Porfirio Muñoz Ledo
La campaña presidencial ha desatado expresiones contundentes, pero pocas ideas claras respecto de las llamadas reformas estructurales que derivaron del “Pacto por México” de 2013. No todas tienen la misma orientación y calibre. En vez de descalificarlas o apoyarlas globalmente, debiéramos analizarlas y proponer modificaciones o enmiendas puntuales. En el sector progresista el verbo que más se utiliza es “revertir”, en el moderado “consolidar” y en el reaccionario “profundizar”. Pienso que el primero de esos verbos es inadecuado. La palabra reversión significa “la restitución de algo al estado anterior”. No define a qué época habría que regresar, incluyendo la aparición homo sapiens. Ello es además imposible porque la historia es como un río en que nadie puede bañarse dos veces con la misma agua.
Las reformas que derivaron de aquel acuerdo son variopintas y sugiere posiciones diferenciadas. Por ejemplo: la autonomía de la Ciudad de México, de grandes alcances gracias a la contribución de la sociedad civil y de la inteligencia. Así también la reforma electoral pactada constituye el basamento para establecer una autoridad nacional –que no federal- a fin de salvaguardar el derecho humano a la democracia; es necesario que esas leyes se concreten mediante la cooperación efectiva de la ciudadanía y la integridad de las autoridades electorales. Hemos exigido la voluntad manifiesta del INE para detener las campañas sucias, la coacción del voto por grupos empresariales y la triangulación de recursos públicos hacia las entidades gobernadas por el oficialismo.
En materia educativa es claro que no nos oponemos a la evaluación y profesionalización de los maestros, a no ser que tenga un carácter punitivo. Planteamos un nuevo sistema de formación y capacitación permanente del magisterio, una revisión de los procesos de enseñanza-aprendizaje y la expansión de los espacios escolares para que puedan asegurar la formación integral de los educandos. Pugnamos por la definición de objetivos cuantitativos de la cobertura educativa que cumpla el objetivo de la educación media superior universal y el acceso efectivo a la educación superior.
Respecto a la reforma de justicia laboral que suprime las Juntas de Conciliación y Arbitraje, judicializando la materia del trabajo, celebramos la autonomía de los organismos encargados de dirimir los conflictos obrero-patronales, pero insistimos en abolir las prácticas tripartitas basadas en la complicidad entre los agentes del gobierno y los sindicatos corporativos. Nos oponemos a un modelo de tercerización –outsourcing- que encubre la responsabilidad de los empleadores y convierte a los empleados formales en informales.
La más controversial es la reforma energética, que requiere cuando menos tres estadios de implementación: el primero es constitucional, los actuales artículos 25, 27 y 28 comprenden sin duda una negación a la soberanía nacional sobre los recursos naturales: el extractivismo voraz elevado a Carta Magna. La política energética aplicada por el gobierno ha fracasado: no ha incrementado la producción petrolera sino lo ha disminuido considerablemente. Tampoco detonó la creación de “medio millón de empleos”, por el contrario PEMEX ha despedido a más de 30 mil trabajadores. Nuestra dependencia externa de gasolinas ha crecido exponencialmente. La baja eficiencia en refinación bloquea la conversión de hidrocarburos en petroquímica. La renuncia al valor agregado.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas ha dicho con razón que para evitar esos males son necesarias reformas constitucionales, en lo que coincide sustancialmente con las propuestas del Proyecto de Nación de Andrés Manuel López Obrador. La cuestión reside en el método. Cuauhtémoc es el guardián hereditario de la soberanía petrolera del país, AMLO es el candidato presidencial que comparte sus tesis. Lo importante es que nos pongamos de acuerdo en nuestros objetivos y posibilidades. La reforma constitucional requiere de la mayoría de dos tercios del Congreso de la Unión y más de la mitad del voto mayoritario de los Congresos locales. Tal vez podríamos alcanzarlos, si no quedaría el recurso de la consulta popular. Decía mi maestro Duverger que la derecha es generalmente compacta porque encarna intereses y la izquierda más diversificada porque defiende ideas. Mi convocatoria es que convirtamos nuestras posiciones en proyectos comunes.