Pascacio Taboada Cortina/Facetas de México
Lo que para sectores económicos fuertes, como la industria automotriz mexicana o los fabricantes de bienes y servicios de alto valor, la firma del Tratado de Asociación Integral y Progresista de Cooperación Transpacífico (TPP-11) será de gran beneficio y competitiva en los mercados internacionales, para el segmento de pequeños y medianos ganaderos lecheros representa el remate de sus hatos ante la imposibilidad de competir con países que tienen consolidada una industria lechera capaz de surtir el alimento a bajos precios y con altas ganancias.
Si consideramos la experiencia que tuvo el mercado mexicano de la leche, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por lo menos el gobierno dijo a los lecheros: “aguas”! “Este acuerdo entrará en vigor el uno de enero de 1994, pero nos reservamos con pago de aranceles tres productos: leche, azúcar y maíz, para un periodo de 15 años, por la vulnerabilidad de los mercados y para dar tiempo de que los productores pudieran avanzar y acceder a un esquema de competencia con esos alimentos en los que somos deficitarios”.
Efectivamente, en leche y en maíz, México sigue siendo deficitario, no así en azúcar, después de 24 años de vigencia del TLCAN. Entre paréntesis, debemos señalar que en leche no ha sido posible cancelar las importaciones, en razón de varios factores, que son definitivos en el intercambio comercial. Primero, porque la alimentación con que los ganaderos alimentan a sus vacas lecheras, es a base de proveerlas con alimentos balanceados; granos y pasta de soya, que son caros. Otro factor es que el productor vende su leche como materia prima para la industria. No tiene capacidad de agregar valor, y como se trata de una materia prima perecedera, le urge venderla “al mejor postor”, incluso a un bajo precio.
La diferencia en la competencia con los productores extranjeros, es que ellos fundamentan su sistema productivo, en el pastoreo y la alimentación de sus animales con pastos. Son países desarrollados, por lo general, que cuentan con praderas que favorecen reducir costos en el principal ingrediente alimenticio de las vacas lecheras. Al parecer, la intención del gobierno mexicano de dar un plazo de 15 años, “para igualar condiciones”, fue una decisión ‘piadosa’ para los pequeños y medianos productores, porque nunca van a llegar a tales objetivos.
Actualmente la industria adquiere alrededor de 17 millones de litros diarios de leche de importación, así por este concepto, se da un desplazamiento de casi 100 mil empleos directos en México, por esta razón, aseguran los pequeños productores que con la firma de este nuevo acuerdo vendrá la desaparición de 150 mil lecheros mexicanos.
Pero si volvemos al tema inicial de este artículo, diremos que, ahora, con el TPP-11, jamás se ha hablado en el esquema de compromisos que el Gobierno de la República deberá cumplir con los productores mexicanos, en cuanto a la competencia que se avecina de inmediato, con 10 países más de la cuenca Asia – Pacífico. Hay que decir que, con cinco países incluidos en este grupo, México ha establecido acuerdos bilaterales de comercio, entre ellos Chile, Perú, Japón y otros, que no son precisamente productores de leche, que es el tema de hoy.
Sin embargo, como decíamos, están incluidas otras naciones con las que no contábamos con acuerdos bilaterales, y ellas son Australia y Nueva Zelanda, que sí están en capacidad de ofrecer grandes cantidades de leche, porque son superavitarias en lácteos.
Tendríamos que analizar a Nueva Zelanda, que es el país que representa la competencia más importante para nuestros productores de leche. Podríamos decir que más del 80 por ciento de su oferta de exportaciones, está planeado y enfocado a las ventas de lácteos y leche fluida. Tenemos que señalar que los costos de producción, comparados con los de la leche que se produce en México, son más bajos en casi la mitad.
Australia cuenta también con excedentes, que podría colocar en territorio mexicano, cuyo mercado está ávido de comprar este alimento, con un criterio marcado en la creencia de que, si un producto es más barato en el mercado internacional, comparado con los costos nacionales “hay que comprarlo”. Los críticos nos preguntamos: ¿y los empleos que se requieren en México? ¿Y cuatro o cinco generaciones de productores de leche en México? ¿Y los vaivenes de los precios en los mercados internacionales?, ¿no cuentan?
Con referencia a estas interrogantes, habría que añadir que: ¿Será que se le “chispoteó” (en lenguaje de Chespirito) al señor secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, prever un capítulo que se refiera a un plazo perentorio para que entre en vigor el nuevo TPP-11? Parece que, en este sentido, pasó “de noche” también para los señores del Senado de la República, que fue el último eslabón para calificar, formalizar y firmar el nuevo compromiso de México en las relaciones comerciales internacionales.