pero en vano, porque ya no tienen la facultad de decidir. La soberanía nacional se ha enjutado. O más bien dicho, pasó a otras manos, porque los gobiernos neoliberales la cedieron a favor de Washington y de las instancias ya señaladas, igual que Santa Anna cedió parte de nuestro territorio físico en otro aciago momento de nuestra historia. Por eso el júbilo de James Jones, embajador de Estados Unidos en México cuando se firmó el TLCAN, quien afirmó que se trataba para su país de “la más importante medida geopolítica”. Y la alegría del ex presidente Al Gore, quien comparó al Tratado con la compra de Alaska y Lousiana, por cuanto a lo beneficiosa que resultó a su país.

Ahora, el gobierno de Trump impuso sin ninguna resistencia, a su lacayo Peña Nieto, su decisión de “renegociar” el tratado. Porque a los grandes capitalistas yanquis ya no les satisface. Quieren todavía más. Y los gobernantes neoliberales mexicanos entran a la negociación, de rodillas. Ahora bien, el Frente Social por la Soberanía Popular, pregunta, desde el punto de vista de los intereses del pueblo y de la nación, ¿Renegociarlo o no? ¿Cambiarle mucho o dejarlo igual? Y nuestra respuesta es: Nada de eso nos incumbe, sólo interesa a los grandes capitales transnacionales y a sus disputas internas.

Lo que a la clase trabajadora y al pueblo de México interesa es deshacernos del TLCAN con todo su significado de dependencia y saqueo. Pero eso, jamás lo lograremos mientras nos gobiernen los neoliberales, porque son entreguistas, es decir, están al servicio de los grandes capitalistas y no del pueblo. Por eso, todo lo que hagan y todo lo que digan siempre será para beneficiar a sus amos. Conclusión: Por esto debemos rechazar de manera enérgica no sólo la llamada “renegociación”, sino todo el Tratado, pero además este rechazo se debe complementar con otra tarea inmediata: echar del gobierno a los neoliberales de una vez y para siempre, sean del partido que sean.

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